SOS a Cali: el Ejército nos está matando

SOS a Cali: el Ejército nos está matando

"Ojalá paren este río de sangre, es una ola que ahoga, que asfixia más que un virus"

Por: John Jairo León Muñoz
mayo 04, 2021
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SOS a Cali: el Ejército nos está matando
Foto: Alcaldía de Cali

A Nicolás Guerrero lo asesinó el Estado. Su fuerza, su rabia y el deseo de un país menos mezquino quedaron aniquilados por un fusil. Su sangre pintando el asfalto, como un performance en la calle, como la pintura de un grafiti que dice: pirobos, nos están matando. Y como la pintura del grafitti se borrará su recuerdo poco a poco, lo hará el tiempo, la indiferencia y nos olvidaremos de los sacrificados en estas marchas, como nos olvidamos de los campesinos, estudiantes y líderes comunitarios que a diario mata el Estado aquí en Colombia. Y está aniquilación sistemática está pasando con cientos de jóvenes que hoy luchan por un mejor país.

No debió el Estado dejarte ir tan pronto, debió garantizar tu derecho a protestar, pero el ímpetu de la fuerza del Ejército así definió tu destino. La mezquindad del presidente Duque, su falta de ideas y la burbuja en la que habita así lo permitieron. Él es el culpable, la gobernadora del Valle Clara Luz Roldán es la culpable y el alcalde de Cali Jorge Iván Ospina, por no parar esta sangre que se sigue derramando en cada día de paro que pasa.

¿Cuántos sueños vas a seguir matando Duque? ¿Hasta cuándo vas a seguir recibiendo órdenes del Matarife? ¿No es posible que logrés pensar por vos mismo? Ningún joven merece partir cuando la fuerza de sus ideas está resistiendo frente a un gobierno macabro y asesino. Ningún joven merece morir cuando tiene la resistencia de caminar largos trayectos, de tener una voz afónica de todas las arengas que replica, cuando el sudor que cae por su rostro es la evidencia del cansancio de jornadas de aguante y empuje.  Ningún joven merece irse así con una bala que atraviese su cuerpo, cuando se está formando ya sea como labrador de la tierra o como pintor de los espacios o como escultor de la vida.

En Cali están matando la resistencia. El Ejército, la Policía y el Esmad son la misma fuerza represiva, y llegan con sus gases lacrimógenos a las unidades residenciales, llegan con sus armas dispuestos a matar, a desaparecer los brincos de los jóvenes que gritan: Justicia. Se meten a las casas de los barrios Junín, Miraflores, el sector de la Luna, sin una orden judicial. Balearon a los protestantes en la recta Cali-Palmira, detuvieron a docenas de jóvenes en Sameco. Son los dueños de los espacios y golpean al que sea, a la maldita sea. En el sector de la Luna, ayer lunes tres de mayo, se vivió una guerra civil, la policía disparando al objetivo: los marchantes. Casas incendiadas. Niños asustados, llorando. Madres desesperadas por sus hijos que se encontraban en las calles y muchos de ellos aún desaparecidos. Ardió la Luna. Y la misión de naciones Unidas, que iba a evidenciar el abuso de los derechos humanos, no pudo hacer bien su labor, también fueron despedidos a fusil. Ojalá el Ejército no presente a los jóvenes que mataron como falsos positivos, pues están acostumbrados a hacerlo.

Ojalá paren este río de sangre, es una ola que ahoga, que asfixia más que un virus. Y nadie sabía qué hacer, la fuerza arrolladora de las instituciones disparando a las piernas, al estómago, al cerebro, para matar de una vez la idea de marchar por el derecho a una salud y una educación de calidad. En Siloé ocurrió lo mismo, la población buscando casas abiertas para resguardarse de las balas. Balas que rebotaban en las puertas, en los techos y buscaban un destinatario, el que fuera, no importaba si era un padre de familia, una niña. La represión como control social. Esto está putamente jodido. La candela ya la están dando. Da miedo todo este mierdero. Da miedo este Estado asesino. ¿Qué tipo de persona hay dentro de cada policía, dentro de cada soldado? ¿Qué tipo de menjurje se toman para matar así la esperanza, para matar así el aliento y las ganas de construir un mejor país? Un país también para ellos. En Ciudad Jardín el barrio de los ricos de Cali, salieron los escoltas a las calles, a defender a sus patrones, pues les llegó la desinformación que usa como estrategia este gobierno (que los marchantes iban a tomarse el barrio). ¡Mentiras! Las mismas estrategias de los agentes del Ejército y que usaron en la pasada marcha cuando crearon el temor que los estudiantes eran vándalos y se iban a meter a las unidades residenciales de ciertos barrios de Cali.

Gracias a las redes sociales se ha podido difundir esta matanza, esta opresión. No hay medios serios informando. Los medios colombianos están cubriendo lo que les dice el gobierno, también son un brazo armado de la información, pues no informan, desinforman, se centran en el vandalismo. Se centran en defender a los industriales y atacan los derechos del pueblo, ese que están matando.

Matar a los jóvenes es acabar con los sueños de toda una generación que pide a gritos: cambios, movimientos, reflexiones que inviten a pensarse una sociedad que los incluya, que los valore como el más apreciado de los tesoros. Después de la alocución presidencial donde Duque le pide al Congreso de la República retirar la Reforma Tributaria, el presidente ordenó al general del Ejército Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda la recuperación de la cadena productiva en el Valle del Cauca, lo que ha significado una arremetida brutal contra las protestas y sus puntos de concentración en Sameco, Meléndez, la Luna, Junín, Puerto Resistencia, Palmira, Tuluá, Cerrito, Buga. La estrategia es limpiar las calles, desaparecer las protestas y volver a la circulación normal de carros y la apertura de grandes negocios. Esa estrategia ha desangrado a la juventud que pide a gritos justicia.

Así empieza la canción de Hendrix B. Nidia Góngora, Alexis Play y Junior Jein [1], quienes a través de la música denuncian los falsos positivos que se instalaron también en este gobierno, documentan el caso de los cinco jóvenes asesinados cerca al peaje de la vía Cali- Palmira. Y como estos casos aparecen a diario nuevas desapariciones, como si ya se hubiera dado la orden de matarlos, así como se desaparecieron 6402 jóvenes en el gobierno del innombrable. Esa cifra ya aumentó, tristemente son más. Y no hay esperanza de judicializar a los culpables.

Maaadre no llegaré a la hora de la cena

Aparecí en un lugar que no era mi hogar.

Me duele estar tan lejos

Oigo me están llamando

Volvió el monstruo que asecha, el que despoja las tierras, y el que pudre las cosechas, tiene la mirada fría y carece de empatía. Su apetito es insaciable […] Destruye lo que ve y no se conforma. Solo obedece a intereses económicos. Infunde el miedo y encierra a soldados anónimos, hermanos de otras madres que salieron de sus casas se fueron hace un día y hace años que no abrazan.

SOS a Cali. El Ejército nos está matando.

[1] https://www.youtube.com/watch?v=i7vBVvvHBYY

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