Se avizora una tormenta: la negociación en vilo
Opinión

Se avizora una tormenta: la negociación en vilo

Entre el “Acuerdo Especial” del exfiscal y la “resistencia civil” del expresidente

Por:
mayo 12, 2016
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Me pregunto: ¿quién en Colombia no desea la paz? Creo con especial esperanza, y así lo percibo, cuando pasa la gente o se reúne en charlas varias, que no existe un solo colombiano o habitante en Colombia que no la desee; y no solo en la postura fundante constitucional como un derecho y un deber[1] o, porque como razón necesaria la Corte Constitucional así lo ordene, sino por cuenta de la sensación que sobre la tranquilidad, el sosiego social y, en fin, lo que constituyen las cualidades de la paz se anhelan; ello por la obvia y potísima razón de encontrarnos frente a un conflicto armado no internacional que supera ya los cincuenta años y, entonces, es observable que nuestra generación, la anterior y parte de la que estamos formando, no la ha conocido.

Además y, por cierto, lo más grave, el número sin fin de víctimas que la contienda ha producido: víctimas que además de serlo, han sido objeto de una doble victimización, la que se otorga por la situación de orden público y, desde luego, a la que se llega cuando no se les reconoce o, han sido sujetos de vulneración en sus derechos, con el paso de cada arma, cada contendiente, que asola y acaba con cuanto se le presenta.

Intentar un proceso de paz, cualquiera sea su configuración, es atendible, ya lo hemos señalado. No obstante, la situación es crucial cuando de lado y lado de la “mesa”, se encuentran, lastimosamente, distractores que van desde las muchas vanidades, hasta férreas posturas que impiden o hacen que todo se retrase y, dan la imprecisión de estar, en cada momento, en vilo.

Superado en mucho, sí, en mucho, pues parece que existen algunos puntos de desacuerdo, desencuentro, ojalá menores —no lo creo—, en temas de interés nacional, se llegó al de justicia y víctimas; un hito no despreciable. Digamos: es un tema del mayor esfuerzo considerativo, en el plano nacional y, por supuesto, internacional.

Se encuentra, además, que aún allí falta, perdón por la expresión, pulir connotaciones de orden programático, como sería la parte operativa de esa demostración de acuerdo y su proyección. Ya lo veremos; así, la situación no deja de ser compleja: el diablo está en los detalles, ya hemos dicho.

Empero, si bien es cierto la posibilidad se encuentra en la recta final, no pocos son los —podríamos llamar— destrates, que entre las ‘p’artes se dan; para enumerar uno que otro, en cada alero, lado de la mesa: el hecho de hacer promoción o socialización del contenido de algunos apartes del consolidado, respaldándose con las armas que, como tal, no solo intimidan sino que minan, y en grado sumo, la confianza; razón ésta para que alguno se pregunte si se ha de permitir el proselitismo político con armas; parece ello un contrasentido, pues ¿cómo se concita o invita a las ideas con arma en mano? Impensable: la seducción de la proclama afecta no a la libertad sino al miedo.

¿Será que se está proponiendo una Asamblea Constituyente,
en donde la Mesa es su órgano?
Casi nada

Del otro lado, la situación no es menos compleja. Dos elementos, entre otros, para mostrar la dificultad o, por lo menos, para dejarla bosquejada: de una parte, la ‘audacia’ de incorporar directamente en la Constitución Política los resultados de la negociación de La Habana, en una rara, rarísima, forma de algo que da por llamar ‘Acuerdo Especial’, según solicitud del  ex fiscal general de la Nación, que recientemente dejó su cargo, pero no su ya conocido sistema de oscurecer todo, que por la contraparte es vista como postura del Establecimiento y que, además, por referir  a una norma que aún no existe, ha debido ser rechazada por la Corte Constitucional o, ¿será que se está proponiendo una Asamblea Constituyente, en donde la Mesa es su órgano? Casi nada. La propuesta implica hacer control constitucional de lo que aún no existe; y, de otra parte, para complicar más el ambiente, surge la propuesta de la llamada ‘resistencia civil’ contra o, a la negociación. Impensable.

Así, las circunstancias jurídicas y, las de mayor calado, las políticas, hacen avizorar una tormenta.


 

[1] ARTICULO 22. La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento.

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