Élites regionales o el poder circunstancial
Opinión

Élites regionales o el poder circunstancial

En el mapa político en el Caribe los apellidos en la política son rotativos, como una vieja película que se repite en el único “cinema paraíso” del pueblo

Por:
mayo 13, 2016
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Buena parte del estado de atraso en el Caribe colombiano está en directa relación a como se ha detentado el poder por parte de las élites regionales. No hay que buscar culpables demasiado lejos ni tampoco en las frías montañas de los Andes.

Pareciera una verdad de Perogrullo, relacionar poder regional, formas de distribución a lo largo del tiempo y la consolidación de élites regionales a partir de formaciones sociales históricamente asentadas en la apropiación a mansalva de los recursos, la riqueza y al amparo del Estado para acompañar el despojo.

En Sucre, en Córdoba o en Bolívar, nuestras élites regionales se fundamentaron en el poder económico de la ganadería —acumulación originaria de capital— y de ahí mutaron de una manera u otra a renglones agroindustriales, de servicios y comercio; para luego dar el salto mortal a la política como fase superior de sus ambiciones de élite concentradora de todas las formas de dominación en la sociedad.

Si se tiene el poder económico de manera suficiente, ya no basta con llegar a esos límites de la riqueza; es necesario evolucionar —desde el punto de vista de las élites—- para conspirar de manera directa sobre los acontecimientos que inciden en la mayoría de los individuos.

Ya no es un simple ejercicio de poder por poder. Es una megalomanía que no conoce barreras para acrecentar la dominación en cualquiera forma.

Y llegó la política como pretexto clave para propiciar la mutación necesaria de las élites regionales y locales.

Si bien antes se apoyaban las expresiones rojas y azules de los políticos amigos. Éstos en cierta forma ponían “cercos electrificados” a sus dominios y no permitían la injerencia directa de sus patrocinadores de las élites económicas.

¿Para qué seguir apoyando a los políticos de oficio si podemos encamar nuestros políticos en la cuna propia?

Los descendientes de las élites regionales tanto económicas como políticas o ambas en el mismo sentido, se dieron cuenta que los legados son más productivos cuando se confieren en linaje secular y muy próximo a las decisiones de sangre y parentesco

Por eso es que si repasamos el mapa político en el Caribe de nuestras vísceras, encontramos que en la mayoría de los departamentos los apellidos en la política son rotativos, como una vieja película que se repite en el único “cinema paraíso” del pueblo.

 

Este linaje de realeza de boñiga se asocia
con la concentración del poder económico de forma tradicional
y afianzada en caducas relaciones de propiedad de la tierra

 

Abuelo político, engendra a un hijo político y este a su vez, le pare un nieto político. Nótese que también este linaje de realeza de boñiga se asocia indudablemente con la concentración del poder económico de forma tradicional y afianzada en caducas relaciones de propiedad de la tierra.

Por eso es que parte de la desdicha de vivir en esta fortuna de paisaje, consiste en vivir subyugados a unas élites regionales poco asociadas con el orden y el progreso; para en cambio, manejar a su antojo y caprichos, ciertas prebendas discrecionales que la misma permisividad ciudadana  y apatía social acolitan.

Son pocos los emergentes en las élites regionales. Son pocas las innovaciones sociales que se pretenden imponer desde sus visiones de primer mundo, de parques copiados de las metrópolis y de ingenuas agro polis trasplantadas en medio de la taruya y el matarratón; es muy difícil vender la idea propia de mundo civilizado con unos antecedentes de barbarie y expoliación a cuestas.

No es pesimismo como tampoco resentimiento de escasez material. Simple lógica de llamado a la crítica para no creer en propuestas de progreso general maquillado con mega obras sofisticadas; alejadas del sentido humano que en esencia debemos transformar al mismo tiempo.

Cuesta trabajo para estas élites regionales convencerse que si no cambia el modelo democrático de acceso al poder y si no se adelantan cruzadas sociales contra la desigualdad y la exclusión; la próxima convulsión social que experimentaremos en el Caribe será la “revolución de los chirretes”.

Por debajo de esos ríos de progreso material y de postales urbanas en Barranquilla, Montería, Sahagún o Valledupar; fluye una corriente de inconformidad social y una tenue cortina de humo que disipa la mirada gris sobre los cinturones de miseria y los Cantaclaros, Chinitas, Corea y Mareigua de estas ciudades.

Sincelejo, que los mira distante y dudosa, con una élite regional y local más lejana de las polis y mejor arranchada en la ruralidad y la boñiga; incuba esos embriones de convulsión y que se manifiestan en veces, cada cuanto que las autoridades intenta frenar al moto taxismo y la delincuencia.

Cartagena, que se quedó entre sus murallas del siglo XVI y la Punta de Icacos forrada en cemento, es por cuenta de sus élites regionales y locales, un gueto privilegiado del turismo mundial, con servidumbre mestiza y negra las 24 horas del día.

Coda: el atraso de nuestros territorios también es un proceso deliberado de las élites regionales y nacionales. No es mala suerte.

 

 

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