Salario miniatura
Opinión

Salario miniatura

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enero 17, 2015
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El salario mínimo en Colombia es insuficiente para garantizar una vida digna. Según el Dane, la canasta básica familiar está valorada en $1.124.570 y para el 2015 el salario mínimo es de $644.350.

En este sentido, el salario mínimo es una de las razones principales que explican la enorme desigualdad en Colombia, ubicada entre los 10 peores países del mundo en este aspecto. Entre 2005 y 2015 el incremento real del salario mínimo fue de 16 %, mientras el del PIB real ha sido del 43 %, lo que evidencia una mayor concentración de la riqueza. Esto está determinado porque las principales actividades económicas del país no permiten la creación de empleos de alta calidad. El 55 % de los trabajadores se gana 1 salario mínimo o menos, y casi la mitad de quienes trabajan se encuentran en el rebusque. Según la OCDE, estas personas ocupadas en actividades de baja productividad y que a duras penas se benefician de la protección social, están en alto riesgo de caer en la pobreza cuando pierden su ingreso o llegan a la vejez.

¿Por qué la situación de los trabajadores en Colombia es tan precaria? Una primera explicación está relacionada con que en los países desarrollados los empleos mejor pagos, los de mejor calidad y los que permiten mantener un mayor consumo de los hogares, están vinculados a actividades que generan alto valor agregado para la sociedad, e implican formación, destreza y conocimiento como la industria o los servicios especializados como la medicina, la educación o la informática.

Por ejemplo, en Estados Unidos, un trabajador de la línea de ensamblaje de General Motors se gana cerca de 36 dólares la hora, mientras un cajero del supermercado Walmart se gana 10. En Colombia, un operario de la línea de ensamblaje de la Compañía Colombiana Automotriz (Mazda), antes de su cierre, se ganaba $3.080.000 y un cajero de supermercados Éxito se gana $647.700.

La industria colombiana, que podría brindar mejores trabajos, solo aporta el 12 % del empleo nacional, mientras el comercio, actividad que en ausencia de producción local se convierte en una simple transacción de reventa sin valor agregado, aporta el 27 % del empleo total del país.

No es coincidencia —entonces— que los países más ricos del planeta, sean a su vez los que más manufacturas producen y los de salarios más altos. En los países desarrollados, el salario promedio mensual ronda los 3.000 dólares, de acuerdo a la OIT, mientras en los países en vías de desarrollo es tres veces menor.

Una segunda razón de la precariedad salarial del país está relacionada con la ausencia de políticas estatales en protección social y competitividad. En otros países, los Estados aún brindan una serie de servicios públicos que los trabajadores no deben asumir. Por ejemplo, en Buenos Aires el pasaje del Subte cuesta $800, mientras en Bogotá el pasaje del Transmilenio en hora pico cuesta $1.800. Una buena parte de la salud y la educación en el país austral es gratuita, pero en Colombia el acceso a la salud de calidad depende del color del carnet de medicina prepagada. Al final del mes, es evidente que un asalariado argentino tiene más ingreso disponible que uno colombiano.

En cuanto a la competitividad, la única política del gobierno de Juan Manuel Santos es un discurso de 11 puntos, sin contenido real. Colombia ocupa el puesto 69 entre 144 países y en infraestructura le gana hasta Guatemala. Por esta razón, producir en Colombia es más costoso que en otros países de América Latina, lo que ha expulsado a importantes fábricas del país. La política de los TLC no es convertirlo en una potencia productora, sino en un proveedor de materias primas básicas y en fuente de especulación financiera, con empleos precarios y salarios de pobreza.

Según la Organización Internacional del Trabajo, como los salarios constituyen un factor importante del ingreso de los hogares, ingresos bajos se traducen en menor consumo, afectando la demanda agregada. Por esta razón, países como Estados Unidos, China, Alemania y Japón, adoptaron políticas para incrementar el salario mínimo y de esta forma buscar salidas a la recesión económica. En Colombia, por el contrario, el gobierno de Juan Manuel Santos sigue en su estrategia de hacer creer a la población que la mejor forma de ayudar a los trabajadores es manteniendo su salario miniatura.

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