Ruralidad colombiana en el marco del posconflicto

Ruralidad colombiana en el marco del posconflicto

"Los acuerdos de paz deben contribuir a solucionar cuestiones como la propiedad de la tierra, su concentración, la exclusión del campesinado y el atraso"

Por: Marco Basto
noviembre 07, 2017
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Ruralidad colombiana en el marco del posconflicto

El desarrollo rural colombiano ha sido una víctima sin dolientes que aparece en los acuerdos de paz como un labrantío crudo, precarizado y marginado. Su rescate como en las remotas intervenciones salvíficas de antaño, requiere (discurso reiterativo) transformaciones desde las reformas gubernamentales planteadas en acuerdos políticos demandados por la convivencia social. Es así que, al menos en principio, los acuerdos de paz deben contribuir a solucionar cuestiones como la propiedad de la tierra, su concentración, la exclusión del campesinado y el atraso de las comunidades rurales, entre otras.

Pero, ¿cómo solucionar estas cuestiones desde un plano holístico, cuando no están incluidos los demás actores causantes de estas problemáticas?, ¿por qué sigue el desplazamiento de población rural cuando la reforma rural integral ofrece cerrar las brechas entre el campo y la ciudad creando supuestas condiciones de buen vivir para la población rural (punto 1)?, ¿por qué el punto 2 que hace referencia a la participación política y apertura democrática sí se está implementando y el punto 1 (que va primero) sobre la reforma rural integral no ha comenzado a implementarse para “erradicar la pobreza, promover la igualdad y gozar de ciudadanía?

Considero que los temas rurales son el gran premio que entra en contienda, el cual siendo nombrado como la piedra angular, atrae ayudas económicas internacionales que socorren. Aunque la intención real es quién va a administrar este motor de la economía, cuál va a ser el agente de mercado favorecido, el inversionista beneficiado, la alianza de mercado salvadora que va a emancipar al campo de tan culpable condición de ”avalista de conflictos y dador de espacios para emergencias de violencias”. Esto es conocido en la vida real rural, donde actualmente grupos campesinos y mingas indígenas reiteran el abandono estatal y la no aplicabilidad de tales reformas; acciones que son vistas en los espacios público y medios sesgados para obligar al estado en el marco de los acuerdos de paz el reconocimiento de derechos y participación de lo prometido para cambiar el destino del desarrollo rural.

Hoy más que nunca la ruralidad colombiana tiene una economía campesina en declive, hambre, desempleo, informalismo laboral, baja producción de alimentos y una ausencia de reconocimiento de sus dignidades. Reconocer la realidad situada es tal vez el primer planteamiento de la ruralidad colombiana, como lo reconoce la visión de Alfredo Molano (2017), cuando plantea en su discurso que: “la historia cotidiana, nuestra historia, con todas sus tragedias, con todas sus oscuridades, con todas sus esperanzas, es distinta a la historia oficial y nada parecida a la historia académica”. La ausencia protagónica de las narrativas del campesinado ha contribuido a diezmar el papel fundamental en la implementación de las estrategias de desarrollo óptimo rural.

La primera falla es el desconocimiento de las bondades al menos manifiestas de los acuerdos de paz por parte del campesino del común. La realidad rural colombiana no la escribe la vida en la ruralidad, la decide la urbanidad y la condiciona los mercados internacionales. Bajo esta ausencia de reconocimiento se revictimiza aquellos actores insertos en la propiedad rural, aquellos que habitan el campo y en particular las mujeres. Otra grieta deficiente en la que la ruralidad colombiana se ve comprometida es la garantía de suplir con alimentos y nutrición, con disponibilidad y acceso “ suficiente en oportunidad, cantidad, calidad y precio a los alimentos necesarios para una buena nutrición [...] promoviendo prioritariamente la producción de alimentos y la generación de ingresos” (p. 9).

Arango (2017) indica que durante el 2016 el comportamiento de la economía rural no ha contribuido al desarrollo nacional; considera que programas como “Colombia siembra” no han dado frutos. Además, sopesa que los índices señalan que: “ El crecimiento agropecuario durante el año fue inferior al de la economía (primer trimestre: -3,1% vs 0,2%; segundo trimestre: 0,1% vs 0,2%; tercer trimestre: -0,2% vs 0,3 %; cuarto trimestre: 2,6% vs 1,0%). Para el año corrido, la economía nacional creció 2,0% mientras el sector agropecuario, en su conjunto, lo hizo tan solo el 0,5%”.

La incertidumbre de cumplimiento de los acuerdos de la Habana es tal vez lo que ha definido las afectaciones sobre el desarrollo del sector rural para el 2017. El aumento actual de enfrentamientos y bloqueos por parte de 95000 indígenas a nivel nacional, indica que los cabildos y las mingas, después de que se le han incumplido 1047 acuerdos (ONIC) para proteger sus derechos rurales, y donde se evidencia que el estado no está protegiendo a líderes sociales, campesinos e indígenas, demuestra un fracaso al menos desde el proyecto de ruralidad integral. La percepción de implementación de los acuerdos de paz es poco clara en robustecer la autonomía, la cultura y el reconocimiento de la tierra desde los colectivos y sus territorios. La identidad rural desde los campesinos, indígenas, comunidades negras, afrodescendientes, raizales, palenqueras y demás etnias, son vitales para la generación de espacios democráticos que transformen y resignifiquen el desarrollo rural para un ordenamiento sostenible.

Avirama (2017) señala que la marginalidad de los temas indígenas y campesinos no avanzan, ya que la reforma rural integral, la sustitución de cultivos ilícitos, la erradicación concertada, la protección de líderes sociales pertenecen a un incumplimiento sistemático y continuado de decenas de compromisos. La extrema vulnerabilidad de las identidades rurales no permite considerar un desarrollo rural en paz y más cuando no han cedido ni a un metro de los 10 millones de hectáreas que serán formalizadas masivamente como propiedad rural, siendo estas redistribuidas por mecanismos ágiles y eficaces de conciliación y resolución de conflictos de uso y tenencia de la tierra, los cuales todavía no existen.

La cobertura en salud, educación, vivienda, infraestructura, agua potable, subsidios y protección rural no se ha desarrollado en las zonas rurales locales y departamentales; pues sus lineamientos para el diseño y constitución no han sido establecidas y no están soportadas en seguimientos y monitoreos para su implementación. En el contexto de la ruralidad, las dinámicas campesinas y los actores rurales se han constituido bajo la defensa y sostenimiento de las mismas condiciones que han tenido siempre: abandono estatal, población vulnerable, explotación de recursos por medios artesanales, hambre, insuficiencia de bienes y servicios, que han contribuido a aminorar las condiciones de vida bajo violaciones de derechos haciéndolas más vulnerables.

En el escenario rural actual las reformas agrarias no han sido pluralistas, aspectos como la distribución geográfica hacen que se presenten problemas estructurales; estas zonas vetadas por su acceso geográfico o presencia de dominios subversivos ocasiona un estancamiento dramático, permitiendo la emergencia de nuevos problemas. Ante la dificultad de comercializar o vender sus productos a un precio justo, optan por sustituir los cultivos por plantaciones ilícitas, se emplean en la agroindustria o en últimas abandonan los espacios rurales por trasladarse a las urbes. Esto sin olvidar la influencia de los patrones globales de consumo como lo indica Preciado (2006), “ conducen a generar cambios radicales en los procesos productivos colombianos donde los campesinos resultan inevitablemente afectados”.

Bibliografía:

Molano,​ ​A.​ (2017). Alfredo, Molano Bravo, un investigador parado en la historia. Recuperado de: https://www.elespectador.com/noticias/nacional/alfredo-molano-bravo-un-investigador-parad o-en-la-historia-articulo-721058

Arango,​ ​L​ (2017). Sector agropecuario para el 2016 y percepciones para el 2017. Recuperado de: http://www.portafolio.co/opinion/luis-arango-nieto/sector-agropecuario-durante-el-2016-y-perspectivas-para-el-2017-coyuntura-24-de-marzo-de-2017-504396

Avirama,​ ​ ​M.​ (2107) Acompañamos la Minga de resistencia indígena. ONIC.Organización Nacional Indígena de Colombia. Recuperado de: http://www.onic.org.co/comunicados-de-otros-sectores/2139-acompanamos-la-minga-de-resi%20stencia-indigena

Preciado,​ ​J.​ (2006). Ruralidad y conflicto en Colombia: retos y desafíos para reorientar el escenario rural. Recuperado de: http://revistas.udistrital.edu.co/ojs/index.php/tecges/article/view/4334/6343

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