¿Qué diablos es el “cese al fuego”?
Opinión

¿Qué diablos es el “cese al fuego”?

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enero 26, 2015
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Pasa con frecuencia lo que ahora con el “cese al fuego”: que todo el mundo habla del asunto y nadie se toma el trabajo de decir en qué consiste.

Las Farc proclaman todos los días su voluntad incuestionable de paz, porque han cesado el fuego. El Gobierno dice que ellas han cumplido con el “cese”, prueba de la madurez del proceso. De la Calle y sus compañeros de excursión lo dan por hecho. La prensa del régimen repite que el cese unilateral ya está y que solo falta el bilateral. Los comentaristas políticos, una nueva especie de parlanchines irresponsables, se derriten ante la nueva maravilla. Y nadie ha definido los perfiles de la criatura.

Pues no nos queda más remedio que asumir el papel de aguafiestas, reservado por la historia a quienes han ejercido el duro papel de críticos cuando toda la crítica se ha perdido y de escépticos cuando es pecado  dudar de los dogmas en uso.

Cualquier simple entiende que el fuego cesa cuando no hay fuego, no se oyen los disparos ni el ruido pavoroso de las bombas. ¿Pero acaso ese es todo el fuego o si quieren ustedes la parte más dañina del fuego?

Las Farc tienen miles de niños secuestrados en sus campamentos. El “cese”, ¿consiste en que no secuestran más, o acaso en que devuelven los que ya secuestraron? No olviden la figura del delito continuado, que se prolonga en el tiempo mientras se mantenga la conducta criminal. No hay cese al fuego, señores, mientras las Farc mantengan esclavizados en sus campamentos de oprobio estas criaturas.

Como tampoco hay ningún “cese” mientras las Farc conserven secuestrados viejos, aunque no renueven el inventario. De lo que tampoco tenemos evidencia alguna. Pero mientras haya un colombiano en manos de las Farc o una familia que se mantenga en la incertidumbre pavorosa que el secuestro produce, sin noticia chica ni grande del desaparecido, no hay cese al fuego, que sigue en su más horrenda intensidad.

No puede haber cese al fuego si siguen dispuestas por decenas de miles esas trampas malditas que llamamos la minas quiebrapatas. Mientras las Farc no revelen el mapa preciso de sus siembras, el fuego sigue. Vaya alguien a explicar a la próxima víctima de estos artefactos infernales que no es víctima del fuego porque la mina es vieja, anterior al “cese” que festejan los corifeos de la paz.

Nadie nos ha querido decir si hay cese al fuego contemporáneo y coincidente con las extorsiones, cada día peores en inmensa porción del territorio patrio. O que nos digan los bandidos de La Habana que ya nadie tiene que pagar vacunas, y que ellos garantizan la supervivencia de los renuentes. O que lo diga De la Calle, o que lo asegure Juanpa. Con extorsiones a la lata, como reza el nuevo diccionario popular, no puede hablarse de cese de ningún fuego. Sigue tan encendido como el terror que produce, el daño que causa, la indignación que trae al alma de cualquier persona que aspira a vivir en un país libre de fuego.

¿A los que estamos condenados a muerte por las Farc, o somos, como dicen sus cabecillas, objetivos militares de sus secuaces, el doctor De la Calle nos garantiza que nadie nos va a matar, porque el fuego ha cesado? ¿O una que otra bomba se le puede escapar a algún recalcitrante o mal informado grupo guerrillero? Mientras haya en Colombia un solo amenazado de muerte por las Farc, pregonar el “cese” o pactarlo en esas condiciones, es un disparate o una bribonada.

La devastación ecológica producida por los que se pavonean en catamaranes por las aguas cubanas, no tiene precedente en la historia del mundo. Si alguien sabe que ha cesado la explotación criminal del oro en nuestros ríos, convertidos en mares de lodo, que nos lo diga. Que De la Calle lo cuente, Juanpa lo afirme, Jaramillo lo grite. No ha salido una sola retroexcavadora de nuestras tierras desoladas. ¿Dónde está el cese al fuego?

Y lo último y lo peor. ¿Abandonaron las Farc el negocio del narcotráfico? Si pararon las siembras, los campesinos amenazados ya no raspan la hoja, si no salen a las costas o las fronteras los cargamentos de cocaína, o si al contrario estos delincuentes siguen en las mismas, son cosas que necesitamos saber. Si el narcotráfico es el combustible que alimenta todas las guerras, como lo ha dicho mil veces el Presidente Uribe, tolerarlo a todo vapor es mantener el fuego en plena intensidad.

Paren la barata dialéctica del “cese al fuego”, vendedores de la mercancía de la paz. Y expliquen si son o no parte del fuego las cosas que dejamos dichas. Mientras tanto, tengan pudor y callen. Los colombianos no somos tan imbéciles como creen.

 

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