¿Por qué llaman comunista al que se aparta de la égida gubernamental?

¿Por qué llaman comunista al que se aparta de la égida gubernamental?

Aunque esta costumbre no es nada nueva, vale preguntar si responde al ideologismo social o al populismo

Por: Jose Rafael Ballesteros Hernandez
septiembre 28, 2020
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¿Por qué llaman comunista al que se aparta de la égida gubernamental?
Foto: Pexels

A raíz de un artículo que escribí el pasado 20 de septiembre, en el que hice un análisis crítico a la política agraria de la doctora Elsa Noguera (gobernadora del Atlántico), un colega me escribió resaltando el hecho de que siempre me refería de manera peyorativa a su gestión gubernativa, dando por terminada su afrenta al sindicarme de resentido comunista. Ante esta circunstancia que he podido pasar por alto para que nadie se enterara de ella, he tomado la determinación de aclararle públicamente al colega de marras el porqué de mi postura discordante con la intención gubernativa de la doctora Elsa, porque ya que me atrevo a realizar denuncias y a clarificar situaciones en el campo de la actividad agropecuaria, igualmente considero que debo sincerarme con quienes se toman la molestia de leer mis escritos y también conmigo mismo, pero además porque a mis longevos años ya no me asalta la devoción de aferrarme a fanatismos impíos y desatendidos de toda realidad social.

En nuestra dimensión nacional ha hecho carrera la costumbre de señalar de comunista a todo aquel que se aparta de la égida gubernamental. Cabe señalar que esta costumbre no es nada nueva, como lo atestigua el hecho de que el doctor Alfonso López Pumarejo en su primer periodo presidencial (1934-1938) fuera calificado de socialista por los terratenientes acolitados por la jerarquía católica del país oponentes naturales del liberalismo; esto por la osadía que tuvo de promulgar la Ley 200 de 1936, que reivindicaba los derecho de obreros y campesinos. Este señalamiento polarizó al mundillo político colombiano hasta tal punto que el mismo López Pumarejo en su segunda presidencia (1942-1945), poco convencido de su concepción democrática, promulgó la Ley 100 de 1944, que echaba por tierra prácticamente todos los logros que en favor del campesinado pobre había preceptuado la tan publicitada Ley 200 de 1936.

Sin embargo, la historia actual nos indica que la conducta de sindicar a los adversarios políticos como comunistas y populistas no es solo propiedad de los nuestros politiqueros nacionales; porque hace apenas unos días Donald Trump, actuando en calidad de precandidato a la presidencia de los Estados Unidos, calificó a su oponente socialdemócrata Bernie Sanders de comunista; afirmación que ha sido considerada por la crítica mundial como un desafuero solo proferible por el cerebro alocado y oportunista de Trump.

La historiografía humana nos demuestra con claridad cómo los hombres se han aferrado a idearios colectivistas y a idearios individualistas. También nos muestra cómo a través de los siglos se han evidenciado contradicciones entre esclavistas y libertarios, entre latifundistas y colectivistas, y en la etapa superior del capitalismo aún subsiste la contradicción entre capitalistas y socialistas, aunque en la actualidad no exista el socialismo idealizado por Carlos Marx a comienzos del pasado siglo y todas las facciones de la contienda mundial.

¿Pero cómo es posible que una persona se muestre anuente al ideario capitalista si este en el fondo atenta contra el sentir general? La cuestión radica en que, sea cual fuere el origen social de una persona, ella estará ubicada en uno u otro lado de la balanza política, en virtud de las satisfacciones económicas o ideológicas que uno u otro de los bandos en contienda le brinde. Es el interés o los intereses y no la extracción social la que impone a cada persona una postura política, condicionándola a militar en una facción política, así esta militancia la asuma de una forma consciente o inconsciente.

Se ha evidenciado a través de estudios sociológicos que las personas, entre más individualistas, serán más dadas a diferir de sus congéneres y a comportarse de forma más mezquina. Y estas personas encuentran gran asidero por el ideario capitalista; sistema que ha disuelto violenta y flagrantemente las relaciones comunitarias de vida en que cimentaron su convivencia los pueblos que le antecedieron. Por eso confieso que mi conducta literaria obedece a un ideario fincado en la búsqueda de lo moralmente acertado, partiendo de entender la moralidad como el comportamiento cimentado en las costumbres y normas conducentes al logro de opciones benéficas para el transcurrir social. En tal forma, me he atrevido a censurar pública o privadamente toda gestión o conducta que atente contra el querer y el bienestar general.

Una condición si es clara en los actuales momentos, cuando a nivel mundial el debate por los derechos ambientales se ha ubicado como el epicentro de la contradicción ideo-política, es necesariamente importante que optemos por una postura a favor del medio ambiente o decidir si preferimos compartir la postura de quienes no escatiman esfuerzos por atentar contra el derecho universal de gozar de un medio ambiente sano, al contaminar el aire atmosférico, el agua en sus diferentes circunstancias, al deforestar inescrupulosamente la biomasa del planeta, al producir y aplicar contaminantes químicos de diferentes clases y usos, al desarrollar e impulsar una cultura antinatural que atenta contra la estabilidad de nuestro entorno planetario.

Todos sin miramientos clientelistas debemos abrazar y unificar una postura alrededor de la defensa del medio ambiente, porque la vida presente y futura de todos depende de que en adelante seamos enérgicos censuradores y opositores de los intereses del capitalismo totalitario, que con su avasallante de producción desconoce el interés de la comunidad mundial presente y futura a beneficiarse de los servicios ambientales que le brinda el planeta azul en que nos ha correspondido desarrollar nuestra existencia.

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