Pacífico colombiano: el corazón de nuestras tinieblas

Pacífico colombiano: el corazón de nuestras tinieblas

“En la Costa Pacífica de Nariño el posconflicto está siendo más conflictivo, esta región votó por la paz y necesita una intervención urgente del Estado”

Por: Miguel Castillo Fuentes
mayo 31, 2017
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Pacífico colombiano: el corazón de nuestras tinieblas
Foto: Observatorio Pacífico y Territorio

Durante el año de 2016 recorrí sin parar el río Patía, el río Tapaje y el río Iscuande, todas vías fluviales de vital importancia para la vida de los habitantes del Pacífico nariñense. Por estas aguas cruzaron los primeros negros libres de esta región, todos huyendo de la violencia y explotación del hombre blanco, por esta razón es que los primeros mapas de estas aguas se dibujaron en los peinados que se hacían los hombres y mujeres en sus cabezas, para que solo ellos, y no nosotros, pudieran encontrar su nuevo hogar. En esos primeros tiempos de libertad luchada, el aislamiento era el sueño. El estar lejos de la mal llamada civilización era la única garantía de una vida en paz, pero hoy la realidad es otra. Esta distancia tanto física como social y económica que han sufrido los habitantes del Pacífico colombiano, especialmente del Pacífico nariñense, ha sido el cultivo perfecto para la desigualdad social, el narcotráfico y la violencia.

Lo anterior no parece nada diferente a lo que sucede en el resto del Pacífico colombiano, razones por las cuales el departamento de Chocó y la ciudad de Buenaventura se encuentran en un paro cívico que lleva ya más de dos semanas. La diferencia aquí radica en que de nada sirve que estas comunidades decidan parar con el objetivo de llamar la atención del gobierno y los medios de comunicación por la sencilla razón de que esta parte del país es un punto tan remoto y olvidado que nadie, salvo ellos, sufrirían las consecuencias de una economía detenida. Como ejemplo de esto encontramos las recientes amenazas, vía Whatsapp, de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, quienes en un audio transmitido a la comunidad de Olaya Herrera aseguraban que violarían y asesinarían a toda niña de quince años que encontraran de noche en la calle. Dicho y hecho: entre la noche del nueve y el amanecer del diez de mayo, fue violada y asesinada una niña de quince años. En los noticieros nada de esto se vio, ni siquiera un minuto que mencionara la crítica situación de esta zona una vez la guerrilla de las Farc se fue rumbo a las zonas veredales de transición. El único medio que ha publicado algo al respecto, ha sido El Espectador con un artículo de Alfredo Molano fechado el veinte de mayo, donde denuncia este caso. Una noticia que debería haber causado repudio a nivel nacional fue ignorada porque, admitámoslo, Colombia es un país que ignora la realidad más allá de Bogotá y sus ciudades principales.

Y el silencio viene de mucho tiempo atrás. En la década de los noventa los cultivadores de coca, y la guerrilla de las Farc, llegaron para apropiarse de las extensas hectáreas de tierra virgen que tiene el Pacífico nariñense, porque hasta donde alcance la vista reina el verde de la selva. Allí, en ese paisaje como tomado de El corazón de las tinieblas, aprendieron a coexistir los indígenas, los raizales, los campesinos, los cocaleros y la guerrilla; una extraña convivencia en la que el Estado era una palabra que se prestaba a la imaginación. Y fue así hasta que finalmente arribó ese Estado, pero para iniciar una guerra que iluminaba la noche con bombardeos. Estos bombardeos, principal inversión del gobierno colombiano en estas zonas, se ha detenido en dos únicas ocasiones: la última vez sucedió en el 2016, cuando los diálogos de paz  de la Habana lograron el cese bilateral al fuego; la primera vez, en cambio, sucedió entre los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez, cuando los paramilitares ingresaron en la zona para causar terror por medio de intimidaciones tales como la mutilación, la violación y las masacres indiscriminadas. En esa época el ejército desapareció y por eso mismo las fuerzas del paramilitarismo pudieron hacer lo que quisieron a su antojo. En algunos lugares hubo una resistencia ejemplar, como fue el caso del municipio de El Charco, donde la misma comunidad decidió enfrentarlos, logrando así que se replegaran a otras zonas; en otros lugares, como los puntos estratégicos de los ríos, fue la guerrilla la que diseminó sus fuerzas a sangre y fuego. Fueron cientos los muertos que se contaron en las aguas de los ríos y sepultados en lo profundo de la selva, más allá de los manglares, antes de que los paramilitares abandonaran la región. Cientos de muertos que nunca fueron mencionados por los medios de comunicación, tal como sucede ahora.

Y hoy día parece querer repetirse la historia. Lentamente, pero a ritmo seguro, regresa el miedo a la población, como es el caso del municipio de Mosquera, donde han sido asesinadas varias personas y otras tantas, para evitar ser sorprendidas en la noche, duermen en diferentes casas a la propia; o el caso del municipio de El Charco, donde bandas criminales han surgido a plena luz del día para robar a los comerciantes; o lo sucedido el 28 de abril en Olaya Herrera cuando unos disparos dispersaron al Consejo Noruego para Refugiados, la FUPAD y la Unidad para las Víctimas, quienes realizaban una reunión con la comunidad; o el caso de varios campesinos del municipio de Iscuandé, quienes se han visto obligados a desplazarse a la cabecera del municipio ante el temor de lo que se aproxima. Todo esto ya se sabía porque en múltiples ocasiones la comunidad de la región lo denunció. Tal es el caso de un video publicado en el canal de Youtube de CNC Noticias Pasto el cuatro de agosto de 2016, en el que se muestra a un campesino en una reunión organizada por las Farc en la zona rural de Tumaco, esto como parte de los encuentros pedagógicos para la paz, expresando el temor de esta comunidad por la ausencia de esta guerrilla de sus territorios: “Si llega el Gobierno, y se amnistía con ustedes, ¿cuál va ser la protección de nosotros los campesinos cuando ustedes se nos… se nos abran de la protección que tenemos ahorita en este momento? Porque nosotros nos sentimos respaldados como campesinos por ustedes. Y cuando ustedes hagan la amnistía, ¿nosotros qué vamos a hacer? Porque ustedes nos hablan del campo (y de) muchas cosas bonitas, pero ¿qué vamos a hacer con la protección de nosotros? Nosotros vamos a quedar desamparados. Nosotros vamos a quedar en el limbo, sin saber a dónde coger. ¿Por qué? Porque van a venir otros grupos y nos van sacar de aquí a plomo. Por eso yo quiero saber, como campesino que soy ¿Cuál es la protección de nosotros?”, le dice con valentía este campesinos al máximo comandante de la columna Ariel Aldana de las Farc, alias Leonel Páez. Esto mismo me decía cada persona cuando le preguntaba por el futuro tras el acuerdo de paz. Y esto mismo se le ha informado a cada representante del Gobierno que ha estado en la región por motivo del proceso de paz.      

¿Cuál es la protección de estas buenas personas, señor presidente de Colombia, Juan Manuel Santos? Esto es lo que le pregunto a usted, porque muchas cosas le ha prometido al país y al Pacífico, pero parece que ninguna ha sido cumplida. ¿Seguridad? el ejército que combatió con tanta ferocidad a la guerrilla hoy parece haber desaparecido, o en el mejor de los casos haberse vuelto miope, ante los panfletos y amenazas de los nuevos grupos violentos que han arribado a la región. ¿Desarrollo económico? Difícil decir esto cuando las subestaciones de energía eléctrica continúan sin funcionamiento, permitiendo así los continuos cortes de energía en cada uno de los municipios. ¿Inversión y reemplazo de cultivos ilícitos? Estoy seguro de que la comunidad no sembraría coca si existiera una seguridad para sus cultivos tradicionales, pero ¿cómo hacer esto si no se ha realizado la inversión necesaria en las vías y tampoco se han pactado alianzas económicas que aseguren la compra de estos productos? Y para colmo el Gobierno erradicando coca sin haber antes solucionado estas incógnitas. Un Gobierno mentiroso que quiere noticias positivas. Lo siento, señor presidente, pero hoy Colombia no tiene una noticia positiva más allá del deporte o la farándula de los noticieros de televisión. Y el único responsable de esto es usted mismo, un presidente Nobel de Paz que no hace lo realmente necesario para que esa paz sea cierta en este país. Gracias a sus continuos errores (solo espero que realmente sean errores y no una nueva estrategia calculada de genocidio) Colombia continuará en la guerra, porque el problema primario no ha sido las Farc, sino el abandono y la corrupción en la que cada uno de los gobiernos ha mantenido a esta tierras de los nadies, los olvidados, los siempre invisibles.         

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