Pablo Escobar está vivo en cada niño que lo idolatra

Pablo Escobar está vivo en cada niño que lo idolatra

Y se convierta en rastrojo, prepago o corrupto

Por: Efrain Jose Martinez Meneses
noviembre 21, 2013
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Pablo Escobar está vivo en cada niño que lo idolatra

Mi papá me cuenta que Pablo Escobar era mero bien, que le regaló un barrio a los pobres y también iba a pagar la deuda externa, se imagina profe, todos tendríamos meros carros.

Uff profe, ni tendríamos que estudiar, todos embambaos y con motos- añade otro estudiante.

Y luego más y más aportes del resto del curso sobre el supuesto de que Escobar fuera dueño legítimo (porque ya lo es ilegítimo) de este país.
Solté mi marcador sin terminar una tabla de verdad que estábamos construyendo (burlas de la ironía) y seguí profundizando en el tema porque pensé que solo era una de esas charlas pesadas de mis estudiantes, pero no, todos insistían en las bondades del asesino.

Podia entender que estos jóvenes nacidos a finales de los 90, realmente no tuvieran una idea sensata de la locura que representó y que representa ese personaje, que contaminados con la basura televisiva que vierten en sus mentes los canales más poderosos del país, caígan en la estela mal oliente que ha dejado la subcultura mafiosa en Colombia, pero lo que no lograba calar en mi mente, es que fueran sus padres, los de la generación del miedo, a las bombas, a los sicarios, a las torturas, al desplazamiento, a las violaciones, a la degradación; fueran los transmisores de semejante estupidez. Los miré y les dije en acento Caribe: “Nojoda que péndejos”, rieron, pero se los decía en serio, corriendo el riesgo de provocarles un trauma permanente que los obligara a convertirse en psicópatas, en suicidas, sádicos, guerrilleros, paramilitares o políticos. Corriendo el riesgo de aparecer en noticieros y periódicos amarillistas como un real maltratador y usurpador del bienhechor asistencialismo emocional de la nueva psicopedagogía, y me dedicaran una nota de un minuto o un párrafo donde no me dejarían hablar y exponer mi defensa, porque la nota del reaguetonero de moda, tiene un mensaje para sus bandidos/as, bellacos/as, perros/as, bandoleros/as y gatos/as, y necesitan que en su terrible español llene 15 minutos, que de otra manera serían para el político de turno diciendo que él no se enteró de los muertos y la corrupción. Yo Sería sometido al escarnio público, al rechazo de la sociedad que protege a sus niños de los regaños del profesor, pero que pide bombardeos para los 10 mil infantes reclutados a la fuerza por los grupos armados irregulares, la sociedad que los protege de los regaños pero en rito familiar ven las mismas novelas ensimísmantes y aturdidoras, llenas de jerga pandillera, prostitutas, sicarios y el mercantilismo de la especie.

Aunque todo parezca una diatriba generacional, quisiera escudarme en el rigor científico, y solicitar algo que suena paradójico; la actualización de la historia. Si bien necesitamos que nuestros niños y jóvenes comprendan los afanes de la colonización y la república, la infructuosa lucha criolla por cambiar de amo, los errores pagados con sangre que nos levantaron contra otra nación, mientras que el real enemigo, la avaricia, la codicia y la crueldad siguieron campantes su mandato sobre el pueblo. Necesitamos con urgencia que todas las instituciones como preparación a la paz y como construcción de ciudadanía, enseñen historia reciente de nuestro país, que los futuros constructores de nación comprendan los orígenes de esta irracional guerra, para evitarles que sea un libretista, un canal de televisión avaricioso, codicioso y cruel quien instruya a nuestros jóvenes sobre nuestra situación actual. No son los próceres y presidentes muertos los que están en el pensamiento de los muchachos y muchachas de nuestros barrios periféricos. No más estos esperpentos y mitificaciones vulgares, no más sueños deformes, no más enemistarnos con una benigna idiosincrasia y convertir la cultura en adefesio autodestructivo. Nuestra realidad aunque dura, debe servirnos para independizarnos por primera vez, una pequeña cátedra de paz que muestre los orígenes de las guerrillas, el paramilitarismo, el narcotráfico y la corrupción, sería un buen inicio, un buen despertar para estas generaciones de las verdades virtuales y la retórica insaciable y simplona.

Pablo-Escobar-Novela

Dice en Wikipedia al consultar el término educación: “El proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos”. Parece que nos obviamos un paso en la construcción de la educación Colombiana y es la de partir de la pregunta: ¿Educación para qué?, nos dedicamos a importar todo lo que sacaron los Europeos en materia de educación los siglos pasados y todo lo que se les ocurrió a los gringos en este siglo, si allá funciona y son desarrollados entonces aquí también debe aplicarse a la perfección, sin tener en cuenta que nosotros no necesitamos la educación para volvernos potencia, si no para dejar de matarnos, que nuestro imaginario y nuestra realidad, social, económica y de seguridad son diferentes y afectan la manera en que aprendemos y enseñamos, que no somos pobres si no que nuestra falta de empatía y de solidaridad provoca que la riqueza esté inequitativamente distribuida y eso no depende de la ausencia o sobra de conocimientos, estos son muertos si no traen el alma del país, la carencia de autenticidad y de identidad hacen que la información sea un cadáver para la mente de nuestros jóvenes y por eso rechazan su mal olor, su aspecto de occiso elegante. Llegó la hora de pensarnos una educación Colombiana, sin copias, sin expertos que saben mucho de lo que no nos sirve, como sociedad, con el estudiante, con el profesor, con el campesino, con la ama de casa, sin corrientes, desde el nacimiento, sin miedo a romper completamente con lo establecido.

Monstruos como Pablo Escobar seguirán vivos en cada chico que lo idolatre, en cada chico que se convierta en él, en cada capo, rastrojo, paraco, urabeño, guerrillo, prepago o corrupto.

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