Ni el payaso de Riaño, ni el insoportable Quevedo: El mejor cómico de Colombia es Santiago Alarcón

Ni el payaso de Riaño, ni el insoportable Quevedo: El mejor cómico de Colombia es Santiago Alarcón

Con los Bonobos, obra que se presenta de jueves a domingo en el teatro La Castellana, el actor que hace de Jaime Garzón confirma su buen momento

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enero 26, 2018
Ni el payaso de Riaño, ni el insoportable Quevedo:  El mejor cómico de Colombia es Santiago Alarcón

Vi el primer capítulo de la serie de Garzón con dos piedras en la mano. Estaba dispuesto a tirárselas al televisor.  Nunca vi Germán es el man y, como buen seudo intelectual, juzgo las cosas sin verlas, sobre todo si son de RCN. Muy a mi pesar me sorprendí conmoviéndome e identificando con la interpretación de Santiago Alarcón, llena de matices, de vida, como si tuviéramos de vuelta al verdadero Jaime Garzón. Me volví su fan. Busqué entrevistas viejas que le habían hecho. En Bravísimo luce fresco, como en el patio de la casa, jodiendo con Marcelo Cezán. Un tipo serio, estudioso, que perdió a su papá en la Medellín de los tiempos de Pablo Escobar. La clásica historia del hombre que se sobrepuso a todos los obstáculos. Lo admirable es que en el discurso de Santiago Alarcón no hay ningún tufillo de superioridad, las aires de víctimas no le dan. Ni siquiera le gusta hablar demasiado de los días tristes.  Más bien se queda con el recuerdo de los diciembres felices con sus tíos en el barrio Gratamira, comiéndose, durante tres días y entre una larga fila de medias de aguardiente, un marrano entero.

Esa frescura que transmite Santiago Alarcón en la televisión es todavía más demoledora en el escenario. Anoche lo vi en el Teatro de La Castellana protagonizando Los Bonobos, la comedia del dramaturgo francés Laurent Baffie y dirigida por Johan Velandia. Comprobé que es un payaso absoluto. Payaso en el sentido Felliniano de la palabra. El maestro italiano creía que no había distinción más alta para un actor que ser considerado un clown. Chaplin y Buster Keaton lo eran. Harold Lloyd y Guillieta Massina la mejor. Gesolmina, amada Gesolmina.

El control del cuerpo de Alarcón es absoluto. Es capaz de moverse en cámara rápida, como de 16 cuadros por segundo, la velocidad del cine mudo, frente a nosotros sus humildes espectadores. El desgaste físico no se le nota en la respiración. El público, que anoche volvió a abarrotar La Castellana, no paró de reírse. Imagino la emoción de Alarcón, el hombre que tiene la adicción de escuchar todos los días las carcajadas que provoca.

Si fuera por él sólo haría teatro. La respuesta es inmediata, la risa directa de los espectadores le llega directo a las venas, como un pinchazo de heroína. Hace televisión así sea más aburrido. Hace televisión porque ahí está la plata. De eso vive. Pero un día, no muy lejano, Santiago Alarcón sólo se quedará con las tablas. Él tiene la aspiración milenaria de los payasos: la de hacer reir, todos los días, al público que abarrota las gradas de un circo.

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