Los pecados de Juan Guaidó

Los pecados de Juan Guaidó

"Dejó ir una oportunidad de oro para pasar a la historia como el hombre más importante en la historia reciente de Venezuela". Una mirada

Por: Rafael Jesús Calles Moreno
diciembre 11, 2019
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Los pecados de Juan Guaidó
Foto: Twitter @jguaido

Pocas veces en la historia politica contemporanea de Venezuela un liderazgo inesperado había suscitado tal cantidad de esperanza ante una magullada república cargada de azotes dictatoriales. El surgimiento de una corriente turbulenta con estelas libertarias parecía no estar al alcance de la coyuntura a finales de 2018. Sin embargo, a la democracia venezolana le restaba una última bocanada de aire antes de iniciar su agonía infinita. Contra todo pronóstico el 2019 inició con una hecatombe política de dimensiones desconocidas; el diputado opositor Juan Guaidó asumiría la presidencia de la república de manera interina una vez se consumara la usurpación del poder por parte del dictador Nicolás Maduro. Así las cosas, el milagro que parecía escapar de las manos de divinos y mortales entró en vigor; siendo esta la etapa más difícil del camino. ¿Lo fácil? Llenar una hoja de ruta con pecados y errores inefables durante un tortuoso viacrucis de doce eternos meses. 

La primera falta imperdonable del ambivalente diputado fue, sin lugar a dudas, su ausencia de voluntad democrática en los continuos momentos álgidos del interinato. El postergar su juramentación hasta el dia 23 de enero cuando por mandato constitucional debió producirse 13 días antes y eliminar de toda posibilidad la activación del artículo 187 en la Asamblea Nacional que preside para propiciar una intervención extranjera son muestras claras de la carestía de talante y pundonor. Dichas actuaciones desafortunadas no tienen una explicación distinta a su sometimiento bajo los deseos de una secta política capaz de cohonestar con el régimen por los últimos 21 años; Henry Ramos Allup, Julio Borges, Manuel Rosales, Leopoldo López como figuras rimbombantes encabezan este inescrupuloso grupo. Con el apoyo irrestricto de la sociedad venezolana el respaldo hacia la figura de Juan Guaidó habría sido absoluto, por lo que liberarse de estos tahúres era una cuestión de voluntad propia. En efecto, no sucedió. 

El segundo desacierto del entonces diputado repleto de prerrogativas fue inducir en un laberinto de engaños a más de 60 presidentes del mundo, a quienes vendió la idea que una oposición unida y honesta seria capaz de cesar del cargo a Nicolás Maduro a punta de buenas intenciones. En ese paquetazo ingresaron los presidentes de Paraguay, Chile y Colombia, quienes se movilizaron a Cúcuta el 23 de febrero de 2019 para lavarle la cara a una operación de ingreso de ayuda humanitaria que fue un total fracaso. Tal sería el entramado de mentiras que el señor presidente de Colombia, Iván Duque, se atrevió a decir que el régimen de Nicolás Maduro tenía “las horas contadas”. Lastimosamente pecó de ingenuidad pero claro está, nunca se imaginaría la calaña de los líderes “opositores” que estaban detrás de semejante esperpento. 

El tercer craso error del presidente encargado fue ejercer en carne propia las peores prácticas que por más de 21 años ha enfrentado el pueblo venezolano. Los eventos de corrupción por millones de dólares que estallaron en el manejo de la ayuda humanitaria en la ciudad de Cúcuta, eludir a la prensa y al reclamo nacional con respuestas sarcásticas al mejor estilo Diosdado Cabello y enunciar sapos y culebras usando un lenguaje grosero en lo más alto de la Asamble Nacional reviven los peores sentimientos de la dictadura. En consecuencia, la figura de Juan Guaidó se desinfló por inercia ante sus desafortunadas decisiones y actuaciones, donde reflejó lo opuesto a lo que debía ser, la cara de la moneda que no debía caer; el lado oscuro que nunca debió surgir. 

Cada una de estas acciones que en su momento fueron controvertidas por un alto nivel de popularidad y una opinión pública sesgada han quedado hoy en evidencia, como parte de la serie de engaños provocados por Guaidó y sus secuaces para usufructuar a la sociedad venezolana. Hoy sabemos que el encapuchado que ingresó al hotel lido el 22 de enero a reunirse con Diosdado Cabello sí era Juan Guaidó, que su ingreso por el aeropuerto Simón Bolívar sin ningún contratiempo luego de su gira internacional era parte de la componenda. Es evidente que su gira nacional, como si de campaña presidencial se trataba, fueron los 5 minutos de gloria para un diputado que será cesado; que su “secuestro” de 30 minutos el día 13 de enero no fue más que una maniobra para inflar su popularidad. 

El tren de las oportunidades tocó una y otra vez su bocina ante la puerta del presidente Guaidó, intentando que subiera al vagón del cambio, de la reestructuración nacional, del futuro promisorio y la democracia. Al final, solo quedó una estela de dolor, desesperanza y crisis en un país que enfrenta un 2020 repleto de circunstancias adversas. Juan Guaidó dejó ir una oportunidad de oro para pasar a la historia como el hombre más importante en la historia reciente de Venezuela. Peor aún, privó al país de alcanzar la democracia que por tanto tiempo ha luchado.

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