Los reyes de la rumba swinger en Bogotá

Los reyes de la rumba swinger en Bogotá

Los empresarios que llevan 21 años compartiendo sexo con otras parejas hoy son los duros de estas costosas fiestas donde las orgías son la principal atracción

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agosto 20, 2021
Los reyes de la rumba swinger en Bogotá

En un mes Anggie y Juan se van para Cancún. Van con 18 parejas más. Van para un hotel de lujo a jugar en medio de sexo. Todas son parejas que buscan satisfacer sus fantasías con otras parejas. Anggie, Juan y las 36 personas ya confirmadas son swinger. Intercambian a sus esposas y esposos durante sus relaciones sexuales. En sus redes sociales también se identifican como una pareja cuckold. Un término nuevo que identifica a aquellos hombres que les gusta ver a sus esposas teniendo sexo con otros hombres sin que él participe. Juan y Anggie no solo se divierten dentro de su estilo de vida. También le sacan provecho económico. Desde hace 18 años son empresarios de fiestas swinger.

Llevan 22 años juntos. Se conocen hace 24. Entraron por curiosidad. Se quedaron. Fue una curiosidad mutua que les nació al mismo tiempo. Querían probar otros cuerpos y calmar fantasías con el permiso de cada uno. Hablaron. Planearon. Investigaron. Se lanzaron. Primero buscaron parejas a través de Internet y luego en bares swinger.

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No fue fácil coincidir con una pareja que a los dos les gustara. Descartaron muchas. Dar el paso llegó un par de meses después de haber abierto las puertas de su liberación sexual. Se dio en un bar swinger del norte de Bogotá. Luego de una conversación agradable, un par de tragos, y la aprobación de ambos, los cuatro se compartieron entre sí. Ella con ella y luego ellos con ellas. Fue hace 21 años.

Aclaran que la sexualidad entre los dos siempre ha sido excelente. No abrieron su sexualidad a otros por arreglar algo dañado. Lo hicieron para reforzar su gusto por el sexo y por ver disfrutar al otro. —Si una pareja entra para solucionar una sexualidad deteriorada, ya comenzó mal—, dicen. También aseguran que este no es un lugar para todos. Hay que tener la mente muy abierta. Hay dos palabras que no dejan de pronunciar, como si fuesen parte de su máxima: respeto y comunicación.

Los celos han aparecido en varias oportunidades. Pero no son celos por el cuerpo tocado o penetrado. Son celos por aparentes sentimientos que pueden aparecer en medio del jugueteo sexual con desconocidos. Pero no ha sido nada que no hayan solucionado con el uso de sus reglas: respeto y comunicación.

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Anggie y Juan, un estable matrimonio de 22 años, están metidos en el mundo swinger desde hace más de 20. Empezaron con un bar swinger en el norte de Bogotá y ahora arman costosos paseos para disfrutar de los encantos del sexo en grupo.

Un par de años después de haber dado el paso y ante la escaza oferta de buenos lugares para que las parejas swinger rumbearan, sacaron a flote su alma de emprendedores. Juan, un exalumno del Gimnasio Moderno e ingeniero industrial y Anggie, administradora de empresas, montaron en 2003 el bar ADN swing bar, un lugar en la zona rosa de Bogotá que fue muy famoso en la noche de rumba capitalina para parejas swinger. Duró cinco años. El concejal conservador Francisco Noguera les hizo la guerra. Los obligaron a cerrar en 2007.

Juan y Anggie hablan de sexo sin tapujos. Hablan de poses y orgías con tranquilidad. Juan se ríe cuando va contando cómo son los hombres que le gusta a su esposa tener en la cama. Dice que le gustan altos, de cara bonita, atléticos, pero no fornidos y deben ser buenos conversadores. Anggie también describe que las mujeres con las que Juan juguetea sexualmente son bonitas, de senos grandes y ojalá de cabello crespo. Ella es más exigente que él. Dicen que una de las normas para participar en sus eventos es que la pareja que quiere ingresar sea realmente una pareja estable. No aceptan a un hombre que vaya con una prostituta –no sería justo con las parejas que realmente entregan su esposa o su esposo esperando lo mismo-.

El ingeniero y la administradora, quienes viven de la venta de casas y apartamentos y oficinas, no se quedaron quietos. Se volcaron a las fiestas. Se convirtieron en los reyes de las rumbas privadas en Bogotá. Llenas de lujuria y mucho sexo grupal. Las reuniones de los esposos, que para la fecha ya eran padres de dos de sus tres hijas, eran las más buscadas. Sus fiestas, así como sus viajes, no son baratos. Siempre caracterizaron sus reuniones para estratos altos. Para personas de un buen nivel socio cultural. No reciben cualquier perfil. Y eso es parte de su éxito. El objetivo es que sus clientes se sientan cómodos. Una pequeña entrevista les muestra quién es la persona que quiere estar en su círculo, en el que según lo dicen hay empresarios, profesionales, artistas, la mayoría de ellos con un buen poder adquisitivo. Tienen clientes que van desde los 25 años hasta los 50. La entrada a cada una de sus fiestas en Bogotá, con trago, preservativos, show central, y otros extras cuenta en promedio $400 mil. Si el cliente quiere beber whisky puede pagar unos $500 mil.

Junto a las fiestas empezaron a organizar viajes a hoteles lujosos. Llevan 18 años en un próspero negocio que es una combinación entre turismo, organización de eventos y sexo. Aunque la rumba swinger les deja buenas ganancias, ser los anfitriones de esas fiestas y paseos al extranjero atravesados de orgías no lo hicieron por dinero. Su negocio de finca raíz es la base de su economía. Juan y Anggie pertenecen a un estrato socioeconómico alto. Hacen las fiestas por pasión al estilo de vida swinger. Dicen que tener el control de las reuniones les garantiza la calidad del evento que a ellos les gusta, así como la selección de personas que asisten, que para ellos es lo más importante.

Su primer viaje swinger lo hicieron a Cartagena en 2007. Fue un éxito. Fueron 90 parejas. Alquilaron todo un hotel. Fue un fin de semana donde sexualmente pasó de todo. A Cancún, donde hoy representan tres hoteles dedicados a este tipo de reuniones sexuales (Desire Pearl, Desire Riviera Maya y Temptation), han ido ocho veces. También han hecho fiestas en el hotel Hedonism II, en Jamaica. A cada viaje al extranjero va un promedio de 20 parejas. El próximo septiembre volverán al Temptation de Cancún. La rumba con hospedaje, licores, comida y condones ilimitados cuesta $12 millones. Ya hay confirmadas 18 parejas.

Juan y Anggie confirman que dentro del universo swinger hay millones de parejas. Solo en sus redes sociales tienen más de 40 mil seguidores. En sus fiestas y los viajes todo está permitido, menos la drogadicción y la prostitución. La única condición para poder participar es respetar las decisiones de los demás. Un no es un no y no hay nada más después de aquella respuesta. Todas las posiciones y todas las formas de tener sexo deben estar avaladas entre los que participan. Son pocas reglas, pero sí o sí se hacen respetar para pasarla bien dentro de una práctica sexual que aún se mantiene en secreto y que se realiza en cofradías con las que los reyes de la rumba swinger se divierten y de paso se ganan unos cuantos millones.

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