Los embustes del liderazgo gerencialista

Los embustes del liderazgo gerencialista

Una de sus más grandes mentiras es la que sostiene que quien sabe hacer dinero para sí mismo podrá hacer dinero o pensar en el bienestar general

Por: César Arturo Castillo Parra
diciembre 19, 2019
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Los embustes del liderazgo gerencialista
Foto: Pixabay

A lo largo de la historia los científicos han demostrado que es posible sostener teorías falsas por siglos o décadas, como lo hicieron con los cuentos del flogisto y el éter, pero lo interesante es ver cómo algunos individuos, en un momento dado, se atreven a pensar de manera distinta para intentar demostrarle a la mayoría, que están equivocados. Aunque muchas veces ese atrevimiento lo han pagado incluso con la vida misma en la hoguera o con el desprecio colectivo.

Hoy, debido a los últimos desarrollos del sistema capitalista, la doctrina dominante es la que tiene que ver el liderazgo gerencialista y la masa está tan engolosinada con toda la "tecnofraseología" que la acompaña que es imposible hacerle entender a los eruditos, que en realidad estamos nadando en un mundo de mentiras como aquella del flogisto. Así sucede porque los sistemas de poder funcionan gracias a que logran hacer que las personas solo puedan pensar en lo que les es permitido pensar. La hegemonía del sector dominante consiste precisamente en lograr que la gente se sienta a gusto tratando de formar parte de aquello que los otros hacen e intentando sacar algo de provecho de la moda. Eso sin importar que “a los demás”, que puede ser la mayoría de las personas, no les vaya bien.

Los que se dicen expertos en management predican que el bienestar social es posible si logramos que todos los individuos, con la genialidad innovadora, se hagan emprendedores como los grandes millonarios, que han aprendido a convertirlo todo en oportunidades de negocio. Muchas personas creen en eso, tanto que logran montar su negocito y aunque nunca conquistan la solvencia económica se sienten orgullosos de haber llegado a ser, al menos, hinchas de Millonarios.

Es innegable que los conferencistas de las teorías de superación personal son muy buenos vendedores de sueños, aunque, cuando nos cuentan las historias fantásticas de emprendedores famosos, van dejando en el aire la idea de que la pobreza de la inmensa mayoría de los individuos se debe a la pereza, a la falta de verraquera o audacia. A los egresados de carreras como administración de empresas, los expertos les hacen creer que todos están listos para ejercer el liderazgo, que son emprendedores y están capacitados para manejar o crear hasta grandes empresas trasnacionales, pero cuando van a la realidad se estrellan con la complejidad de las razones históricas o sociológicas que reproducen la inequidad.

En Colombia, por ejemplo, tenemos que mientras los hijos de los ricos se pueden formar en las mejores universidades del mundo y regresar a trabajar en la empresa de papi, a la clase media le toca las universidades de mediana calidad, a plebe afortunada le corresponde la “educación para el trabajo” y al resto, la universidad de la calle. Los primeros llegan a ser audaces dirigentes políticos y gremiales dotados de iniciativa celestial, a las clase media le corresponde el rol de luchar por el ascenso social en los puestos de mediana importancia socioeconómica, a los peones les queda la tarea de aprender a obedecer con humildad y los últimos no logran salir del círculo vicioso de la miseria y la delincuencia.

Dentro de las grandes mentiras del gerencialismo también está la que sostiene que quien sabe hacer dinero para sí mismo podrá hacer dinero o pensar en el bienestar general. Lo sorprendente es que a pesar de las consecuencias nefastas de los liderazgos plutocráticos la ilusión continúa y se renueva en cada periodo electoral. Ser un líder convencional, defensor de statu quo, es relativamente fácil, por cuanto solo tiene que irse acomodando a las circunstancias, seguir la partitura de las élites y saber llevar a las masas por un camino sin sobresaltos, entre las boberías tradicionales y el jolgorio farandulero. De otra parte, lograr el liderazgo político y social de las clases sociales sometidas a la explotación no es una tarea que cualquiera pueda alcanzar de la noche a la mañana porque es sumamente exigente, pues se debe estar en formación socio política constante para poder actuar con coherencia y lograr, desde el pensamiento crítico, evaluar o visualizar lo no permitido, aquella realidad alternativa que se quiere construir. Como el poder que las oligarquías han construido dentro de las estructuras sociales y sobre la ignorancia de las masas durante siglos no está a la vista de todos, le corresponde a los que ejercen el nuevo liderazgo, desenmascárarlo y transformarlo para poder cambiar la realidad. Pero no se debe olvidar que las oligarquías con algunos de sus fieles servidores de la clase media, también se van reinventando y mimetizando entre los falsos salvadores del pueblo.

 

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