El mundo no terminaba de entender lo ocurrido en París cuando desde Moscú ya se hacía uso del acto terrorista para señalar la errada política exterior de la Alianza EAIF (Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia) y, sin hacerlo obvio, dejar en el ambiente la idea de que lo ocurrido era una consecuencia de los pecados cometidos en Siria por la alianza, logrando de paso, reafirmar la posición propia en dicho territorio.
Sin importar el bando, forma o aliados, todo aquel que interviene en medio oriente tiene interés en sus recursos energéticos. Esa verdad de pasillo de los análisis internacionales subyace cualquier noticia sobre naciones occidentales en ese territorio. Desde septiembre, cuando Rusia en Alianza con China, decidieron iniciar su intervención directa en Siria, con apoyo al Ejercito de dicho país y bajo la premisa de la exterminación del terrorismo para dar paso a una transición democrática liderada por el Gobierno de Al Assad, se ha calificado tal hecho como una actitud desesperada por parte de ‘El kremlin’ para mantener sus alianzas en el Medio Oriente, tradicionalmente opositor a Estados Unidos.
Y es que tras el derrocamiento de varios dictadores en esta zona del mundo, gracias en parte al apoyo manifiesto o subrepticio de Estados Unidos y otras naciones, con armamento y dinero, así como el fracaso de algunos de los gobiernos que surgieron; Rusia vio como su influencia en la zona disminuía y encontró en Siria una forma de mostrar que militarmente está lejos de estar acabada y que su influencia no ha terminado. Por su parte, China, que no tendría mayores intereses en la zona, ha encontrado allí la oportunidad de probar arsenales propios y de uno de sus principales proveedores a quien acompaña en ésta “aventura”.
Así pues, en Siria, se han dado dos frentes, uno compuesto por Rusia y China, que apoyan al ejército y consideran que Al Assad debe guiar la transición democrática y el otro, conformado en uno solo por Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Francia en lo que se ha denominado la Alianza EAIF, y que realmente, no ha sido más que el apoyo de otros tres a la visión de Estados Unidos y a su actitud caprichosa de derrocar si o si y bajo cualquier manera a Al Assad, incluso manifestando su apoyo público a organizaciones calificadas tibiamente como de oposición pero que cuentan con alianzas non sanctas que llegan incluso hasta Al Qaeda y otras facciones de extremismo. Lo cual ya se ha señalado internacionalmente como un error, pues no se puede legitimar un tipo de terrorismo y otro no.
La premisa que poco a poco se ha ido planteando en el escenario internacional, es que el extremismo islámico ya no es cuestión de unos pocos labriegos y campesinos unidos a quienes prometen un mejor modo de vida, ni siquiera eso. Son personas de todos los niveles educativos, muchos de ellos educados en Europa, que ven en éstos grupos una forma digna de lucha ante la posibilidad de perder sus recursos y tradiciones. En diversos momentos de la historia ha sido probado como el resentimiento inteligentemente dirigido, hace que amplios grupos de población terminen por aceptar y apoyar hechos como un mal necesario por un fin determinado.
La visión del medio oriente como un botín ha dejado en claro que sus recursos energéticos han sido, contrario a lo que debiera, una tragedia con una historia de intervenciones internacionales en su territorio para hacerse al control de los mismos. La Alianza EAIF desea tener una posición segura allí, que le permita a sus empresas ingresar y consolidarse en ese mercado y Rusia por su parte, mantenerse como aliado y en muchas maneras proveedor. El elemento relativamente nuevo desde hace varias décadas, en el marco de estos intereses consabidos, es que ahora los grupos locales (principalmente extremistas islámicos) tienen un interés de primerísimo orden en esos recursos, no sólo como un argumento de defensa política, sino también como una chequera que conviene al impulso de su ideología político-religiosa, encuentran en el control de esos recursos naturales, la mejor forma de implementar su plan de dominio y, principalmente, de venganza contra las naciones occidentales que tradicionalmente han intervenido allí.
Desde la primera década del Siglo XXI el discurso de la lucha contra el terrorismo ha legitimado muchas de las acciones que las alianzas de países occidentales han llevado a cabo en Medio Oriente; lo que éstas pasan por alto es que desde hace años allí mismo hay una variante de ése discurso pero contra Occidente, lo que, para el grueso de los pobladores del medio oriente, a quienes las acciones bélicas en su territorio por parte de las naciones occidentales son la primera muestra de lo que ellos entendieron como terrorismo, les brinda el sustento ideológico para afiliarse o apoyar publica o privadamente las acciones de estos grupos que en lo publicitario libran una guerra contra un occidente que se niega a aceptar su estilo de vida y que se quiere apropiar de sus recursos.
Difícilmente la idea del estilo de vida occidental tenga calado en Medio Oriente algún día y en tanto eso no ocurra, la resistencia será absoluta a toda intervención, para su población es más seductor ser gobernados por un extremista, que por un Presidente de Bolsillo de Occidente.
Epilogo
Tras lo ocurrido en París, a Estados Unidos y sus aliados les queda moralmente imposible criticar la acción de Rusia en Siria. Ya se habla incluso de un frente común contra el terrorismo en esa nación, como lo reclamó Al Assad desde hace tiempo. Parece ser que a Estados Unidos nada de lo que intenta en Medio Oriente, le sale bien.
