Desde una perspectiva crítica, los resultados de las elecciones del pasado domingo 26 de octubre permiten realizar algunas interpretaciones relevantes sobre el panorama político nacional. En primer lugar, se evidencia que los sectores de derecha no se encuentran, por ahora, en condiciones de consolidar un liderazgo único ni de definir un candidato presidencial con suficiente respaldo. Por su parte, los aspirantes del centro observan con preocupación el avance sostenido de la izquierda en el país, especialmente tras los resultados de esta consulta interna, que dejaron ver las fortalezas y debilidades de cada sector con miras a las elecciones legislativas de marzo próximo y presidenciales en mayo del 2026.
Un hecho llamativo fue la ausencia de algunos candidatos cercanos al presidente Gustavo Petro entre los primeros puestos de la lista cerrada. El representante a la Cámara David Racero, por ejemplo, no logró ubicarse entre los veinte primeros lugares para la lista cerrada al senado de la república, mientras que emergieron nuevos nombres, como el de Martín Alonso Caicedo Carabalí. Estos resultados permiten prever un reacomodo interno dentro del movimiento del Pacto Histórico y posibles ajustes estratégicos antes de las elecciones generales.
De acuerdo con los datos preliminares, más de 2.700.000 ciudadanos participaron en esta jornada. Si se mantiene la tendencia, y teniendo en cuenta que en marzo se dispondrá de una maquinaria electoral más, se estima que la izquierda podría alcanzar alrededor de 3.000.000 de votos, lo que le permitiría obtener aproximadamente 22 curules en el Senado. Sin embargo, figuras políticas como J.P. Hernández y Abelardo de la Espriella han afirmado que los resultados no fueron del todo favorables para la izquierda, argumentando que no se logró movilizar a la totalidad del electorado habilitado, compuesto por cerca de 39 millones de votantes. Históricamente, solo entre el 35 % y el 40 % de los colombianos participan en la elección presidencial, lo que limita cualquier interpretación absoluta sobre los resultados actuales.
La gran incógnita política es si una izquierda sin la figura de Gustavo Petro podría volver a conquistar el poder. En el contexto actual, Colombia cuenta con un candidato de izquierda, tres de centroizquierda y cerca de noventa aspirantes de derecha, muchos de ellos a la espera del respaldo del expresidente Álvaro Uribe y del Centro Democrático. La derecha enfrenta el desafío de unificar sus fuerzas detrás de un candidato único, tarea que no parece sencilla, dado que figuras como María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín o Miguel Uribe Londoño no logran consolidar el respaldo suficiente entre sus bases.
En este panorama, la candidatura independiente de Abelardo de la Espriella, apoyada por sectores afines al uribismo y por reservas activas de las Fuerzas Militares y de Policía, representa una alternativa emergente dentro del espectro de derecha. Sin embargo, su reto principal radica en conquistar el voto joven, estudiantil y rural, sectores tradicionalmente más cercanos a las propuestas de izquierda. Otro posible contendor es Sergio Fajardo, quien, pese a su reconocimiento nacional, continúa siendo percibido como un candidato indeciso o “tibio”, lo que históricamente ha debilitado sus aspiraciones presidenciales.
Por otra parte, una eventual reaparición política de Armando Benedetti y Roy Barreras podría alterar significativamente el escenario. Si ambos logran reactivar sus maquinarias regionales y consolidar estructuras locales, podrían impulsar nuevos movimientos o reforzar alianzas dentro del actual gobierno. No obstante, para amplios sectores de la población, la actual administración no ha logrado materializar el “gobierno del cambio” prometido, manteniendo en gran medida las prácticas tradicionales de clientelismo y burocracia.
Por otro lado, desde la óptica de los partidos tradicionales y los sectores de derecha, la principal preocupación radica en la falta de organización y comunicación política efectiva. Muchos dirigentes continúan subestimando el papel de las redes sociales y de los nuevos liderazgos digitales, mientras que el Pacto Histórico ha incorporado figuras provenientes del ámbito mediático y de plataformas digitales, lo que refuerza su conexión con audiencias jóvenes. Este fenómeno anticipa un cambio en la composición del Congreso, que podría parecer, en tono metafórico, una “casa de los famosos”, donde la política y el espectáculo confluyen en una nueva forma de representación pública.
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