La pelota del negro

La pelota del negro

Por vueltas de la vida y sin querer terminó jugando baloncesto. Su amigo, quien escribe esta nota, se entera en una charla

Por: alejandro castro romero
abril 10, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La pelota del negro

Yo siempre he dicho que en mi vida todo me lo he encontrado en la calle…las oportunidades y todo se lo encuentra uno por ahí.

El barrio El Prado, de Barranquilla, fue la primera urbanización que se construyó en Colombia, de la mano de un gringo de apellido Parrish, que vio en una hacienda la posibilidad de crecimiento urbanístico que ningún colombiano había apreciado. En este barrio de mansiones enormes y calles trazadas de acuerdo a la dirección de los vientos hay una esquina, que si bien resulta típica en la costa caribe, es un poco extraña para este barrio cachetudo. Venden fritos de toda clase, carimañolas, arepa e huevo, buñuelos de frijol, arepa dulce y empanadas de carne, todo acompañado con el suero que aman tanto los costeños como lo odiamos los cachacos. Además, se consiguen deliciosos jugos para bajar los fritos, de corozo, guanábana, el patillazo y limonada de coco.

En esta esquina nos sentamos con Carlos y mi esposa. Ya eran como las nueve de la noche y la brisa invitaba a tomar algo y dejar que la conversación cogiera el rumbo que le diera la gana.

—  ¿Qué van a tomar?

—  ¿Va a gastar negro?

— Como siempre, aproveche mijo…

Mi esposa me mira y espera que yo pida para pedir lo mismo.

— Ummm, si así es la vaina entonces deme un jugo de guanábana y una arepa e huevo, y tu mi amor?

— Lo mismo, así está bien.

— Listo, a mí por favor una carimañola y un jugo de corozo.

Carlos es mi primo, y se vino a vivir a Barranquilla con la esposa por cuestiones laborales, como en el 2005. Como buenos cachacos ya se creen “quilleros”, no se pierden carnaval y aman al Joe Arroyo.

— Oiga negro, ¿cómo se ejercita acá?, ¿ha vuelto a jugar baloncesto?

— No hermano, no he podido, desde que me operaron los meniscos paila, y me hace falta, pero es imposible…

—Oiga, ¿usted cómo fue que resultó encarretado con el baloncesto?, ¿cómo fue que empezó a jugar esa vaina?

Carlos se echa hacia atrás en la silla y toma un sorbo de jugo, como tomando impulso para empezar a contar la historia…

— Yo siempre he dicho que en mi vida todo me lo he encontrado en la calle, las oportunidades y todo se las encuentra uno por ahí… Resulta que un muchacho que se llamaba Óscar Gutiérrez pensaba que porque yo era negro podía ser buen deportista, eso me lo contó años después…

— Como un estereotipo…

— Sí, entonces se me acerca este muchacho Óscar y me dice: "oiga hermano, por qué no entra a estudiar al colegio Pío, y se mete al equipo…". Me pareció bacano porque dije ¡voy a jugar fútbol! ¡Qué chimba! Entonces el man me ayudó a matricular, eso fue como en el…

— Oiga, pero ¿quién era este pelao?, ¿qué hacía en el colegio?

— Era del equipo de baloncesto del colegio, un estudiante… pero nunca me dijo que jugaba era baloncesto…

— Pero espere, no entiendo ¿usted estaba sin estudiar?, estaba era camellando…

— Yo trabajaba en construcción, tenía trece años, ya llevaba dos años trabajando sin estudiar. Entonces vi a mi hermano ya en bachillerato y con las amigas que se gastaba, niñas del colegio del Rosario. El circulo de amigos del man eran niños bien, digamos, y mis amigos eran gente de construcción y eso a mí como que hubo un momento en que dije, jueputa, ¿cómo así?, pero pues no me frustraba…

Entonces dije, voy a validar la primaria, y había una vaina que se llamaba Plan Nacional de Educación Simón Bolívar… entonces valido la primaria y entro a los catorce años a hacer primero de bachillerato.

— Ya viejo…

— Sí y decido estudiar de noche porque de todas maneras a mi la plata me gustaba un poco. Entonces ahí es cuando me encuentro con este man, Óscar, y me dice, estudie en el Pío, para que juegue con nosotros, y el man me ayudó a matricular y todo.

Un día el man llega a las seis de la tarde, cuando yo iba a entrar a estudiar, y me dice, el lunes vamos a empezar los entrenamientos y usted tiene que ir, yo le dije hermano, pero es que yo trabajo, me dijo, haga el esfuerzo chino, entonces pedí permiso en el trabajo y dije, pues voy a ir a ver qué.

La esquina donde está ubicado el negocio de los fritos, queda en la carrera 59 con calle 66, el local es un antejardín, con varias mesas y mucho movimiento y una música un poco estridente, que dificulta mucho el poder conversar.

— Cuando yo llego al colegio, el entrenamiento era de baloncesto… y yo dije, no marica, yo que voy a jugar un juego pa' niñas, mi ilusión siempre era jugar fútbol y ahí me frustré un poco, y dije que mierda yo ya no voy a estudiar, mi meta era estar en el equipo de fútbol y no… suerte. Entonces, conozco al profesor y el man se me emberracó y me dijo: es que le ayudamos a entrar a este colegio fue para que jugara baloncesto con nosotros. A mí me dio miedo y le dije, listo voy a ir a jugar.

Había veinte muchachos entrenando y yo era el más torpe de todos, porque nunca había cogido un balón de baloncesto, entonces, caminar, sencillamente caminar, y pivotear era absolutamente difícil.

Por eso decidí, no voy a volver al colegio y me dediqué a trabajar y ya, no volví más al colegio. Cuando un día llegan Oscar y el profesor a mi casa, y me dicen, oiga chino qué le pasó, vuelva, vuelva, hágale… Y volví a un entrenamiento por la tarde, y estaban todos los que estudiaban de día, y vi como un panorama diferente, de conocer amigos y dije bueno, hagámosle.

— ¿Oiga aquí no venden tinto?— Le pregunté a mi primo.

— Mmm no creo, oye ¿tienen tinto?

— No señor, solo bebidas frías.

— Bueno, gracias.

— Y, ¿qué?, ¿entonces empezó a practicar el baloncesto?

— Todo esto fue como en julio, y en agosto empezaba el campeonato intercolegiados, entonces, me quedaba como un mes para aprender a jugar, cosa que era imposible. Empecé a entrenar, yo hacía todo lo que podía, hacia la preparación física y los fundamentos del baloncesto.

Y empezaron los intercolegiados y a mí me llevaron ahí del montón. Primer partido maestro, jugábamos contra el Seminario Mayor de Chiquinquirá, y yo ahí en la banca haciendo fuerza por mi equipo, y entonces un chino se jodió una mano, y voltea a mirar el entrenador a la banca y dice: ¡Negro empiece a calentar!

¡Que estres tan verraco! Claro, que yo ya sabía, más o menos donde pararme, y me dice el man, haga de poste. Los postes son los más altos y yo mido un metro setenta y dos, el otro poste era Umaña que mide un metro ochenta y cuatro… yo era el más bajito del equipo.

Y empezamos a jugar parce, lanzó el equipo contrario, y me levanto, y gano el rebote, y me gané como cuatro o cinco rebotes y me di cuenta que saltaba más que todos. Yo cogía el balón en el rebote ofensivo o defensivo y se lo pasaba al armador, como yo no podía driblar ni sabia lanzar entonces yo lo entregaba siempre, tín, tín y tome.

Ahí me di cuenta que saltaba más que todos. En el último año que jugué saltaba del piso más de un metro veinte, pasaba el aro como por treinta centímetros. El cuento es que ahí me enamoré del baloncesto, porque me di cuenta que era mejor que los demás en ese aspecto, que tenía algo que me servía. Luego me pusieron un tutor, que fue Óscar Gutiérrez, pero me enseñó solamente fundamentación. Aprendí las cosas fundamentales como en seis meses.

Y en ese campeonato intercolegiados quedamos campeones, maestro, medalla de oro.

— ¿En Chiquinquirá?

— Nooo, en Boyacá, el campeonato era a nivel departamental. Y luego me llamaron de la Liga de Baloncesto de Boyacá y seguí trabajando solamente en las falencias que tenía. Y a partir de ese momento empecé a pensar que estudiar era bueno, aunque yo como estudiante era muy malo… era muy, muy malo, era una bestia absolutamente, perdí octavo, perdí décimo, y repitiendo décimo decidí pasarme a estudiar de día. Tenía diecinueve años y un hijo de dos años.

Decidí estudiar de día, y vivir una vida de estudiante, dije si mi hermano estudia de día yo también quiero estudiar de día, y ser un estudiante vago como todo el mundo.

Entonces en la Liga de baloncesto de Boyacá nos ponen un entrenador para la cosa física, un entrenador para toda la preparación táctica, y una psicóloga. Y esa vaina me cambió absolutamente todo, toda la vida, absolutamente.

Una de las vainas mas bacanas fue la disciplina, a partir de ahí yo soy disciplinado, siempre termino lo que me propongo hacer, así me demore diez años, no importa yo lo termino. Después de cada partido el entrenador hacia una reflexión de la cosa táctica y técnica del partido, y la psicóloga como una reflexión acerca de lo que significaba ese partido con respecto a la vida… a la vida de uno, y eso era… jueputa. Resulta que, jugando un campeonato, y yo siendo uno de los jugadores más importantes del equipo, me empute, le pegue a un man y me expulsaron, y perdimos por mi culpa, por mi expulsión.

Entonces la vieja me dijo unas cosas, hermano, unas cosas que siempre pienso en eso, me dijo, la vida es como un partido, y en el baloncesto usted puede cometer hasta cuatro faltas, a la quinta lo expulsan. Y si la falta es muy grave lo expulsan de una. En su vida cuando usted comete errores, seguramente va a tener otra oportunidad, y más oportunidades, con el riesgo que va a cometer siempre los mismos errores. Pero si usted se equivoca de forma grave en su vida, es probable, que eso le cueste demasiado, hasta la vida misma. Siempre hay que pensar y siempre, hay que ser prudente en las cosas de la vida, siempre.

Otra cosa que me enseñaron, era que no me preocupara por ser bajito, me decían, usted la estatura la va a suplir con otras cosas, no le agache la mirada a un man de dos metros.

Y entonces, Sprite organiza la copa Sprite de baloncesto, que nace en ese momento, en 1989. Y yo juego con seis manes de la selección Colombia, siendo el único representante de Boyacá en ese equipo, y para mi fue… lo máximo. Jugué al lado de un man que se llamaba Guido Mosquera, Luis Murillo, Pedro Ocoró.

— Ese Murillo era muy bueno.

— Para mi era dios, y salí a jugar con ellos, claro yo ya estaba preparado, mental, físicamente, y todo como deportista.

En once traté de aprender a leer, a escribir, a ubicarme ya en lo académico, porque ya sabía que el cuarto de hora se me acababa. Mi primer entrenador siempre me decía: "chino, no se vaya a quedar jugando baloncesto únicamente, estudie porque la vida deportiva, porque le dure, le durara cinco años, o seis por mucho, usted es muy pobre, y jugando baloncesto no va a conseguir nada, no va a hacer plata, estudie y trabaje". El man me lo decía así, y a veces me dolía, pero pues era la verdad.

— Un buen consejo

— Esos eran los consejos del man, hoy en día me llama, me ha llamado varias veces.

Para mí era un reto jugar baloncesto, no por ser deportista… no por querer ser deportista, sino por querer superar una falencia que creía que tenía, y era la estatura para jugar baloncesto, claro, si yo juego fútbol, de pronto hubiera sido perfecto, porque tener un metro setenta para jugar fútbol era más fácil.

Y cuando decido estudiar arquitectura, lo decido para ser profesional y no para ser arquitecto… fue un reto de vida, hoy en día, si no tengo una obra y si no tengo trabajo como arquitecto no me importa, eso no es importante para mí.

La música estridente sigue, suena el centurión de la noche del Joe, me terminó de tomar el jugo de guanábana, que ya está caliente, pedimos la cuenta, y yo amago a pagar como buen cachaco. Le doy las gracias al negro, más que por las frituras y el jugo, por la historia que no le conocía y por permitirnos adentrarnos un poco en su recorrido de vida.

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