¿LOGRAR LA PAZ POLÍTICA es posible en un país como Colombia? Nada es imposible, pero el tema tiene detractores que la denigran, como también soñadores que la desean. Me ubico en el grupo de los soñadores.
Buscar la paz política o realizarla con los actores armados son dos cosas diferentes, aunque las dos tienen aristas que necesariamente desembocan en una connotación política. Buscar la paz en los territorios es un propósito superior y su solución corresponde a la aplicación de una estrategia de alta política. Eso, no se logra con el peligroso y elemental simplismo de "plomo es lo que hay" o la bobería del "fuera Petro", esa estrategia fallida y paraca, nos sumergiría en la sempiterna guerra y un círculo vicioso que jamás superaríamos.
Así las cosas, cuando se habla de la susodicha paz política, se refiere a la paz entre rivales de la política legal, la paz entre los partidos politicos establecidos, pero que lamentablemente viven enfrentados en un espiral de guerra sin final y un duelo a muerte, que no tiene pausa. Lo que hace que una paz política no progrese, son los intereses personales de una política mal ejercida, y no entendida como una actividad de producción de ideas y de prestar un servicio desinteresado a sus connacionales.
Los hegemónicos medios de comunicación privados, en su papel de agitador de masas, toman claramente partido desinformando y empeorando la situación. Estos medios, no cumplen con su sagrada misión de informar de manera objetiva, veraz y oportuna como es su obligación constitucional; por lo contrario "El sesgo de confirmación" siempre esta presente en ellos, dirigido a complacer unas creencias prestablecidas. Estos noticieros propugnan por mantener el militarismo, la desigualdad y demás causas objetivas que generan la pobreza y les reafirman el sesgo a sus fieles oyentes. Esta es una de las causas de porque muchos desvalidos votan por opciones de derecha que finalmente los oprimirá más.
Menos mal, existe el canal Institucional por la paz y RTVC, como parte de la red de medios públicos. Este importante medio cumple con su función, la cual es informar con lenguaje sencillo, la obra de gobierno que se adelanta en beneficio del pueblo. Este medio equilibra la relación asimétrica e informa lo que los privados se abstienen de informar.
Pero regresando al tema de la paz política, esta no se realiza porque en la clase política, no existen objetivos ni proyectos comunes que eventualmente redunden en beneficios de nuestras comunidades. Se podrá tener visiones de país diferentes, se podrá tener concepciones ideológicas divergentes, pero al final, debe existir puntos de encuentro, que lleven a desarrollar un proyecto común de nación. Lo anterior se ubica en lo que se ha llamado "Gran Acuerdo Nacional" similar a lo que Álvaro Gómez Hurtado denominó un gran acuerdo sobre lo fundamental. Es establecer cada bando sus líneas rojas, pero coincidir en puntos fundamentales, que resultan tan evidentes y lógicos que no provoquen una mayor discusión entre las partes
Es pedir y tener un mínimo de coincidencia y un mínimo de humanidad. Hemos vivido muchas guerras internas y siempre hemos trasegado un camino tortuoso de una inveterada guerra. Liberales y conservadores se han matado entre si, incluso entre sus mismos bandos. Un ejemplo representativo es la Guerra de los Mil Días. A finales del siglo XIX, y entrando al siglo XX, el vicepresidente José Manuel Marroquín le propinó golpe de Estado al presidente vallecaucano José María Sanclemente y, luego por estar peleándose entre Conservadores Históricos y Conservadores Nacionalistas, distraídos en esa pelea perdimos Panamá.
Creo que es la pérdida mas dolorosa que hemos tenido en toda nuestra historia. Al presidente Marroquín, después de la pérdida de Panamá lo indagaron sobre el tema y cínicamente contesto: "de que se quejan, si me entregaron un país y hoy les entrego dos". ¡Valiente gracia!, diría mi abuela Petrona.
Siendo un observador de lo que hoy sucede, se concluye, que no existe una predisposición clara para lograr la paz política. Y mucho menos, cuando nos acercamos a unas elecciones presidenciales, que se desarrollarán en el año 2026, plagada de pugnacidad entre las diferentes corrientes, en medio de un ambiente irremediablemente polarizado y para completar, cabalgado bajo la férula de un fenómeno desinformativo aupado y apoyado por las grandes élites económicas propietarias de la información mediática y, dueñas hasta del aire que respiramos.