La incompetencia de la dirigencia cucuteña para recibir a casi un millón de venezolanos

La incompetencia de la dirigencia cucuteña para recibir a casi un millón de venezolanos

Las estigmatizaciones y la falta de previsión están perjudicando a los hermanos del otro país que buscan oportunidad en Colombia

Por: Leonardo Gelvez
julio 27, 2017
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La incompetencia de la dirigencia cucuteña para recibir a casi un millón de venezolanos
Foto: Colprensa

Por estos días ya se habla en los diferentes medios de comunicación nacional sobre el éxodo de Venezolanos hacia Colombia y como era de esperarse su paso obligatorio por las fronteras terrestres. Sin embargo, al parecer y por aquello de la historia social colombo-venezolana, Cúcuta se convierte en la frontera con más tránsito peatonal en esta huida en busca de “nuevas oportunidades”.

Por supuesto los colombianos sabemos de solidaridad, más nosotros los cucuteños y quienes vivimos en los municipios del área metropolitana, ya que quizás tengamos algún familiar que años atrás hizo su vida allá en Venezuela. Por eso y desde el año 2013 los empezamos a recibir con los brazos abiertos, nos acostumbramos a encontrar largas filas en los supermercados y algunas zonas comerciales. No obstante, el tema se empezó a complicar desde el año 2015, cuando en nuestra ciudad empezamos a encontrar en cada esquina una familia venezolana con necesidades, cuando los establecimientos de comercio se empezaron a reemplazar los trabajadores colombianos por inmigrantes venezolanos, el empleo informal se proliferó y cada vez más venezolanos ocupaban las calles, los semáforos y subían al transporte público en su guerrear diario para conseguir lo necesario.

Con sorpresa, hasta las clínicas de nuestra ciudad empezaron a contratar médicos venezolanos y a cancelar el contrato de nuestros galenos nacionales. Los almacenes, restaurantes, bares, lavaderos de carros, llenaron sus turnos de empleados informales venezolanos y hasta los sitios nocturnos reemplazaron sus mujeres. Es ahí donde empezaron los problemas y no era para menos, Cúcuta, la segunda ciudad con mayor índice de desempleo de Colombia, se llena de mano de obra económica en todos los niveles, desde el trabajador de oficios varios hasta la mano de obra más especializada.

Empiezan los titulares de prensa a denunciarlo. El hambre y la cultura de algunos inmigrantes empezó a dar sus frutos, la inseguridad se tomó las calles de nuestra ciudad, empezaron los hechos aislados como el hurto de celulares, llegaron las bandas organizadas y delincuenciales a hacer asaltos bancarios, fleteos, robo de automóviles y motocicletas. Además, la red de clínicas públicas y su oferta de servicios la cual siempre ha estado por debajo de la demanda empieza a colapsar, pero nuestro espíritu de bondad y solidaridad se mantiene.

Nadie dice, ni hace nada por buscar una solución a este problema social. Nuestra clase política dirigente se siente a gusto con la ciudad y sus municipios del área metropolitana, todo es color de rosa, el sentimiento de solidaridad parece estar por encima de la razón y la objetividad. Iniciamos una crisis social, a la cual decidimos llamarla “bienvenidos hermanos venezolanos”. Hoy, en el 2017, estamos frente a una situación muy delicada. Se deben tomar medidas que organicen la estadía de los inmigrantes en nuestro territorio, la salud, la educación y sus necesidades básicas, darles un estatus que obligue al estado mayor generar esas garantías y no que nuestra convivencia con ellos se convierta en unos “juegos del hambre”.

Esta situación debe ser de interés nacional e internacional, las ayudas deben llegar, el estado debe organizar un plan de choque y proyectarlo, teniendo en cuenta que tan solo en esta semana han ingresado cerca de 40.000 nuevos inmigrantes y obviamente después de este fin de semana en Venezuela, cuando el dictador y su asamblea nacional constituyente se salgan con las suya, porque todos sabemos que lamentablemente así será, el bravo pueblo no tendrá otra opción que seguir huyendo de su nación. Sin derechos no hay democracia, sin democracia no hay nación y sin nación no hay hogar. Esto sin lugar a dudas agudizará este éxodo permanente de venezolanos, por eso es hora de que las autoridades locales y la representación de nuestra región a nivel nacional; nuestros senadores y honorables representantes se sienten en la mesa y se pongan a trabajar en cómo van a hacer para que el gobierno nacional mire por primera vez la situación socio-económica de nuestra región. Debemos aprovechar esta coyuntura para buscar medidas que permitan salvar la economía de Norte de Santander  y en especial la de su capital, Cúcuta.

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