La gratitud del pueblo maltrecho

La gratitud del pueblo maltrecho

"Hasta que no exista una antítesis de Álvaro Uribe tan fuerte como él, y con una bandera política convincente y tangible, el poder seguirá postergandose entre sus elegidos"

Por: Sara Valentina Quevedo Delgado
junio 28, 2018
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La gratitud del pueblo maltrecho
Foto: Leonel Cordero / Las2orillas

Aunque quisiera hacerlo, esta columna no es para desprestigiar la labor de uno de los hombres más importantes de la política colombiana. Pues aunque nos cueste reconocerlo, el poder de Álvaro Uribe Vélez en el país es innegable. Y peor aún, incomparable.

Su más reciente demostración fue en las elecciones del pasado 17 de junio, en donde el candidato del centro democrático, su partido, fue electo presidente con la votación más alta en segunda vuelta de toda la historia del país. Si seguimos retrocediendo, encontraremos la victoria del No en el plebiscito por la paz, el triunfo de quien fue su candidato en las elecciones del 2010 Juan Manuel Santos, y sus arrasantes votaciones como aspirante a la presidencia en el 2006 y 2002. Eso, sin contar la rama legislativa, donde su bancada es mayoría en senado y cámara. Ni tampoco, las elecciones regionales, donde la gran mayoría de gobernadores y alcaldes electos pertenecen a su partido.

Y es que a pesar de los crímenes de lesa humanidad que se le imputan, las 276 investigaciones en su contra, los escándalos de la Yidispolítica, las chuzadas del Das, parapolítica, Agro Ingreso Seguro, falsos positivos, entre otros... Parece que la confianza de la mayoría del pueblo colombiano en su imagen y todo lo que ello representa sigue intacta. Y no. No es por desinformación, porque bien conocemos de las atrocidades que se le acusan, tampoco por cinismo, porque nadie por estúpido que fuese desea lo peor para su país, sino por gratitud.

Nadie, a lo largo de estos 16 años, ha podido igualar los resultados tangibles de la seguridad democrática, en los que a pesar de sus reprochables métodos, logró entregarle un aire de tranquilidad a una sociedad naturalizada con la guerra pero temerosa de perderla.

Ese sentimiento de victoria,que durante 8 años se vendió en los medios de comunicación a través de las cifras de muertos en combate, imágenes de bombardeos a los campamentos, el cubrimiento de las liberaciones de los secuestrados y el despliegue de las fuerzas militares por todo el territorio nacional, es con el que responden los más de 10 millones de colombianos que recompensan en las urnas la labor de su mesías, un mesías que aún no ha podido ser reemplazado.

Tal vez es comparable con el caso del matrimonio disfunsional en el que el marido le pega a la mujer cada vez que se le da la gana, pero ella no se digna de dejarlo. No porque no quiera, o porque le gusta, sino porque no ha encontrado a nadie mejor.

Hasta que no exista una antítesis de Álvaro Uribe tan fuerte como él, y con una bandera política convincente y tangible, el poder seguirá postergandose entre sus elegidos que serán votados por la gratitud de el pueblo que sigue creyendo que la seguridad democrática ha sido el mayor favor de su historia.

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