Filarmónica de Bogotá, ¿una farsa con las agrupaciones juveniles?

La farsa detrás de las agrupaciones juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá

El testimonio de un exmiembro de las agrupaciones juveniles de la Orquesta revela explotación laboral, intimidaciones y precarización de su labor. Denuncia

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febrero 24, 2024
La farsa detrás de las agrupaciones juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá
Fotografía: Canva

Desde 2020 se han escuchado en redes y en medios de comunicación todo tipo de elogios sobre la gestión de David García, director general de la Orquesta Filarmónica de Bogotá —en compañía de Antonio Suárez, su mano derecha y director sinfónico de la misma entidad— quienes, haciendo uso de la exposición mediática que les permiten sus cargos, han resaltado sistemáticamente su proyecto bandera: el sistema de orquestas juveniles.

Este proyecto, según ellos mismos afirman, ha estado enfocado principalmente a mejorar el ejercicio profesional de los músicos jóvenes del país desde el distrito. La creación de dos nuevas agrupaciones, 'El concierto más grande del mundo’ y el récord de conciertos en la ciudad, son algunos de estos hitos mediáticos que han generado gran impacto durante su última gestión.

Sin embargo, la realidad que se ha venido manifestando internamente es otra: hablamos de la crudeza del trato hacia los músicos, de la precarización de las garantías laborales y artísticas por medio de amenazas e intimidaciones constantes a sus integrantes. De hecho, existe un grupo activo en Facebook llamado Denuncias (de) Maltratos OFB, que cuenta con más de 500 miembros.

Desde su creación en 2013, las agrupaciones eran un proyecto prometedor para los jóvenes músicos con el que se pretendía tener procesos de aprendizaje y formación para sus integrantes con un repertorio de alta calidad en cada rincón de la ciudad. Sin embargo, con el regreso de David García a la Administración (en compañía de Antonio Suárez) se comenzó a evidenciar la persecución hacia quienes expresaban alguna inconformidad.

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La presión empezó a hacerse evidente en los procesos de audición interna de 2021, luego de que injustamente fueran sacados 11 músicos de la Orquesta Filarmónica Juvenil (OFJ) y otros 9 del Coro Filarmónico Juvenil, justificando un bajo nivel en las audiciones, cuando este era un proyecto con jóvenes músicos de alto nivel que nunca había prescindido de ellos (a menos de que cumplieran la edad de 27 años).

Desde la OFJ se envió un derecho de petición a la administración para conocer las calificaciones de manera desglosada y comprender los motivos de desvinculación de estos músicos. Estas demostraron que el director Manuel López Gómez —director musical de la OFJ y miembro incondicional de la administración García-Suárez desde su llegada— había calificado con una puntuación “coincidencialmente” baja a quienes habían expresado algún descontento contra sus horarios abusivos de ensayo y malos tratos.

A partir del rechazo a las peticiones de la agrupación que respaldaba a sus 11 exintegrantes, llegaron incontables atropellos de parte de la administración de la OFB hacia sus músicos.

Irregularidades en los procesos de audición, monitoreo constante de las redes sociales de los integrantes de la OFB y sus agrupaciones juveniles, llamadas y citaciones a quienes publicaban mensajes alusivos a la entidad, desvinculación de directores por no respaldar sus políticas y, sobre todo, la deshumanización de las condiciones laborales al dejar sin contrato a los músicos por tiempos prolongados sin dar explicación alguna y sin importar que estos tuvieran que costear obligaciones como rentas, servicios, comida entre otras.

A pesar de los repetitivos maltratos, David García y Antonio Suárez pretendían desde su trabajo en la administración de la Orquesta Filarmónica de Bogotá que se les agradeciera y enalteciera por laborar en favor de los jóvenes y la ciudadanía, cuando estos no son actos heroicos, sino propios de su labor como servidores públicos (es decir, han querido hacer de la obligación una virtud). García-Suárez han creído que pueden prescindir y amenazar a los trabajadores que hacen posible “sus” resultados artísticos y políticos (¿politiqueros?) de los que tanto hablan ante la opinión pública.

Orgullosos de su gestión, García-Suárez se vanaglorian de haber llevado un récord de 1750 horas de conciertos para cada rincón de la ciudad en 2022, por supuesto sin mencionar las precarias condiciones logísticas y humanas que había tras bambalinas: pagos retrasados, maltratos a los músicos, falta de garantías básicas como el transporte —aun para conciertos en sectores de la ciudad de difícil acceso o en horas tardías— espacios al aire libre con carpas no aptas para tales eventos en las que se entraba la lluvia o intensos rayos de sol, perjudicando instrumentos, además de la falta de espacio y garantías acústicas.

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Lejos de tratarse de cuestiones “accidentales” o esporádicas, se justificaban en el recorte presupuestal desde la alcaldía de Claudia López, con el que aun así habían creado nuevas agrupaciones, sin importar si precarizaban las que ya existían. Hubo meses enteros sin contrato para todas las agrupaciones —incluyendo la recién creada Orquesta de Mujeres— con el objetivo sostener sus resultados políticos.

Esta es la clara muestra de una administración que cree que el fin justifica los medios. El señor Antonio Suárez lo romantizaba diciendo que era la “indeterminable vida del artista...” pero que aplica, claro está, solo para los jóvenes músicos o formadores colombianos, pero no para las millonarias contrataciones de músicos extranjeros.

El sector cultural en Colombia, históricamente golpeado por la precarización laboral, necesita gestores y líderes que entiendan su trabajo como un medio para la dignificación de las condiciones sociales del sector mismo. Que tengan la visión de trabajar para seres humanos, no para “máquinas de hacer cifras” y, sobre todo, personas que dejen atrás la política del miedo que tanto daño nos ha hecho por décadas.

Si queremos ser una potencia mundial de la vida, debemos tener líderes que trabajen para ello, en pro de la vida, pero, sobre todo, en pro de la vida digna. Por ello, me cuestiono fuertemente la coherencia del “Gobierno del cambio”, poniendo a la cabeza de sus entidades culturales a personajes con antecedentes de explotación y maltrato a sus trabajadores como Antonio Suárez. Por todo lo anterior, me surgen preguntas:

¿Será que el ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes —Juan David Correa— no está realmente enterado del tipo de líder que eligieron para la Asociación Nacional de Música Sinfónica? o, por el contrario: ¿será una clara muestra de que este Gobierno no es ningún cambio y es más de lo mismo?

*Violinista y exintegrante de Agrupaciones Juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá (2019-2023)

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