A sol y agua y recibiendo menos del mínimo, así trabaja un vendedor de Vive 100

A sol y agua y recibiendo menos del mínimo, así trabaja un vendedor de Vive 100

Mas de ocho horas al día en un semáforo para al final llevarse $30.000 para la casa. Así funciona este negocio de bebidas energizantes que tiene un solo dueño

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agosto 01, 2023
A sol y agua y recibiendo menos del mínimo, así trabaja un vendedor de Vive 100

Todos los días de la semana Alberto Rojas, un vendedor de Vive 100, trabaja más de ocho horas. Cumple la misma jornada que tiene cualquier empleado. A veces su turno se alarga. Aunque trabaja para Quala, una de las compañías más importantes de Colombia que genera grandes ingresos: Alberto tiene una gran diferencia con los empleados de la mayoría de las empresas: ni tiene un salario justo ni tiene prestaciones sociales.

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Alberto tiene 55 años y no está afiliado a ningún régimen de salud. No cotiza para obtener una pensión y mucho menos disfruta de vacaciones anuales. Alberto es uno de los miles de vendedores callejeros de Vive 100, la bebida energizante nacional mas popular, es el “Red Bull” criollo.

Alberto se levanta todos los días antes de las seis de la mañana. Mal desayunado con un café al que a veces le escasea la leche y un pan, sale de la pieza en la que vive apretado con su esposa, su hijastra de nueve años, y su hijo de seis. Pagan arriendo en La Victoria, uno de los barrios más humildes del sur de Bogotá, clavado en una montaña en la localidad de San Cristóbal. Desde el mismo día en que la echaron de la panadería donde trabajaba, su esposa también trabaja como vendedora ambulante vendiendo tintos en la calle.

Unos dos años antes de ser vendedor de Vive 100, Alberto barría calles. Trabajaba como empleado de Aseo Capital. Tenía mejores condiciones laborales. Pero no le renovaron el contrato. De eso hace ya más de cinco años. Sin trabajo y con gastos por cubrir se puso su única pinta, que tuvo que repetir varias veces, para tocar puertas con hojas de vida bajo el brazo que no se abrieron.

Vendedor de vive 100
En una jornada de más de ocho horas los vendedores de Vive 100 se hacen un promedio de 30 mil pesos al día.

Con 50 años encima, sin estudios, cuatro bocas por alimentar y los bolsillos vacíos, se puso a hacer lo único que encontró para hacer: vender Vive 100 en la calle.

Le pintaron, como a todos lo que llegan a trabajar en lo mismo, un panorama interesante. Sería independiente. Sería dueño de su tiempo. Él mismo se pondría un sueldo. De eso hace ya cuatro años. Presentó la fotocopia de la cédula, una hoja de vida y una recomendación personal. Y le dieron el trabajo.

Lo contrataron sin un contrato laboral formal. Si pierde el uniforme, o los tarros de Vive 100 o las neveras donde los guarda, tiene que pagarlos de sus míseras ganancias. Sus compañeros de trabajo: el que limpia vidrios o la mujer que vende maní, le cuidan la nevera mientras recorre la fila de carros.

Realmente es subcontrató por una agencia que es subcontratada por vendedores de Quala. Le asignaron como puesto de trabajo el semáforo norte de la carrera 68 con calle Tercera. Tiene que buscar clientes entre los conductores que se detienen en ese punto de la ciudad para seguir por la carrera 68 hacia el sur o para tomar la calle tercera hacia el oriente. Cada dos minutos y medio tiene 52 segundos para la venta. Ese es el tiempo que dura el semáforo en rojo en ese lugar.

Alberto, como casi todos los días, llega a las ocho de la mañana. Por cada botella que vende a Alberto le corresponden $500 y $350 si vende la botella pequeña.

Todos los días en la mañana, cuando llega a la agencia, que queda a pocas cuadras de allí, recoge el uniforme y la nevera y un carrito en el que mete 60 botellas y mucho hielo en bolsa para mantener fresca la bebida.

Hay día que Alberto se vende las 60 botellas. Otros días no alcanza la meta y se va para la casa con menos plata en el bolsillo. El sol es su aliado más grande. Pero si llueve o hace frío las ventas bajan.

A la pieza donde vive llega con unos diez o doce mil pesos en el bolsillo. Compra una bolsa de leche, pan, y el resto se lo da a su esposa para el almuerzo del día siguiente. Es una escena que ya lleva dos años repitiéndose de lunes a domingo.

Quala tiene miles de ‘albertos’ para lograr las millonarias ventas de Vive 100 en la calle. Esta estrategia también la usa para vender otros productos como Bon Ice y las crispetas Popetas, que no tendrían el mismo número de ventas sin el trabajo de los vendedores ambulantes que, aunque son quienes más representan a la empresa en las esquinas del país, son el eslabón más olvidado de la cadena.

Quala, líder en la fabricación y venta de productos para el consumo masivo volcados principalmente al consumidor popular, es también dueña de las marcas Frutiño, Doña gallina, Ricostilla, La sopera, Quipitos, los exitosos Bon Ice y de Insta Crem. Son duros en hacer y vender productos para estratos humildes.

El portafolio de la empresa del marsupial australiano que el colombiano de padres extranjeros Michael de Rhodes empezó en 1980 está compuesto por más de 70 marcas que le dejan ventas anuales superiores a los $1.300 millones (cierre 2.022).

—La necesidad tiene cara de perro— es la sentencia conformista del vendedor de Vive 100 Alberto Rojas antes de despedirse y perderse con afán entre la fila de carros, haciendo sonar unas botellas de Vive 100 vacías que llaman la atención de los conductores en los 52 segundos que tiene para vender.

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