La de Ucrania no es la primera invasión de la era Putin

La de Ucrania no es la primera invasión de la era Putin

Chechenia, Georgia y la península de Crimea ya habían sido blancos de Putin, quien asumió como presidente de Rusia por primera vez en 1999

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enero 17, 2023
La de Ucrania no es la primera invasión de la era Putin

La invasión militar rusa a Ucrania es la cuarta acción bélica emprendida por Vladímir Putin, en lo que va corrido de sus veintitrés años controlando los hilos del poder en Rusia. Inicialmente, como presidente del gobierno 1999-2000, presidente de Rusia 2000-2008, nuevamente presidente del gobierno 2008-2012 y actualmente presidente de la Federación de Rusia desde el 7 de mayo de 2012.  Dichas acciones no corresponden a tácticas aisladas, sino a una estrategia para defender los intereses rusos en las antiguas repúblicas de la extinta Unión Soviética y asegurar la influencia del Kremlin.

De hecho, la primera confrontación se dio en Chechenia (1999), posteriormente en Georgia (2008) y la tercera en la Península de Crimea (2014). La de Chechenia, se constituyó en la segunda guerra de los rusos frente a esta exrepública soviética que declaró su independencia en 1991, pese a la férrea oposición del gobierno ruso. Previamente, en 1994, se había dado la primera invasión por las tropas rusas que después de tres años en territorio checheno, tuvieron que emprender la retirada ante la persistente y violenta resistencia de los rebeldes independistas.

Por ende, la segunda conflagración bélica entre Rusia y Chechenia comenzó a finales de 1999, coincidiendo con el ascenso al poder de Putin como presidente del gobierno. Esta guerra, al igual que la primera, se caracterizó por la extrema crueldad y arrojó cientos de miles muertos, entre militares y civiles. El arrasamiento de Grozny, la capital chechena, le sirvió a Rusia para reconquistarla en febrero de 2000 y luego dejarla bajo su control, hasta que Chechenia terminó integrada a la Federación Rusa en 2003. Al mismo tiempo, consolidó a Putin como el “hombre fuerte” y fortaleció su popularidad a nivel interno.

La guerra entre Rusia y Georgia se libró en agosto de 2008, durante escasos cinco días. De una parte, por la tensión desatada con la Federación rusa por el apoyo a sus dos regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur; de otra parte, a raíz de la estrecha relación económica y política de Georgia con Estados Unidos, así como su aspiración de pertenecer a la Otan y a la Unión Europea. La confrontación terminó con victoria rusa y cientos de muertos, al evitar que Georgia retomara Osetia del Sur y Abjasia, a las que les dio reconocimiento de Estados independientes. Por tanto, Georgia quedó sola y dividida, bajo ocupación rusa, al producirse la secesión de dichas regiones separatistas.

En cuanto a la invasión de Rusia a la Península de Crimea, esta se dio por la vía del referéndum, después del derrocamiento del presidente de Ucrania, el prorruso Viktor Yanukóvich, como producto de las protestas europeístas acaecidas a principios de 2014. La intervención rusa se produjo por la división suscitada entre los que abogaban por una mayor integración con Rusia (pro rusos) y quienes apoyaban la integración con la Unión Europea. De ahí que Putin se dio a la tarea de enviar subrepticiamente miles de tropas a sus bases en Crimea, con el fin de respaldar el referéndum organizado por líderes pro rusos el 16 de marzo, cuya pregunta a los votantes se centró en interrogarlos sobre si querían que la república autónoma de Crimea se uniera a Rusia.

Es así como los resultados dieron cuenta que los electores, en un 95,5%, votaron a favor de la anexión de Crimea a la Federación de Rusia. En contraste con la declaratoria de ilegalidad del referéndum, promulgada por Ucrania y la mayoría de los países de occidente, Rusia lo respaldó irrestrictamente al expedir la Ley del 16 de marzo de 2014, en la que Crimea se incorpora oficialmente a la Federación Rusa.

Por ello es claro que, con la sanción de la referida Ley, Putin materializó la invasión de la Península de Crimea, dando paso a la agudización del conflicto entre separatistas pro rusos en la región del Donbass y el Estado ucraniano. Del mismo modo, sentó las bases para la invasión rusa a Ucrania que finalmente se llevó a cabo el 24 de febrero del año pasado, es decir, ocho años después.

De lo anterior se desprende que la “operación militar especial”, como la ha denominado Putin, el próximo mes cumplirá un año de duración. Esto es, en contra de los cálculos del propio Kremlin, toda vez que se vaticinaba una rápida, sorprendente y categórica  victoria rusa sobre Ucrania, con la pronta caída de su capital Kiev. En consecuencia, todo hace prever que esta confrontación va para largo y todo apunta precisamente a errores en el plan, derivados de apreciaciones y/o evaluaciones incorrectas del círculo más cercano del presidente ruso. Entre otras, la hipótesis que las fuerzas militares ucranianas rehusarían enfrentar a las tropas rusas, partiendo de la poca o nula resistencia encontrada en 2014, frente al avance de los efectivos militares rusos hacia Crimea.

En dicho sentido, básicamente, son tres los errores de cálculo: 1) la resistencia ucraniana fue subestimada, en términos de unas fuerzas militares muy superiores a las de 2014, en el número de su pie de fuerza, armamento, equipamiento y entrenamiento. Además, no es solo la resistencia militar, sino también la de la población civil, hombres y mujeres; 2) Rusia partió del supuesto que occidente estaría dividida, ocurriendo lo contrario. La reacción de Estados Unidos y la Unión Europea ha sido conjunta y mancomunada para golpear a Rusia con sanciones económicas contundentes y en lo energético, a costa de la afectación para Europa. También, con ayuda militar a Ucrania, incluida la de la Otan; y 3) el alistamiento de la fuerza militar rusa fue sobreestimada, pasando de una ofensiva generalizada a otra focalizada, con sucesivas derrotas y grandes pérdidas por las bajas en combate, muy por encima de las previstas, lo que afecta los reemplazos estimados.

Sumado a lo anterior, se tiene que las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania, hasta hoy han fracasado. Así mismo, el relevo del general de la Fuerza Aérea Sergei Surovikin, comandante unificado de las tropas rusas en Ucrania, decretado la semana pasada por el presidente Vladímir Putin, se da a solo tres meses de su nombramiento. Aunque el Ministerio de Defensa ruso sostiene que obedece a una reorganización militar, es bien sabido que su salida ocurre tras ser el  responsable de liderar los ataques realizados por Rusia contra la infraestructura energética ucraniana y cuando la dirigencia rusa alardea de sus avances al este del territorio ucraniano, luego de las derrotas sufridas en los últimos meses.

En efecto, las tropas rusas perdieron terreno en Ucrania, al ser expulsadas de Kherson en el sur y la región de Kharkiv en el noreste. Por consiguiente, el reemplazo del general Surovikin por el general Valery Gerasimov, Jefe del Estado Mayor, no solo responde al objetivo de obtener “un contacto más estrecho entre las diferentes ramas de las fuerzas armadas y mejorar la calidad y eficacia de la gestión de las fuerzas rusas”, según comunicado del Ministerio de Defensa de Rusia, sino que también está relacionado con los reveses ocasionados por la fuerzas ucranianas a la “operación militar especial” de Putin.

*PhD. / Mayor General de I.M. (R)

Vea también: 

Victoria de Ucrania: el retiro de las tropas rusas de Jersón cambia el tablero de la guerra

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