¡La ciudad está cansada!

¡La ciudad está cansada!

"La gente no soporta más la fuerza desmedida que utiliza la institución que debería garantizar el bienestar y la seguridad de sus conciudadanos"

Por: Hans Sebastían Valbuena
septiembre 14, 2020
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¡La ciudad está cansada!
Foto: Nélson Cardenas

“Es que lo que tienen que hacer es militarizar la ciudad, no pueden dejar a esos vándalos acabar con todo solo por un muerto […] a lo mejor él los provocó, es que no era una perita en dulce”. Eso escuché este domingo antes de pagar en la caja. Evité devolverme para mostrar mi indignación a tan nefasta premisa. Me contuve y preferí escribir.

La última semana, una ciudad fría como Bogotá ha ardido en fiebre, y es que los muertos que escuchamos como cifras en noticieros impresos, digitales y transmitidos ahora han caído en la capital. Y no han muerto en manos de narcotraficantes, disidencias, guerrilleros o cualquier otro grupo al margen de la ley, murieron a manos de la Policía Nacional.

Los ciudadanos cansados han incendiado los Comandos de Acción Inmediata en modo de protesta, se han enfrentado a los agentes policiales que han querido moverlos de plantones pacíficos y marchas que han ocupado plazas, calles y parques. Han resistido y han caído como los héroes de guerra que paradójicamente, no deberían existir.

Y así, mientras unos salen a las calles y piden justicia no solo por Javier Ordóñez, sino por los sistemáticos atropellos cometidos por agentes de la institución policial nacional ya casi sin prestigio, otros se deslenguan pidiendo una mano más dura y justicia por las paredes y las vírgenes de yeso caídas. Piden también con vehemencia que encierren y callen a quienes se organizan y exigen respeto por los derechos civiles de los que ellos también disfrutan.

El partido de gobierno y sus miembros piden castigar la desobediencia civil etiquetando a los manifestantes como los enemigos de la ciudad, y no solo eso, son capaces de señalarlos como colaboradores del gobierno venezolano (en comentarios xenófobos) o como infiltrados de las disidencias de las Farc o el ELN. Señores de mano firme y corazón estrecho, los grupos armados al margen de la ley, no organizan marchas ni queman Centros de Atención Inmediata, vuelan edificios, secuestran y negocian coca y tierras con gente de su bancada.

Y no son solo los políticos o personajes de los escenarios públicos quienes piensan así, aún existe una porción de la ciudadanía de a pie, que cree en esas voces que abogan por los derechos de las paredes y no por la vida y honra de los ciudadanos que dicen defender. Y entonces, señalan que la solución es la de la denuncia formal, las de las vías de derecho. Piensen en un puñado de personas tratando de interponer una demanda en un sistema judicial torpe e insuficiente contra un rostro anónimo escondido en un mar verde chalecos y bolillos, todo protegido por un código policial que no funciona.

La ciudad está cansada de la fuerza desmedida que utiliza la institución que debería garantizar el bienestar y la seguridad de sus conciudadanos. Las mujeres están cansadas de ser acosadas por ellos. Los estudiantes están cansados del enfrentamiento desmedido y los sabotajes. Los conductores están cansados de los peajes ilegales y las pesquisas. Los comerciantes de los sobornos y atropellos. También, los comerciantes informales están cansados de los desalojos violentos y desmedidos. La comunidad trans está cansada de ser perseguida y estigmatizada. Las víctimas de ladrones y delincuentes, de la indiferencia.

La fuerza pública, compuesta por seres humanos con múltiples y opuestas visiones políticas, se enfrenta a otros seres humanos con las mismas contradicciones. Y mientras se estallan en las calles, el sistema que regula a ambas partes sigue intacto y provoca esta y tantas otras situaciones. La Policía Nacional requiere una profunda reforma, que no solo proteja a los habitantes del país, sino que garantice la educación en derechos humanos y civiles a sus integrantes, además de garantizarles un seguimiento médico y psicológico que los proteja también. Ellos siendo tantas veces victimarios han sido víctimas también de la propia institución.

La silla vacía de este domingo, en el acto de reconciliación convocado por la alcaldesa de Bogotá Claudia López, es también un mensaje claro de la indiferencia a las solicitudes ciudadanas y es un motivo más para salir a las calles y exigir no solo justicia, sino explicaciones por los cientos de videos que rondan en las redes sociales donde se evidencia el abuso y el uso de la fuerza desmedida por parte de algunos agentes policiales.

Estas protestas y manifestaciones son el eco de las voces de Javier Ordóñez, Dilan Cruz, Felipe Becerra y todas las víctimas de esta institución a lo largo de tantos años.

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