La adopción no es una solución, es el fracaso del Estado

La adopción no es una solución, es el fracaso del Estado

"Quien quiera dar puede darle a un niño todo: su educación, su afecto, su ejemplo, una casa, un hogar, toda la alegría y su herencia, sin necesidad de quitarle su padre o madre"

Por: Isidro Santos Gutierrez
mayo 17, 2017
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La adopción no es una solución, es el fracaso del Estado
Foto: Pexels

En este país donde los que caen, caen para arriba, no es extraño concluir que Viviane Morales salió ganando. Ella conocía de antemano la inconstitucionalidad del referendo. Creo que atendía su carácter discriminatorio y retardatario —quizás ni siquiera lo compartía en el fondo—, pero tenía claro con la exitosa marcha en contra de la presunta e indefinible ideología de género que esa bandera, la de la homofobia y la defensa ortodoxa de la familia, podía darle los mejores y más seguros dividendos políticos.

Ahora que se hunde el proyecto del referendo es su oportunidad para convertirse en la Juana de Arco colombiana, defensora solitaria de la fe, y por lo tanto, insigne luchadora incomprendida y sacrificada. Flaco favor le hacen a la igualdad y a la democracia quienes la estigmatizan de creyente fundamentalista, oscurantista y discriminadora, porque esto amplía su aura de mujer entregada a la derrota por una causa sagrada para los colombianos: “la familia, la fe y los mandamiento de dios”.

Por esta vía, lo que parece solo una iniciativa para regular la adopción se puede convertir en un dogma político que convoque mayorías inimaginables, que muy seguramente se llevarán por delante el proceso de paz, que es lo que realmente preocupa, acusándolo del ser el gran culpable de la derrota de la fe y los valores tradicionales de esta sociedad. Luego, creo que lo mejor que podemos hacer los colombianos que creemos en una opción realmente democrática y tolerante es prendernos de las cifras para demostrar la inconveniencia del referendo como solución a la protección de la infancia y adolescencia y revisar de fondo el concepto mismo de adopción.

Comienzo por manifestar con toda honradez que solo en casos excepcionales estoy de acuerdo con la adopción, y considero que su preponderancia en el debate público nacional corresponde más una falta de Estado, oculta en la tendencia a enfocar en pequeños ejemplos el abandono y el abuso pero evitando mirar la razones estructurales que lo producen.

En primer lugar, desde la historia, la adopción es básicamente una institución jurídica que tuvo un origen religioso para quienes no tenían descendencia y necesitaban de alguien, un adoptante, que cuidaban de ellos durante y después de la muerte. Se formaliza en el derecho romano con fines políticos o de conservación y fortalecimiento del nombre de las familias de los patricios. Desaparece en la edad media y luego en el siglo XVIII Napoleón la impone con fines contractuales y patrimoniales —también políticos— en el Código Civil, raíz de nuestra legislación.

No obstante, en ningún caso su fin es altruista o de ayuda a los huérfanos y desamparados. La generosidad o el desprendimiento no tiene hasta el momento norma positiva. Básicamente lo que debemos entender es que antes de la existencia el estado bienestar, la familia es la primera institución política de la sociedad y es la única encargada del bienestar de los descendientes.

En la antigüedad, específicamente en Roma, el Estado lo constituían las familias de los patricios, y estas familias o apellidos se fortalecían cuando se fusionaban de tal forma que una renunciaba a su nombre y se integraba en adopción plena a la otra a través de un ritual público, oficial y religioso. Es por esto que en muchos casos serán más importantes los hijos adoptivos que los hijos legítimos, como el de Tiberio adoptado por Augusto, Nerón por Claudio, etc. A esa institución se le llamaba la abrogación, pero habían casos de adopción simple donde los dos nombre continuaban existiendo pero una se encargada de la administración del patrimonio del adoptado.

El jurista Herenio Modestino lo sustentó claramente, “no solo de la naturaleza sino también de las adopciones nacen los hijos”. En la edad media no se necesitaron adopciones porque el feudo lo constituía una sola familia, la del señor feudal, los demás eran siervos adheridos a la tierra del señor feudal. Para su fortalecimiento y ampliar el poder del feudo simplemente se recurría al acuerdo matrimonial de los descendientes.

Fue en plena revolución francesa, el prime cónsul Napoleón Bonaparte, muy necesitado de un descendiente dada su infertilidad, quien exigió que se incluyera la adopción en el monumental código civil, propuesta que tuvo una radical oposición por parte del genial liberal y jurista masón Jacques Maleville, quien consideraba que esta institución favorecía a los solterones, ricos por supuesto, que evadían su obligación de crear una familia, —para él fundamental, de hecho también se opuso al divorcio—, pero sobre todo por su radical racionalismo iusnaturalista ente el cual es imposible que la “adopción pueda hacer imitación alguna de la naturaleza” la imitatur naturam era más bien una institución anacrónica que revivía el despotismo imperial de los romanos.

Sin embargo, fue aprobada con condicionamientos rigurosos entre los que sobresale el consentimiento del adoptado quien debía ser mayor de edad o tener un curador. Se observa entonces hasta aquí, que de los huérfanos se tenían que recluir en los orfanatos o en las instituciones de caridad, en Colombia Simón Bolívar ordenó que algunos bienes expropiados al iglesia y españoles ricos se dedicaran a este propósito. Luego, es con la aparición el Estado Bienestar o Social de Derecho, que el Estado asume la custodia de los huérfanos y desamparados; seguir pensando en la adopción, una institución de por si mezquina creada para solucionar problemas de buen nombre de los patricios y de sucesiones patrimoniales es regresarnos en el tiempo.

En segundo lugar, y esta es mi pregunta fundamental, ¿qué tanto altruismo y generosidad existe en el hecho mismo de adoptar? mucho más si la finalidad es una adopción plena que desvincula totalmente al niño adoptado de su familia original desconociéndole su derecho a conocer sus ancestros; vale decir, las adopciones que se hicieron de los niños robados por la dictadura argentina y que todavía son objeto de investigaciones y búsquedas ¿que tenían de nobles o altruistas, así los adoptantes hayan ignorado el origen de los niños?

Berg Hellinger en una constelación familiar muy específica una paciente le cuenta que está adoptando un niño, para ella abandonado porque los padres son drogadictos, y él contesta, o mejor, le exige: “devuélvalo, un niño no solo tiene padre y madre también tiene tíos, abuelos o hermanos mayores, la adopción solo es posible si no existe ninguna manera de encontrar su familia natural” y le repite “devuélvalo o perderá uno de sus hijos legítimos o su matrimonio en castigo por sacar a un niño de su núcleo familiar”.

Puede uno creerle o no a Hellinger, pero si he confirmado que la mayoría de las adopciones ligeras o incluso irresponsables terminan con la separación de los padres adoptantes. La explicación se encontraría en saber que es más generoso y desprendido: si ayudar a la familia del menor o, lo que es lo mismo, al menor para que tenga una familia natural, o retirarlo de su familia natural para que pueda acceder a las comodidades del adoptante y convertirlo en heredero. ¿qué es más noble: criar un hijo de otro como un hijo propio o como hijo que es de otra persona?

Un general agobiado por la culpa de haber matado niños musulmanes pakistaníes en los gajes de la guerra le pregunta a Gandhi qué puede hacer para compensar ese daño, y Gandhi le dice: adopte un niño musulmán —con gusto lo haré y cinco mas si es necesario, le contesto el general —y Gandhi le repone: pero críalo como un hijo musulmán no como hijo tuyo. Eso es dar con verdadero desprendimiento. ¿Piensan los adoptantes que tener bienes o comodidades los pone por encima de los vínculos consanguíneos o naturales del adoptado? Considero que siempre que haya un padre, una madre, un tío, un abuelo, un hermano, cualquiera de ellos tienen prioridad en la existencia de un ser humano y están por encima de los millones que pueda recibir; solo valen las comodidades de otra familia si se confirma que definitivamente ese ser humano no tiene a nadie de su propia familia.

Así pues, considero que la adopción no es un acto de generosidad sino de abuso, quien quiera dar puede darle a un niño todo: su educación, su afecto, su ejemplo, una casa, un hogar, toda la alegría y su herencia, sin necesidad de quitarle su padre o madre legítima, su familia real, sea quien sea, drogadicta, convicta, miserable —quien se tomó el derecho a imponer jerarquías en el universo sino es el sistema mismo—. Porque más que adopción lo que existe realmente es expropiación de la existencia, del ser y del pasado de un niño, con la afirmación arrogante de que existen valores creados por el hombre que son superiores a los recibidos por su naturaleza, y eso es bastante relativo ante la pregunta de quienes somos y que nos construye.

Cuando uno lee la norma —artículo 283 del código civil y artículos 53, 61 y siguientes de la ley 1098 de 2016— y ve lo fácil que este sistema define que es “un niño abandonado”, nos damos cuenta que lo que existe es un sistema perverso diseñados para raparle los niños a las familias pobres y entregárselos a las familias ricas, como una solución de corte literalmente fascista para cubrir el abandono del Estado de todas la familias colombianas.

Son cinco mil niños los que esperan adopción mi pregunta es: ¿el Estado ha buscado a su padres y les ha permitido tener una casa para que el niño pueda estar con ellos?, ¿de las mil setecientas cuarenta familias que dicen estar esperando para adoptar cuantas aceptarían que el niño tenga un vínculo con su familia natural? Una intensión perversa decadente, clasista y derivada del abandono estatal, es lo que esconde la llamada adopción. Por el momento los únicos ganadores son los que, de un lado y del otro, ganan votos diciendo que defienden la familia o que defienden la diversidad y la tolerancia, como si esto tuviera algo que ver con la trágica situación en que se encuentran los niños abandonados.

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