Hoy la pesadilla del metro elevado se llama Gustavo Petro

Hoy la pesadilla del metro elevado se llama Gustavo Petro

El sueño del metro de Bogotá comenzó con el Plan Maestro de Movilidad durante la alcaldía de Mockus (1995-1997) con la cooperación de japonesa

Por: Sergio Mendoza.
julio 24, 2023
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Hoy la pesadilla del metro elevado se llama Gustavo Petro

El sueño del metro de Bogotá comenzó con el Plan Maestro de Movilidad (PMMB) durante la alcaldía de Antanas Mockus (1995-1997) con la cooperación de JICA (Agencia de cooperación japonesa). Antes de eso no hay nada serio en verdad.

En el PMMB se planteó un sistema multimodal para ejecución por etapas comenzando por las líneas de BTR (Trasmilenio) 340 kilometros, que luego se complementarían con 4 líneas de metro; un plan de ejecución a 20 años de 1996 hasta 2016.

La pesadilla comenzó cuando el proyecto dejó de ser un asunto técnico y se convirtió en un asunto político, de populismo y de campaña con Samuel Moreno; hoy no tenemos metro y solo 114 kilometros de BTR (Trasmilenio).

Pero volviendo a lo técnico, el diseño de un proyecto de infraestructura es el resultado de la ponderación de las capas de complejidad, circunstancias y variables que conlleva cada geografía y transversalidad de las diferentes disciplinas implicadas.

En el caso de la primera línea del metro de Bogotá hay varias realidades técnicas que determinaron que construir el metro elevado era mejor opción que hacerlo subterráneo como estaba planteado en el proyecto de Gustavo Petro, donde el estudio costo beneficio resultaba negativo. ¿por qué?

Porque la determinante en un proyecto de estos es el suelo y subsuelo, este conformado en su mayoría por arcillas expansivas, alto nivel freático y acuíferos subterráneos. En otras palabras, Bogotá tiene un suelo pantanoso donde construir subterráneo se hace sumamente costoso y riesgoso porque no se pueden usar tuneladoras como se hizo en Quito donde el suelo es roca volcánica, por ejemplo.

Para construir el metro subterráneo tocaría bajo la modalidad de construcción de túnel a cielo abierto; es decir, abrir una zanja a lo largo de la ciudad de 12 pisos de profundidad y del ancho de la avenida Caracas donde fácilmente podría convertirse en el elefante blanco enterrado más grande de la historia de Latinoamérica.

Por otro lado, un criterio absolutamente determinante hoy, es la sostenibilidad en términos del consumo energético del proyecto tanto en su construcción como en su operación en el tiempo.

Un sistema subterráneo implica sistemas mecánicos de iluminación y ventilación 24 horas, sistemas de evacuación de aguas en una ciudad que llueve todo el tiempo y que tiene sistemas de acuíferos subterráneos.

Bogotá a diferencia de ciudades con inviernos fuertes donde estaciones subterráneas son una ventaja, tiene un clima tropical frio cuyas temperaturas no requieren ni de aire acondicionado ni de calefacción, además cuenta con luz día 12 horas todo el año; condiciones únicas para lograr el paradigma actual de “Net zero” o edificios autosuficientes energéticamente hablando, convirtiéndonos en un ejemplo mundial de sostenibilidad y arquitectura verde.

Cualquier ambientalista serio sabe que construir subterráneo aquí es un despropósito si comparamos la huella de carbono de uno y otro proyecto.

Ciertamente relevante para decidirse que el metro fuera elevado es el costo de construcción del proyecto. Hoy sabemos que elevado cuesta 13.8 billones COP y subterráneo por lo menos 38 billones COP y 8 años más de construcción para tener la misma capacidad, porque la capacidad del sistema depende del número de trenes y frecuencia solamente.

Bogotá fue pionera en la implementación de BTR (Trasmilenio), sistema que muchas ciudades en el mundo están adaptando e implementando; el proyecto Metro en construcción no solo es un medio de trasporte, es una apuesta por un modelo innovador de renovación urbana integral, buscando mitigar y mejorar las condiciones del espacio público con grandes edificios, que además de estaciones también prestarán diferentes servicios ciudadanos.

Hoy la pesadilla del Metro elevado se llama Gustavo Petro y su peligrosa personalidad caprichosa y autócrata; intervenir el proyecto en ejecución más grande de la historia de la nación por ego, es lejos hasta ahora la peor de las banderas rojas que ha mostrado su gobierno.

Ahora nos resta esperar que la sensatez prevalezca al final, si no la del presidente, al menos la institucional.

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