Habitamos en el síndrome del pesimismo o en el optimismo inteligente

Habitamos en el síndrome del pesimismo o en el optimismo inteligente

El efecto de sentirse optimista o pesimista frente a las situaciones hacen pensar que nos encontramos en una etapa de continuo cambio, algunos dirían evolución...

Por: DIEGO MARIO ZULUAGA OSORIO
septiembre 15, 2023
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Habitamos en el síndrome del pesimismo o en el optimismo inteligente

«Ni siquiera nosotros ya estamos al día porque el ritmo de conocimiento es vertiginoso; tendríamos que hacer continuos cursillos de actualización. Por mucho que digan que el saber no cambia, sí que cambia». (Toni Solano)

El efecto de sentirse optimista o pesimista frente a las situaciones a las que se enfrenta el hombre, hacen pensar que este se encuentra en una etapa de continuo cambio, algunos otros dirían evolución, pero qué significa evolución en este mundo convulsionado, los sistemas de gobierno “creando” nuevas formas de gobernar, capitalismo socialista, avances progresistas, contingencias sociales o estados de pobreza, educación sin educación, o regresión a otros años que habíamos superado.

De otro lado el ser humano está en modo de autodestrucción, concebido este como las circunstancias que no dejan llegar a esa claridad existencial, es decir, dependemos de los demás para continuar existiendo, de los hechos que nos llevan a comprender el porqué continuamos asumiendo esa falta de virtudes a las que se refería Sócrates, a la lucha por comprender las mismas y asimilarlas a aquello que nos permite seguir viviendo.

Ahora bien, el pensamiento positivo tiene connotaciones ilusorias y hasta ingenuas, pero al mismo tiempo protege contra los eventos negativos, es por lo que ser optimista es beneficioso pues genera una terapia interna cognitiva para contrarrestar ese fenómeno depresivo que se pueda tener. Igualmente, esa actitud optimista se asocia con efectos físicos, sicológicos y sociales; de ahí que ello implique replantear desde lo positivo, motivación para participar en acciones constructivas.

Y es que el ser optimista inteligente es trabajar para su propio beneficio, se anticipa al futuro y a las posibilidades de revelar una visión benéfica de la vida, lo cual deriva en el encuentro de mejores resultados, de tener más ocasiones favorables y poder anticiparnos a los fracasos.

Cómo luchar entonces contra ese pesimismo, contra esas actitudes que reflejan en el individuo un comportamiento contrario a la realidad del ser, contra lo que no nos deja avanzar, pero lo más importante que no deja disfrutar del tiempo de construcción de ideales en los que podamos confiar para la solución y superación de los problemas.

Ser un optimista inteligente es ser realista, sentir, sufrir, llorar y reír, además de ser persistente y con tenacidad férrea; disfrutar más de la vida y propender por la salud; vivir en búsqueda de soluciones y no convertirse en parte del problema, parafraseando a J.F Kennedy. Todo esto, nos permite desarrollarnos con valentía, entrenar la capacidad de goce, pero al mismo tiempo abrirnos al exterior y cultivar la empatía.

Al competir contra el pesimismo, nos identifica como seres humanos cambiantes, que nos levantamos de las caídas e identificamos su origen y sus consecuencias; de otro lado, aprender de las dificultades de la vida y conservar el equilibrio y armonía inspiradora, enseñar con el ejemplo a otros; aprender a ser felices y compartir nuestra felicidad con los demás (Ward, 2023).

Nuestra sociedad actual se caracteriza por una falta de oportunidades, el salario es insuficiente ante la alza continua de la inflación, el nepotismo empresarial a todo nivel (particular y pública), la no inversión en la educación, lo que hace que seamos una sociedad en proceso de frustración si es que ya no lo tenemos, “todo acabó, no queda más, seremos dos extraños”, un verso de una canción de Belanova, lo que nos refleja esa triste realidad y la crisis existencial y profesional; un mundo en el que se ha universalizado la frustración la tristeza y el fracaso.

No nos queda otra cosa que, ser lo que queremos ser, entender ese complejo mundo de variables que requieren reformas, desde lo político, lo público, la inversión, vivir en búsqueda de oportunidades de empleo que produzcan una mejor calidad de vida donde podamos ser esos seres optimistas y alejados del pesimismo, aportando hacia la felicidad elementos que construyan esa identidad en la que se pueda convertir el pesimismo destructivo en optimismo inteligente.

“Esta parte es el enamoramiento con lo deseado, es decir, se piensa sobre lo que “podrá ser” y cómo sería; se imagina con escenarios fantásticos. Mientras que el sueño es eso, es decir, imaginación, anhelo, deseos, el futuro soñado; la meta es llegar al objetivo.” (Melissa Guerra)

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