La guerra en Ucrania sintetiza las contradicciones que caracterizan las relaciones geopolíticas en el mundo actual. Diferentes analistas describen las relaciones de poder internacionales como el tránsito entre el dominio unilateral de los Estados Unidos y su reparto entre al menos tres grandes potencias, China, Rusia y los Estados Unidos, advirtiendo incluso del ascenso imparable de India, que en unos años reclamará su justo lugar.
En los Estados Unidos esto parece claro. Pero, tratándose de una nación históricamente convencida de que por voluntad de Dios su destino manifiesto es dominar el mundo, idea derivada de su interpretación bíblica, como sucede con Israel en el oriente medio, sus partidos y líderes políticos se resisten a la realidad, diseñando estrategias para evitar su caída. Hasta ahora, el recurso dominante consistió en el ejercicio arbitrario de su poder económico y militar.
Que supuestamente haría universal su modelo económico, político y cultural. Capitalismo desenfrenado, republicanismo democrático y el modo de vida americano. Lo demás equivalía a la barbarie. Desde la desaparición de la Unión Soviética en 1991, único poder alternativo que refrenaba esas aspiraciones, la práctica consistió en el imperio de la fuerza bruta, las sanciones económicas, la intervención directa y la guerra abierta.
Pese a ello, sucedió lo inesperado. El excesivo despliegue militar y el gasto desbordado que implicó, condujo a debilitar su poderío. Hoy es el país con la más grande deuda externa del mundo, al tiempo que su déficit en la balanza comercial con las economías más importantes le resulta insostenible. Todo como resultado de que sus líderes políticos, republicanos o demócratas, sujetos a los intereses del complejo militar, financiero e industrial, insistieron tercamente en lo mismo.
El excesivo despliegue militar y el gasto desbordado que implicó, condujo a debilitar su poderío
La guerra en Ucrania y la hostilidad hacia China con el bulo sobre Taiwán lo certifican. Hay que debilitar a cualquier potencia que pueda competirles. Rusia alcanzó el primer lugar en capacidad tecnológica militar, y por tanto había que socavarla, inducirla a la guerra, arruinarla con sanciones, vencerla y convertirla en veinte países diferentes. El irracional temor de Europa por una supuesta invasión rusa sería el pretexto. Así que la involucraron de lleno en eso.
El inatajable crecimiento de la economía china y su impresionante avance científico técnico también había que frenarlo. Si Taiwán es el primer productor mundial de microchips y los Estados Unidos su primer consumidor, no sólo había que evitar que se los vendieran a China, sino usarlos como argumento para desencadenar una guerra con esta, imputándole que quiere invadir la isla, que, por cierto, contradictoriamente, reconocen formalmente como territorio chino.
Semejante aberración, reforzada por la industria del cine y la televisión, casi conduce el mundo a una tercera guerra mundial, lo que es peor, de carácter nuclear. Hace pocos meses que Biden autorizó a Ucrania para bombardear con misiles territorio ruso, misiles aportados por los Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, entre otros. Y que sólo podían ser lanzados con el apoyo tecnológico de esas potencias. La respuesta rusa era de esperarse.
Pero ganó la presidencia Donald Trump, convencido de que la única forma de salvar a su país del declive, es dejando de gastar dinero a manos llenas en guerras, bases militares, organizaciones y proyectos inútiles. Para dedicar esos gigantescos recursos al crecimiento de la economía estadounidense. Además de imponer el pago de aranceles muy gravosos a los países de los que importa mercancías, con miras a aliviar el abrumador déficit comercial.
Por eso su intención de apropiarse de Canadá, desapareciendo los desbalances económicos. Y su afán por los recursos minerales estratégicos, tipo tierras raras, de las que China es hoy el patrón, dado que las posee de sobra en su propio territorio. Es a eso que responden sus intenciones de hacerse con Groenlandia. Igual que pasa con Ucrania, de cuyas potenciales tierras raras se encaprichó, arguyendo que Kiev le adeuda una billonaria suma por las ayudas de Biden para la guerra.
Desde luego que los ambiciosos centros del poder financiero, armamentístico y mediático de los Estados Unidos se oponen a Trump. Por eso intentaron asesinarlo en campaña. La guerra en Ucrania y las provocaciones a China son sus negocios. Manosean a Zelensky y con él a la Unión Europea, apelando a la rusofobia que animaron durante la guerra fría. Ninguna razón histórica, económica o política respalda la acusación a Rusia de anhelar invadir a Europa.
Por el contrario, ha sido Rusia la invadida varias veces desde Europa en el pasado. Se puede concluir que un nuevo orden mundial medianamente estable se asienta sobre la paz en Ucrania, tal como lo intentan Trump y Putin con sus conversaciones. La oposición a esta paz resulta altamente peligrosa para la humanidad entera. La militarización de Ucrania que reclaman desde Europa apunta a una locura. Trump es todo lo que quieran, es cierto. Pero en este tema merece un apoyo cerrado.
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