La campaña mediática contra Petro y su gobierno, pero particularmente contra el primero, adquiere niveles realmente repugnantes. Cualquiera que sea la decisión que emane de la Presidencia, es inmediatamente objeto de la embestida despiadada de los grandes medios, que acuden, para reforzarla, a declaraciones de personajes oscuros, convertidos de repente y sin mayor razón, en voces autorizadas.
Ayer, por ejemplo, varias cadenas televisivas y radiales abrieron sus micrófonos a Katherine Juvinao, confiados seguramente en que, por tratarse de la voz de una mujer, blindada por causa de su género, con indiferencia total de sus méritos, nadie iba a salir a contradecirla, evitando el riesgo de ser tachado de misógino, patriarcal o machista. De hecho, ninguno de esos medios dio lugar a una voz contraria.
Lo que queda en la mente de la audiencia es una sarta de adjetivos groseros y denigrantes con los que se intenta suplir la carencia de argumentos. No pertenezco a los aduladores de Petro o del actual gobierno, guardo un conjunto de observaciones personales y de partido que reflejan buena inconformidad con ellos. Eso es una cosa, otra muy distinta hacerse partícipe de la bajeza reinante.
El diario El Tiempo publicó el domingo una entrevista de María Isabel Rueda a Carlos Alonso Lucio, viejo militante del grupo armado M19, extinguido ya hace 35 años como producto de la dejación de armas pactada con el gobierno de Virgilio Barco. No guardo ninguna clase de sentimientos adversos hacia el señor Lucio, pero debo confesar que la mencionada entrevista sobradamente estimula a empezar a sentirlos.
Basta con examinar la manera como evade las respuestas, refiriéndose a cosas que no tienen nada que ver con la pregunta formulada. Desde luego, la entrevistadora es su cómplice necesaria, pues omite insistir en su indagación. Veamos la primera pregunta: “Usted, que sí perteneció y conoció las entrañas del M-19, ¿qué opina de lo que está pasando ahora internamente en el gobierno Petro, al que todos los días le aparece un escándalo nuevo?”
La entrevistadora simula querer conocer la opinión de Lucio, sin ocultar el veneno que la inspira, sugiriendo que el entrevistado sí militó en el M19, mientras que Petro no
La entrevistadora simula querer conocer la opinión de Lucio, sin ocultar el veneno que la inspira, sugiriendo que el entrevistado sí militó en el M19, mientras que Petro no. Como se ve, Lucio no da ninguna opinión, no responde lo que se le pregunta, a cambio de lo cual se dedica a develar las mentiras de Petro sobre su pertenencia al M19. Lo que la Rueda refuerza enseguida con el tema de la Constituyente.
Lucio niega que Petro haya tenido alguna militancia importante en el movimiento, más bien fue un don nadie, inventor de una mitología sobre sus propias actuaciones. Tanto la periodista, como su entrevistado, pasan a afirmar que Petro ni siquiera conoció a Bateman, como para que ahora ande predicando sobre su carácter, igualándolo al de Benedetti. Lo que sigue es el ensañamiento personal contra el farsante que aseguran es Petro.
Mitómano, resentido, acomplejado, sicópata, ególatra, arrogante, hasta traidor a la patria por los nefandos planes que le atribuye con Maduro para invadir a Colombia, usando al ELN en el Catatumbo. La Rueda y Lucio se regocijan al atribuir a Petro y el dictador Maduro un plan para desatar un conflicto colombo venezolano, que permitirá cancelar las elecciones de 2026. Cabe preguntarse quién es en realidad el sicópata, resentido, mitómano y demás.
El conjunto de la entrevista se convierte en un vulgar pasquín, calculado de antemano, con un propósito ruin y despreciable. Reitero, no tengo ningún vínculo que me ate a Petro, ni a su pasado, ni a su gobierno. Es más, de entrada, me aparté de la versión que Petro cuenta en su libro, concebida para hacer propaganda electoral, nada más. Sus aseveraciones en contra de las Farc, que obvio, caen muy bien en este país tras su imperdonable guerra de resistencia, pocos las dudarían.
Falta a la verdad de múltiples maneras. Es cierto que el M19 despertó con sus acciones iniciales una gran simpatía entre el pueblo colombiano, la cual derrochó con sus bandazos, sobre todo tras la muerte de Bateman. La gloria de la toma de la embajada de la República Dominicana se estrella frontalmente con el desastre del Palacio de Justicia. En un sano debate, quizás inútil a estas alturas, son muchas las cosas que cabría reprochar al M19. Para no decir a Petro.
Pero no van a confundirnos, mucho menos cuando los detractores se basan en la indecencia y la perversión. Ni siquiera es a Petro a quien buscan destruir con esa avalancha de podredumbre, pues tienen claro que se va en el 2026, casi ahora mismo. A lo que apuntan es a impedir que el proyecto transformador eche raíces, que la bandera por los cambios continúe izada en las manos de otros. Su objetivo real es matar definitivamente la esperanza.
Que la gente regrese a votar por ellos, y ese gusto no podemos dárselo.
Del mismo autor: Los cambios en curso del orden mundial