El veterano piloto que saca gente de la selva con su vieja avioneta tipo taxi

El veterano piloto que saca gente de la selva con su vieja avioneta tipo taxi

Raúl Ruiz no es el único que vuela sobre las selvas colombianas donde nunca faltan los accidentes como ocurrió con los 4 hermanos Mucutuy en el Guaviare

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diciembre 25, 2023
El veterano piloto que saca gente de la selva con su vieja avioneta tipo taxi

El veterano piloto retirado de la aviación comercial Raúl Alejandro Ruiz, encontró a sus 60 años una manera de aprovechar su experiencia, prestar un servicio a los pobladores en los lejanos rincones de la región amazónica de Colombia y a hacerse a un dinero. Adquirió un viejo DC3 con 80 años de servicio y se instaló en el aeropuerto de Villavicencio para desde allí empezar a volar.

Avión niños del Amazonas
Avión Cessna despedazado donde iban los hermanitos Mutucuy

Ha realizado cientos de vuelos caóticos, terribles, en donde sus copilotos deben guiarlos con viejos mapas y en donde siempre hay un técnico, un mecánico que va resolviendo en el aire los problemas de la aeronave. Son viajes de dos horas. Incómodos. Hay pasajeros, por supuesto. Los pasajeros están en una sola línea de asientos que le dan la espalda a la ventana. En el centro de la nave está toda la carga. Casi siempre hay sobrecupo. Siempre está claro algo para los pilotos: no hay un lugar para aterrizar de emergencia. La mayoría de estos vuelos salen desde Villavicencio y se van extendiendo por toda la región Amazónica.

Las avionetas tipo taxi vuelan desde distintos puntos de la selva

Este es solo uno de los pilotos que vuela estas avionetas tipo taxi. Hay pequeñas pistas escondidas entre la profundidad de la selva, una de ellas es Caricuara, una pequeña aldea indígena compuesta de veinte casas, en uno de los lugares del Amazonas más cercano al Brasil.  No hay torre de control, todo es un viaje en el tiempo, como si estuvieran en los años 30. La pista está llena de huecos y es un jabón. Es corta. El aterrizaje es uno de los momentos más estremecedores, más aterradores que puede sufrir un pasajero. Sí, con razón los europeos creen que este puede ser uno de los viajes más peligrosos del mundo.

Avioneta
La avioneta Cesna donde iban los niños del Amazonas tenía cuarenta años y tres accidentes

Una de las pistas más emblemáticas es la de Araracuara, en pleno Caquetá. Allí aterrizan taxis aéreos como los Cessnas. En uno de esos se estrelló el experimentado capitán Hernando Murcia el pasado 1 de mayo, el hombre que llevaba a los cuatro hermanos Mutucuy. Esa aeronave ya había tenido tres accidentes.

Tres veces había sido reparada. Tenía sus fallas, por supuesto. El motor pistoneaba, el agua entraba en la cabina cuando llovía. Esto es rutina entre los aviones del Amazonas. Araracuara era un nombre que podría ser un sinónimo del infierno hasta 1966. Ese año fue desmontada la cárcel que funcionaba en medio de la selva, un lugar inexpugnable, una especie de muerte en vida a los que fueron expuestos más de 500 colombianos.

A orillas del temible río Yarí, decenas de expedicionarios, buscando riquezas como el caucho o las esmeraldas, murieron de hambre, de alguna enfermedad, por culpa de algún animal o simplemente ahogados. Allí está una de las pistas más peligrosas del mundo y ese era el terreno donde pastaba Jorge Sánchez en los años ochenta.

Sánchez se hizo famoso cuando el periodista Germán Castro Caicedo escribió el libro Mi alma se la dejo al diablo, donde contaba la agonía de un campesino llamado Benjamín Cubillos, abandonado por su jefe, un aventurero norteamericano que quiso poner una especie de hotel para cazadores en uno de los lugares mas inexpugnables del Amazonas.

Muchos meses después una expedición de cazadores encontró su esqueleto y sus últimas palabras consignadas en su macabro diario. Sánchez lideró esa aventura. Se dedicó a la caza del Jaguar y de animales salvajes, vivía de sus pieles. Cuando ésta práctica fue perseguida y penalizada, Sánchez decidió ponerse a sacar aviones del rio, o sacar los motores de estos que caían en la selva. Era un mecánico avezado y acostumbró a sus hijos a hacer este tipo de trabajo. Son cuarenta años en los que los Sánchez intentan hacer fortuna arreglando las máquinas que caen del cielo.

La mayoría de los que reparan son DC3 de más de 80 años. Estos aviones fueron creados para combatir a los nazis. Fueron adecuados en 1962 para aviación comercial. En la entrada el aeropuerto de Villavicencio hay un homenaje a las más de 200 personas que en los últimos 30 años han perdido la vida viajando al Amazonas en estos viejos aviones.

Una de las aerolíneas que más viaja al Amazonas y sus profundidades es Sadelca, creada en 1974 y tiene como base de operaciones el aeropuerto de Vanguardia de Villavicencio. Es un trabajo artesanal. La aviación por estos lados del país, sigue siendo una cosa de mecánica manual. La inteligencia artificial está lejos de establecer su dictadura. Los vuelos en toda la región amazónica no se programan, tiene una lógica como de terminal de buses. A medida que van llegando los pasajeros se va despegando. Acá no se tiene en cuenta mucho si los pasajeros están adentro del avión o no. Acá, como en mucha parte del territorio, no existe el Estado.

Las normas de Aeronáutica Civil no alcanzan a estos bastos territorios. Lo que importa es moverse, subsistir. En cuanto a aviación esto es, literalmente, la ley de la selva.

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