El trabajo no es un privilegio, es un derecho

El trabajo no es un privilegio, es un derecho

"Si se quiere que la sociedad cambie, hay que sensibilizar el mundo de las finanzas, de los bancos y de los empresarios"

Por: José Eliécer Palomino Rojas
enero 26, 2021
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El trabajo no es un privilegio, es un derecho
Foto: PxHere

No se puede decir que las personas que tienen un trabajo son privilegiadas, porque el trabajo en las empresas no es un privilegio sino un derecho que tiene el ser humano para su subsistencia.

Si al trabajo se tiene como una posibilidad de transformar la sociedad para hacerla más humana, se está hablando del trabajo como un deber. Y si se dice que del trabajo se obtiene medios de subsistencia se refiere al trabajo como un derecho.

Hay que tener en cuenta que muchas veces se pierde el sentido al trabajo, para aquellas personas que a diario repiten la misma actividad, más aún cuando el salario no cubre sus propias necesidades y mucho menos las necesidades de su familia.

Para la persona espiritual, el trabajo no puede estar separado de su fe ni de su compromiso social. De hecho, aunque pareciera que la cultura judeocristiana planteara el trabajo como condenación y sufrimiento, “tenemos que ganar el pan con el sudor de la frente”, ante tal afirmación o planteamiento, hay que saber interpretar, tal planteamiento, porque en sí lo que busca, es dar a conocer que el trabajo es personal y que ganar sabiduría permite enfrentar a la vida, a la adversidad, a la problemática, a ganar desarrollo físico, espiritual y mental, que demandaría esfuerzo personal, desde un trabajo exterior e interior y de esta forma haría referencia a la aparente maldición: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Cada temporada antes de finalizar el año, empresarios, sindicatos de trabajadores, y presidente, se reúnen para llegar a acuerdos del posible aumento en el salario mínimo, que todo trabajador debería devengar, en donde lanzan propuestas con porcentajes unos de más cantidad y otros con menos cantidad, pero al final  de cuentas, salen definiendo y como una imposición los mismos de siempre, con las supuestas excusas que si se sube a mayor cantidad el salario mínimo de los trabajadores, traería consigo más desempleo.

Se debería tener en cuenta siempre el bien común y mantener una adecuada relación del salario, con el grado de desarrollo y productividad del país, debido a que si en un país mejoran la industrialización, la calidad educativa, o la inversión de los empresarios, los salarios de los trabajadores también deberían mejorar, para que no se vea que solamente se mejoran, los incrementos de los salarios de los senadores, congresistas, magistrados, en los cuales no harían tanta fuerza, ni lo pensarían dos veces en subirles los salarios, como  lo hacen con el incremento del salario de los trabajadores, quienes solamente les aumentan  es como con migajas y pura limosna.

Paradójicamente la ley de las importaciones coinciden con el incipiente desempleo que día a día incrementa cada vez más. Los obreros, los trabajadores quieren trabajar, pero no encuentran trabajo, y si lo encuentran les pagarían como con una limosna, con el prototipo salario de hambre.

“El Estado debería procurar impulsar más el desarrollo de la economía del país de Colombia, invertir más en la producción del campo, la educación, la salud y evitar la compra e inversión en las importaciones, para que todos tengan ocupación digna y honesta”. Pero que no sea un enunciado utópico y, a la hora de la verdad y realidad, no compromete a nada ni a nadie, para que no se presente como especie de brindis a la luna americana.

Si se quiere que la sociedad cambie, hay que sensibilizar el mundo de las finanzas, de los bancos y de los empresarios.

En conclusión, el trabajo y la actividad económica deben desarrollarse en concordancia al bien común.

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