El rostro invisible de las guerreras del campo llanero

El rostro invisible de las guerreras del campo llanero

En los Llanos Orientales, las mujeres trabajan la tierra en silencio, enfrentando barreras de desigualdad, pero luchan por ser visibles y reclamar sus derechos

Por: Valentina Pachón Bonet
enero 22, 2025
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El rostro invisible de las guerreras del campo llanero

Voces silenciadas en la llanura

En medio del inmenso verdor que rodea a Villavicencio, en la región de los Llanos Orientales de Colombia, se levantan historias no contadas, historias que las hojas del maíz, las palmas de aceite y las ramas de yuca conocen bien. Son las historias de las mujeres que, día a día, se levantan para trabajar en el campo. Ellas sostienen la economía rural en silencio, y aunque su labor es esencial, muchas veces pasan desapercibidas. Su esfuerzo queda en las sombras, como si fueran invisibles. A pesar de que las mujeres del campo han estado ligadas a la agricultura desde generaciones, la desigualdad en oportunidades y la falta de visibilidad las deja en desventaja. Si caminas por los caseríos y veredas de la región, es probable que encuentres a mujeres cargando sacos de café, sembrando arroz, cosechando frutas bajo el sol picante y radiante y en condiciones muy precarias. No solo se enfrentan a largas jornadas laborales, sino también a la exclusión de programas de capacitación, acceso limitado a la tierra y falta de participación en decisiones comunitarias.

La resistencia callada

Rosa, una mujer de 45 años y madre de tres hijos, lleva trabajando en una finca desde que era niña. “Mi papá siempre decía que el campo es de hombres, pero yo le ayudaba desde pequeña”, cuenta con una sonrisa tenue. Sus manos cuentan otra historia, las de una vida de esfuerzo que ha marcado cada cicatriz en su piel. Sin embargo, a pesar de su experiencia, Rosa nunca ha tenido acceso a la tierra ni a créditos agrícolas. Todo su trabajo va destinado a terceros que sí tienen las escrituras y los beneficios. “A veces uno siente que es una máquina nada más, que solo estamos para trabajar y no para decidir ni recibir.” Como Rosa, muchas mujeres en Villavicencio encuentran barreras que las separan de sus propios derechos y logros. Las cifras son claras: según el DANE, el porcentaje de mujeres que tienen acceso a la propiedad de la tierra es mínimo, a pesar de que en muchas familias son ellas quienes mantienen las fincas activas y prósperas. La tradición machista sigue siendo una barrera impasable para muchas. La voz de las mujeres en el campo pocas veces es escuchada en las juntas de acción comunal o en la asignación de proyectos de inversión rural.

Las guardianas de la biodiversidad

Sin embargo, la mujer campesina no solo labra la tierra; también es guardiana de las semillas y de la biodiversidad, al igual que es la responsable de la crianza de sus hijos. Ellas conocen los secretos de las plantas medicinales, los tiempos de siembra y cosecha, y tienen una relación ancestral con la tierra que cultivan. En una región tan rica en recursos como lo son los Llanos Orientales, esta conexión no es solo simbólica: es esencial para la sostenibilidad de los ecosistemas. A pesar de esto, el saber de estas mujeres queda relegado, muchas veces transmitido solo de madre a hija, sin tener la oportunidad de integrarse a políticas de sostenibilidad o desarrollo rural. Margarita, una mujer de 60 años, ha vivido toda su vida en el campo y conoce cada planta que crece en la zona. “La tierra es sabia y uno aprende a escucharla. Pero los gobiernos no entienden, creen que el progreso es solo tumbar todo y plantar palma.” Ella recuerda con tristeza cómo, año tras año, los monocultivos de palma de aceite han desplazado a las siembras tradicionales, afectando el equilibrio natural y limitando aún más el espacio para el trabajo de las mujeres en la región.

Los retos y la esperanza

A pesar de los desafíos, hay mujeres que están alzando la voz. En Villavicencio y sus alrededores, algunas asociaciones de mujeres campesinas están empezando a ganar espacio, promoviendo la participación de las mujeres en los proyectos de desarrollo local. Estas asociaciones buscan que se reconozca el trabajo femenino en la economía rural y la gestión de recursos. Son pasos pequeños, pero significativos en un entorno en el que la exclusión parece ser ya algo no normalizado. En sus voces, se escucha una mezcla de lucha y esperanza. Para Rosa, Margarita y tantas otras mujeres en Villavicencio, sus historias son el reflejo de una realidad que no puede seguir siendo invisible. La igualdad en el campo es más que una cuestión de justicia; es una necesidad para el desarrollo sostenible y equitativo de toda la región. Mientras las mujeres sigan siendo excluidas, el campo seguirá estando incompleto. Pero con cada paso, cada palabra y cada historia contada, estas mujeres están labrando un futuro en el que sus manos no solo trabajen la tierra, sino que también siembren semillas de cambio en el corazón de sus habitantes.

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