“Si tengo razón, significa que la máquina está conduciendo nuestro futuro no única y simplemente como una respuesta directa a nuestras preguntas directas, sino como respuesta general a la situación del mundo y a la sicología humana como un todo. Y sabe que nos puede hacer desgraciados y herir nuestro amor propio. La Máquina no puede, no debe, hacernos desgraciados.”
Isaac Asimov – Yo Robot
La visión apocalíptica o las distopías que en algún momento presentaron la literatura y el cine de ciencia ficción se van haciendo aterradoramente patentes en estos tiempos de avance tecnológico.
Ya se ha visto como Internet que, en algún momento se pensó como una herramienta de transmisión y almacenamiento del conocimiento, es hoy en día una réplica de nuestro mundo, en muchos aspectos negativos, pues se utiliza para todo y muy poco para aquello para lo que se creyó, en un principio sería su máxima función.
Pero la llegada de ese Leviatán llamado IA es motivo de preocupación de muchos que sabemos que dicho “monstruo” crece a pasos agigantados mientras nosotros dejamos que tome decisiones de acuerdo a un ignoto algoritmo que ella misma, la IA, va alimentando de manera exponencial. Ya no es una herramienta controlada por el ser humano, se está convirtiendo en un sistema de control alimentado por nosotros y que, aunque suene a teoría de la conspiración, se puede terminar oponiendo a los individuos al establecer, de manera independiente, y solo desde el análisis de volúmenes inmensos de datos, que nos conviene y que no.
Es aquí donde comienza esta IA a censurar ideas, pensamientos, opiniones desde la programación que nosotros damos como alimento a dicho ente tecnológico sin pensar que, tal vez, este sistema termine generando estructuras de defensa y mecanismos de censura que terminen ignorando las instrucciones humanas dejando a este complejo sistema de datos “decidir” sobre nuestra propia capacidad de hacerlo por uno y esto es lo aterrador, supuesto “bien común”.
Estamos dejando de lado la capacidad de crear, pues basta saber como “redactar” una solicitud al monstruo tecnológico para que genere literatura, arte, música, diseños de todo tipo e, incluso tristemente, nos haga la tarea para el colegio, la secundaria o la universidad. Dejamos la decisión para que en las redes sociales el algoritmo censure opiniones o propuestas solo porque capta palabras o temáticas que, en principio, nosotros censuramos, pero que es posible, la misma IA termine generando de manera independiente.
No solo estamos ante una humanidad idiotizada, sino ante una humanidad dependiente de las respuestas y creaciones de la IA. Estamos más cerca de Skynet de la saga fílmica “Terminator”, de V.I.K.I. (Virtual Interactive Kinetic Intelligence) de la película “Yo Robot” estrenada en el 2004 o de ARIIA (Analista de Integración de Inteligencia de Reconocimiento Autónomo) que se presenta en el filme “Eagle Eye” del 2008. En esas propuestas cinematográficas las decisiones, sean correctas o no, de los seres humanos son cuestionadas por la IA y esta decide asumir el control para, desde una perspectiva del “bien común” o por razones de “autodefensa” del sistema imponer una especie de “Tecnodictadura” que dominará sobre los humanos, su inherente deseo de autodestrucción y su infortunada emocionalidad.
Hoy dejamos que dicha IA censure lo que escribimos, lo que exponemos de manera audiovisual y lo que no está en los parámetros del algoritmo programado por los humanos que controlan los medios; pero ¿qué pasará cuando la misma IA comience a establecer sus parámetros de censura?, cuando comience a “pensar” que está siendo “atacada” y limite los artículos que expongan esa posibilidad.
Aunque, nuevamente, la tecnología es una herramienta muy útil cuando se utiliza sabiamente. No podemos negar que, desafortunadamente, es una creación humana. Por lo tanto, es perfectible y esto puede ocasionar que al ser alimentada con información que, al final, dependerá de las frías ecuaciones, termine siendo un instrumento bastante perverso a la larga. No en balde los humanos, paradójicamente, siempre hemos usado el avance tecnológico para llevar a cabo acciones muy perversas, pues nuestra naturaleza e imperfección lo ha demostrado; pero tampoco debemos olvidar que esa misma naturaleza también nos ha llevado a crear de manera sublime en muchos ámbitos.
En todo caso debemos dejar que la IA sea un mecanismo de trabajo, una herramienta que utilizamos con sabiduría siendo sus jefes y no al contrario, porque si seguimos delegando en ella las decisiones más banales o las de gran importancia es probable que, al final, se implante un modelo donde la humanidad aborregada sea tan solo la “batería” que mantenga una estructura de poder manejada por una nomenclatura tecnológica y tecnocrática.
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