En una Antioquia que aún se forjaba en medio del café, las montañas y el comercio de pueblo, nació uno de los empresarios más influyentes del siglo XX en Colombia. Germán Saldarriaga del Valle no solo levantó una familia numerosa tras la muerte de su padre, sino que tuvo la visión y el carácter para construir una de las compañías más icónicas del país: Pintuco. Lo que comenzó como una pequeña iniciativa comercial terminó cubriendo de color a varias generaciones de colombianos.

Germán Saldarriaga nació en La Estrella, Antioquia, el 31 de enero de 1895. Fue el mayor de quince hermanos, y con apenas 20 años debió convertirse en cabeza de familia al morir su padre. Como muchos jóvenes antioqueños de la época, Germán comenzó desde abajo. Trabajó en la Droguería Central y luego en la Cacharrería Antioqueña, donde empezó a conocer el mundo del comercio minorista.
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En 1921, un incendio destruyó completamente la Cacharrería Antioqueña. Pero Saldarriaga no se resignó. Con lo poco que pudo rescatar y el apoyo de su esposa, fundó la Cacharrería Mundial. Fue su primer gran paso como empresario independiente. Con el tiempo, este negocio se convirtió en uno de los más importantes del país, vendiendo desde utensilios de cocina hasta productos para el hogar. Pero Germán no se detendría allí.
Nace Pintuco de la mano del paisa para pintar la industria nacional
Para los años 40, Saldarriaga ya era un hombre de negocios consolidado. Fue entonces cuando, junto a su hijo Alberto y con el respaldo de la multinacional Grace & Cía., fundó en 1945 la Compañía de Pinturas Colombianas S.A., conocida como Pintuco. El objetivo era claro: dejar de importar pinturas desde Estados Unidos y Europa, y producirlas en Colombia, generando empleo e innovación.

En una época en la que el país dependía casi por completo de productos importados para el sector de acabados y construcción, Pintuco representó un cambio de mentalidad. En 1952, la compañía lanzó la primera pintura mate base caucho, una revolución para el consumidor local. En 1954, construyó la primera planta de lacas nitrocelulósicas del país, lo que la posicionó como líder en tecnología de pinturas.
Apenas un año después, en 1955, la familia Saldarriaga compró la totalidad de las acciones, convirtiendo a Pintuco en una empresa 100 % colombiana. Desde ese momento, la empresa se expandió por Centroamérica y el Caribe, y se consolidó como la marca más reconocida en su categoría en Colombia.
Más allá del empresario: el legado de Germán Saldarriaga
Germán Saldarriaga no solo fue un empresario obsesionado con la eficiencia y la innovación. También fue un hombre profundamente comprometido con el desarrollo social. Fue parte del Club Rotario de Medellín, creó la Corporación de Fomento Cívico y Cultural y promovió el civismo y la cultura en su región. En su honor, aún hoy se entrega el Premio Germán Saldarriaga del Valle, que reconoce a quienes trabajan en beneficio del país desde diferentes disciplinas.

Su vida, sin embargo, no estuvo exenta de golpes. En 1966, la muerte de su hijo Alberto, quien también era su mano derecha en los negocios, lo afectó profundamente. En los años siguientes, su salud se deterioró y falleció en 1972. Aun así, su legado quedó vivo en cada galón de pintura que salía de las plantas de Pintuco.
De empresa familiar a gigante global
Pintuco continuó creciendo después de su muerte. Durante décadas se mantuvo como líder en el mercado colombiano y fue referente en la región andina. En el año 2006, la Organización Mundial adquirió el control del Grupo Orbis (antes Inversiones Mundial), al que Pintuco pertenecía. Esto marcó el inicio de una nueva etapa de modernización y expansión.
Sin embargo, fue en 2021 cuando se dio el giro más importante en la historia reciente de la compañía: AkzoNobel, el gigante holandés de pinturas y recubrimientos, compró Pintuco, junto con todo el grupo de pinturas de Orbis. Con esta transacción, Pintuco dejó de ser una empresa colombiana en manos nacionales, para convertirse en parte de un conglomerado internacional con presencia en más de 150 países.
A pesar de la nostalgia que genera esa venta en muchos sectores del país, lo cierto es que la visión de Germán Saldarriaga traspasó fronteras. Su sueño de tener una industria nacional sólida fue tan potente que, aún hoy, la marca sigue siendo sinónimo de calidad, confianza y color para millones de hogares.
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