El guacho de la democracia tropical
Opinión

El guacho de la democracia tropical

Esos son los que se encargan de sembrar de minas quiebrapatas los campos de las ilusiones populares, cuando los nuevos tiempos imponen un proyecto político de izquierda

Por:
abril 21, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

La mayor parte de los personajes que rondan por el escenario electoral colombiano obedecen todos los mismos libretos que nos gradúan como ciudadanos de quinta: improperios e insultos que nos distancian de la verdadera cultura política y comprar los votos con argumentos envueltos en hojas entumecidas y billetes de dudosa procedencia.

Como el ciudadano promedio no confía en sus instituciones públicas y las que dicen representar a la sociedad civil, está permanentemente expuesto a ser presa fácil de quien, perfumado y bien vestido, le intenta explicar que su verdad es la única y verdadera.

El resto, lo que piensa y opine el contrincante, el opositor o el adversario (títulos como en un lenguaje de guerra), valen “gaver” en el mejor lenguaje de los lumpen voto traficantes minoristas de las calles del Bronx criollo.

Mientras que las posturas decentes y que ponen el dedo en la llaga respecto a la forma como las élites y sus grupos de interés han gobernado el país a lo largo de más de 200 años, son señaladas con sentido despectivo, las asocian con el simplismo de la “lucha de clases” y prefieren mirar para otro lado y darle gracias a los poderosos del sistema que han logrado forjar una nación de impuros a pesar de sí misma.

Entonces la historia de esta nación de impuros –cada cierto tiempo- crea y hace surgir personajes violentos y miserables al mismo tiempo, temidos y perseguidos, que no conocen más ley que la del terror, el miedo y la mentira. Unos abiertamente desafían al Estado y a la sociedad por la vía de la violencia rampante; otros prefieren de manera inteligente cooptarlos y echárselos al bolsillo con sigilo y marrullería propia de la política gamonalista que heredamos de la Hispania colonizadora.

Por ello es que las élites rurales han gobernado a la nación a partir de la relación vasallo – peón – mozo- jornalero – campesino desarrapado frente al latifundista benevolente y viril; y se perpetúan en el poder transfigurados en jóvenes recién encanecidos pero con viejas y retrogradas ideas.

Por ello es que ciertas élites urbanas ilustradas y de maneras y poses europeas –de vez en cuando- le arrebatan en turnos concertados, el gobierno a los anteriores señores y sueñan con la social – democracia alemana o el conservadurismo clásico inglés y le venden al país un proyecto de sociedad importado y sin ajuste alguno al trópico lacerante.

Por ello jamás han permitido que la medianía social e intelectual del país, hecha a pulso con movilidad social por vía de la educación pública; llegue al poder y ejerza el aparente derecho que se tiene a dejar de ser gobernado para también gobernar.

 

Jamás han permitido que la medianía social e intelectual del país,
hecha a pulso con movilidad social por vía de la educación pública;
llegue al poder

 

Los guachos de un lado y del otro se oponen abiertamente.

Ahora cuando hay cierta efervescencia popular y de democracia franca con simpatía abierta y clara con un candidato decente; entonces el corifeo de acusadores nos anuncia la tragedia castrochavista y el peligro del borde del abismo para el país, cuando se olvidan que ya tocamos fondo como sociedad en desigualdad y exclusión.

Son los guachos de la democracia tropical que se encargan de sembrar de minas quiebrapatas los campos de las ilusiones populares.

Son los guachos de la democracia tropical que derriban las torres de ilusiones con las que pretendemos iluminar el camino hacia la transformación y la alteridad de una democracia alimentada con bienestarina y menú tipo PAE.

Son los guachos de la democracia tropical los que “botan el chupo” cuando le tocan sus intereses de sangre y familia, y hacen lo que sea por mantener o recuperar el poder sobre la extensa finca que gobiernan.

Reconocer que hay una propuesta que avanza desde la democracia popular no es recurrir a la lucha de clases como discurso, son los nuevos tiempos que le imponen a un proyecto político de izquierda, la necesidad de resolver los problemas de la sociedad desde su otra visión de las cosas, sin pensar que la tierra arrasada sobre el sistema es la fórmula y el castrochavismo es el mantra.

Esa es la idea.

Coda: repase y vea que el único país de América del Sur que nunca ha tenido presidente de la izquierda política es Colombia, ¿gajes de su “fortaleza señorial” o de una mafia de derecha?

 

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