Adolfo Mejía: el poeta que no conocemos (final)
Opinión

Adolfo Mejía: el poeta que no conocemos (final)

Noticias de la otra orilla

Por:
abril 21, 2018
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En verdad, si de algo sirven estos poemas de Mejía, además de revelarnos logros estéticos de indudable valor literario e historiográfico, es para demostrarnos la honda calidad creativa de un artista colombiano del que queda aún mucho, casi todo, por descubrir y estudiar, y para hallar en ellos, en los poemas, las claves de un poeta integral, universalista, poseedor de un complejo mundo interior intelectual, en las antípodas del que mostraba ese hombrecillo menudo, siempre con un cigarrillo en la comisura de sus labios, moreno y afable, que saludaba a todos en la calle, alma y dínamo espiritual de una de las tertulias más reconocidas del país.

Podríamos decir también, sin retorcer la realidad para que diga cosas que no puede decir, que la obra musical de Mejía, tocada de ese ánimo sensualista, evocador y descriptivo, cercano siempre al espíritu de la tertulia musical y la bohemia entre amigos, tiene que ver en mucho con la particular circunstancia vital del solar cartagenero, con todos los componentes culturales que son fácilmente identificables en la música del maestro, y que significan una importante razón histórica y cultural de nuestra forma de ser. Pero que dejan de lado, por falta de una mirada más acuciosa, una zona sombreada, más íntima, misteriosa y compleja de la vida de un artista, humano, demasiado humano, como Mejía, mutilando con ello sentidos que parecieran ser inconvenientes para cierta noción de lo institucional y establecido.

 

 

En cambio, el desasosiego espiritual de poemas como Él, ¿Dónde?, Loca, Ha llegado este día, o la desazón particular de un poema como el breve Yo he logrado, o acaso la angustiosa meta que jamás se alcanza en el poema Allá... Mas allá, están a mi juicio tal vez determinados por el ansia inagotable de conocimiento que el maestro siempre tuvo: su permanente búsqueda de una estética definitiva que ayudara a explicar por el arte y la creación la existencia misma, su increíble afán de acceder al conocimiento y la cultura de lenguas extranjeras tan excéntricas como el sánscrito y el árabe, y el alegato de realidades interiores contrapuestas como las que aquí hemos presentado, es fácil deducir que no están vinculadas a aquellas casi legendarias tenidas en casa de los Lemaitre o en el patio de Candita, dominadas por el gracejo intelectual, la broma histriónica y toda esa picaresca bohemia de la que es sabido Mejía y amigos eran tan afectos, sino por el contrario por una indagación de otro nivel que quizá podamos hallar vinculadas a unas esporádicas pero sistemáticas visitas a Barranquilla en donde, conforme al testimonio del maestro Alfredo Gómez Zurek, con un grupo encabezado por el maestro Pedro Biava, alguien a quien se conocía solamente como el Camarada García, un cienaguero comunista, el guitarrista José Mazzilli Ribón, y otros personajes más, se reunían en sesudas tertulias en la vieja sede de Sociedad de Mejoras Públicas, hoy edificio Centro Cívico, en las que las discusiones acerca de lo desconocido y los fenómenos del espiritismo, estaban por supuesto en las antípodas de las temáticas más relajadas de las consabidas tertulias cartageneras, y que tal vez provocaron en Mejía la asunción literaria de corte apologal de temas que desafiaban las preocupaciones del mundo material con una profunda inmersión en la temática espiritualista que se hace recurrente y se constituye en eje axial, en cordón umbilical de ese pequeño puñado de poemas que no por pocos dejan de ser definitivos para entender el complejo panorama espiritual y creativo del maestro Adolfo Mejía.

No olvidemos que en la Barranquilla de finales del siglo XIX y comienzos del XX tenían escenario distintas sociedades secretas que llegaron a publicar de forma abierta diversas revistas y periódicos relacionados con temáticas esoteristas, cosa que es probable que no pudiera darse de igual forma en Cartagena por razones históricas, sociales y culturales muy comprensibles, en las que probablemente resonaba, aún en esos momentos, algún fantasmagórico ruido de cadenas de La Inquisición.

Con esta tercera entrega cierro  esta aproximación al Mejia poeta que muchos en este país no conocen, y que mas alla de lo que ya hemos dicho de sus meritos poeticos en si mismos ayudan a entender mucho de su vida y de su obra musical que necesitan ser iluminadas.                                                                                                                                                                                                                        Como una muestra de li dicho dejo para ustedes mis lectores, si es que los tengo, este poema que es uno de mis favoritos.

Loca

Rosada aurora loca
Soles me estás debiendo
Noches que fueron días me los tacharon.
Trampas al tiempo
Jugar a las escondidas con el sol.

Rosada aurora
Soles me estás debiendo
Pero no te los cobro.

Cuántos soles borrados o barridos por la resaca;
Perdidos unos, anulados otros
Y los más no deseados.

Como exorcismo
Un canto que no canta,
Y apelo a una silva de silbos que no logran nada
Por olvidarme de lo que no me acuerdo.

Aurora loca;
Soles me estás debiendo;
Noches que fueron días me los quitaron,
O abusos de confianza con el tiempo.

Cuántos soles borrados o barridos
Por la resaca.
Perdidos unos, anulados otros
Y los más no vividos…
Tan deseados.

El tiempo silencioso
No perdona el engaño.
Cobra sueños que pagamos
Con una noche, noche.

Loca:
Soles me estás debiendo
Pero no te los cobro…
Porque pierdo.

 

 

 

 

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