El deporte del abuso y el abuso del deporte

El deporte del abuso y el abuso del deporte

Si una mujer es acosada en público, en directo, qué podrá ocurrir con nuestras niñas y mujeres que son abusadas en privado, sin testigos ni evidencias

Por: DIEGO CALLE CADAVID
agosto 31, 2023
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El deporte del abuso y el abuso del deporte

El caso de Jennifer Hermoso, tan mediático en estos días, se convierte en un caso más, de los millones que se suceden día a día, del abuso sexual sobre las mujeres, de la violación a esas mujeres. Y digo violación pues si algo tiene de indignante la forma en que se ha venido manejando, es la minimización de la conducta en cuanto se trató de un simple beso en la boca y no de otra práctica sobre el cuerpo de la jugadora. Violar es superar el espacio ajeno sin el consentimiento del otro o de la otra. Ir más allá de donde está permitido hacer.

El caso interesa más desde la perspectiva de que sirve de marco para analizar por qué no se denuncia realmente los casos de abuso sobre las mujeres y del porque las denuncias cobran el efecto, en muchos de los casos en que se presentan, de volverse contra ellas. En este punto se vuelve paradigmático.

Y es precisamente por la posibilidad, casi certeza, de que la víctima termina convirtiéndose en la victimaria. Por el hecho demostrado de que, en una sociedad patriarcal, en donde los hombres han tenido poder y derecho sobre las mujeres, lo que incluye sus cuerpos, el que estas se sientan agredidas, termina siendo una forma de rebeldía contra ese machismo, que no puede soportarse.

Porque desdibuja la idea que se nos ha vendido de que los hombres ceden ante las tentaciones que ellas les ponen, con sus formas de vestir, con sus actuaciones o procederes, con su insinuación a ser abusadas, con lo que somos los hombres los que terminamos siendo víctima de esos procederes, dado que la carne es débil. Es más, no ceder ante esos reclamos del cuerpo es muestra de poca virilidad, y eso no puede jamás exigirse de un hombre.

Yo me pregunto, si una mujer que es mancillada en público, con grabación en directo, ante la humanidad entera, termina siendo maltratada por considerarse abusada con ese beso de su superior, robado de su boca, sin consentimiento, prevalido de su posición de autoridad, escudado en la adrenalina de un triunfo, el mismo que tiene obnubilada a la víctima en ese momento, qué puede ocurrir con nuestras niñas, y con muchas mujeres, que son abusadas en privado, sin testigos, sin evidencias, sin poder siquiera reclamar ayuda.

Si esto le pasó a una campeona del mundo, a una heroína que acaba de darle una gran alegría su país, con la evidencia, que ahora a toda fuerza pretende descalificarse, que puede pasar con alguien del montón, anónimo o mejor anónima.

El comportamiento de Rubiales no es espontaneo. Nace de su soberbia, de su condición de superior, de su convencimiento que quienes ganaron el mundial de futbol no lo hicieron por sus méritos, sino por el hecho de que él les hubiera concedido un lugar en la selección, el que les puede arrebatar en cualquier momento, como pretendió hacer con su dignidad.

Y la defensa que se haga de él, no es sólo de él, es de los hombres, de su derecho a hacer lo que quieran hacer con las mujeres; y de la defensa de la autoridad y lo que ella significa frente a los subalternos, ahí si hombres y mujeres. Es la consigna de que el poder es para poder, y que el sólo se siente bien cuando permite pisotear a los demás.

Esto aplica para todas las selecciones, y para muchos, demasiados, espacios en los que las mujeres terminan siendo víctimas de depredadores vestidos de gentiles hombres.

Qué puede sentir un padre que ve a su hija en esta condición. Cómo puede reaccionar ante esta circunstancia. No quisiera ni pensarlo en mi caso, aunque debemos ser sinceros, muchas veces nos duele lo que con esas hijas o esas mujeres que queremos pueda pasar, pero lo replicamos con otras distintas. Qué vergüenza.

No es querer congraciarnos con una causa, es adherirnos a la causa de los derechos, del respeto, de la dignidad, es sentir vergüenza de género, cuando estamos en presencia del degenero respaldado por muchos en contra de la decencia reclamada por algunos.

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