En 1865, Jean Jacques Rosseau en El Contrato Social, expuso:
“Las cláusulas de este contrato están de tal suerte determinadas por la naturaleza del acto, que la menor modificación en ellas las haría inútiles y sin efectos; de manera que, aunque no hayan sido jamás formalmente enunciadas, resultan en todas partes las mismas, así como tácitamente reconocidas y admitidas, hasta tanto que, violado el pacto social, cada cual recobra sus primitivos derechos y recupera su libertad natural al perder la condicional por la cual había renunciado a la primera. Estas cláusulas, suficientemente estudiadas, se reducen a una sola, a saber: la alienación total de cada asociado con sus innegables derechos a toda la comunidad. Pues, primeramente, dándose por completo cada uno de los asociados, la condición es igual para todos; y siendo igual, ninguno tiene interés en hacerla gravosa para los demás.”
Más adelante, sintetiza la fórmula del Pacto Social, así: “Cada cual pone en común su persona y su poder bajo la dirección de la voluntad general, y cada miembro es considerado como parte indivisible del todo”
Actualmente esa voluntad general se traduce en el Constituyente Primario quien “delega” en el Estado su representación, pero el Pueblo sigue siendo la génesis, destino y última ratio de las Constituciones Políticas en países democráticos.
El problema es que a los colombianos nos ha faltado un Norte, el cual a modo de visión conjunta y propósito común, aglutine los esfuerzos nacionales y nos conduzca a un país en paz, próspero y con oportunidades para todos. Resulta utópico que los ciudadanos del común exijamos -con plena legitimidad- que estos anhelos de vieja data se conviertan algún día en realidad? No, claro que no. Hay que fijar objetivos a corto y mediano plazo, porque tenemos TODO para lograrlo: recursos naturales, inteligencia, pujanza y el instinto de salir adelante como sea. Por algo el colombiano es rebuscador y no se amilana ante las dificultades.
PAIS DE SOBREVIVIENTES.
Hemos logrado algo histórico entre todas las naciones, aunque a veces no somos conscientes de ello: sobrevivir a 55 años de conflicto, plasmado en violencia oficial y subversiva. Sobrevivir a 1.982 masacres, de las cuales el 59% son responsables los paramilitares, un 17% correspondió a las guerrillas y en el 8% los perpetradores fueron agentes del Estado, con un total de 220.000 colombianos que han perdido la vida entre 1958 y 2013 por cuenta del conflicto. De ellos 176.000 de ellos eran civiles.
Y aunque el número de desplazados por los fusiles y las balas en estos 55 años, representa la población de países como Irlanda, Costa Rica o Congo: 4,7 millones -según las cifras del informe “¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y de dignidad” del Grupo de Memoria Histórica- sobrevivieron 6.2 millones de víctimas registradas oficialmente, entre desplazados, secuestrados y demás afectados por el conflicto armado, de las cuales apenas 330.000 han sido indemnizadas.
Sobrevivieron y fueron liberados cientos de secuestrados por las FARC y el ELN. En fin, sobrevivimos sin saber cómo y para qué. Pero lo más importante, el país ha triunfado en alguna medida, aun en contra o a pesar de una dirigencia miope. La verdadera guerra debería ser contra la corrupción, que desangra los recursos públicos, no contra los alzados en armas con quienes hay que hacer el armisticio.
UN NORTE PARA COLOMBIA
Nos hablan del Milagro Ecuatoriano, con carreteras de 6 carriles, con 5.000 becas otorgadas a estudiantes pobres para estudiar en las mejores universidades del mundo, con un porcentaje de acceso a educación, superior a Argentina y Chile, llegando a ocupar el puesto 71 en competitividad, escalando 35 puestos en cinco años, mientras Colombia sigue estancando en el 69 durante el mismo periodo. Es más, se afirma que en este año, nuestros vecinos superarán a Colombia en dicho escalafón. Que nos pasa? Como es posible que un país tan pequeño como Ecuador nos deje rezagados si los superamos en recursos naturales, población y presupuesto oficial?
La respuesta no puede ser otra: es porque el Ecuador vive en Paz. Entonces, resulta claro que si el esfuerzo nacional se concreta en un CONTRATO SOCIAL POR LA PAZ, si pensamos y nos visualizamos en términos de un país en posconflicto y no simplemente intentando concretar unos diálogos de paz, lograremos completar lo que siempre nos ha faltado para disoñar, no simplemente soñar en ideales: Colombia en PAZ, un país de hermanos para hermanos y un solo propósito de nación, dejando atrás para siempre la violencia. Parafraseando a nuestros ancestros españoles, luego de la Guerra Civil de 1936, digamos: NUNCA MAS, HERMANOS.
Nosotros agregamos: LA PAZ ES AQUÍ Y AHORA.
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