¿Economía naranja, una moda pasajera?

¿Economía naranja, una moda pasajera?

Esta es una oportunidad que bien dirigida puede generar riqueza y la disminución de las brechas sociales y culturales que nos limitan y separan

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
diciembre 11, 2019
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¿Economía naranja, una moda pasajera?
Foto: Pixabay

Ante todo, es importante establecer que el concepto de economía es, de acuerdo a los principios básicos de esta disciplina, la administración adecuada de los recursos escasos para satisfacer las necesidades ilimitadas y, por supuesto, siempre cambiantes de los individuos; bajo tal premisa, lo importante es establecer que los elementos económicos son escasos, limitados y, particularmente, requieren de un determinado esfuerzo para explotarlos, transformarlos y distribuirlos.

Establecido lo anterior es necesario que la economía ha cambiado radicalmente pues se enfoca en las tecnologías de la información y las comunicaciones como un pilar que genera miles de millones de dólares en beneficios diariamente a nivel mundial. Aunque la industria tradicional y de transformación de insumos aún tiene un peso respetable sobre la economía, no se puede negar que los beneficios derivados de un aparato productivo y unos beneficios sociales que se han visto favorecidos por los avances tecnológicos (aunque hay naciones con niveles espeluznantes de miseria y atraso económico en todas las áreas) han obligado a una visión de la economía más amplia y con enfoques que, a un mediano y largo plazo, se orientaran a premisas más allá del manejo adecuado de los bienes escasos y las necesidades más básicas.

Han surgido, en función de los avances y los cambios a nivel mundial derivados de la globalización, enfoques económicos que se identifican con colores para distinguirlos del modelo económico tradicional (basado en el ciclo económico y las funciones matemáticas derivadas del análisis científico de esta ciencia) a unos modelos que “humanizan” el espectro que esta disciplina tiene en sus conceptos y fines.

Se habla de una economía roja que definiría el modelo tradicional de enfoque en el capital y las ganancias; de una economía azul que se determina, según el modelo de Gunter Pauli, en un ciclo productivo circular donde se aprovechan adecuadamente todos los recursos (economía del reciclaje); de una economía verde que se establece como aquella enfocada en lo orgánico y amigable con el medio ambiente; de una economía amarilla que se enfoca en el desarrollo científico y tecnológico y, de una economía gris o negra, que es aquella que se deriva de la ilegalidad y el crimen organizado.

Y, al fin, se llega a la economía naranja, que es aquella que se basa en la explotación de las habilidades creativas como fuente de ingresos para un determinado grupo de personas y, a nivel de un estado específico, en los beneficios generados al promover actividades culturales, recreativas o folclóricas que atraigan el turismo y la inversión local en sus países.

Pero este concepto de economía naranja no es algo nuevo y, en cierto modo, ha existido siempre pues parte de su razón de ser deriva de actividades que satisfacen necesidades humanas tanto básicas como de niveles más avanzados. Valga una reflexión acerca de lo anterior y es que todas las expresiones humanas requieren de un toque de arte, de sueños, en fin, de creatividad; por eso en las antiguas civilizaciones o en los grupos limitados de comunidades relativamente organizadas de la antigüedad siempre hacía acto de presencia el contador de historias, el artista o el músico para animar actividades y para lograr la distensión frente a la ardua jornada de trabajo o de lucha.

Los artistas (aunque todo aquel que se dedica con pasión a su oficio es un artista en sí) son una parte fundamental de la sociedad, así era en los albores de la humanidad y, en la actualidad, pues siguen representando un elemento de vital importancia en el sistema social. Es necesario, por supuesto, que toda representación artística sea capaz de generar valor tanto en lo estético como, por supuesto, en lo económico para que podamos hablar de beneficio y crecimiento.

La economía naranja no, es más, entonces, que la economía creativa; aquella que se nutre del desarrollo de ideas que, puestas en práctica, ofrecen aspectos originalmente novedosos o innovadores en diferentes esferas operativas como pueden ser, en este caso, la literatura o la gastronomía. Este concepto se desarrolló a partir de los años 90 con la aparición de la herramienta que definiría el final del siglo XX y se abriría paso en el transcurrir del siglo XXI; la red de Internet combinada con su efecto inmediato que fue el proceso de la globalización.

El mayor aporte de este tema económico enfocado en la creatividad se debe a los esfuerzos generados en la Gran Bretaña y a uno de sus teóricos más influyentes John Howkins que define la economía naranja como aquella “…en la que las ideas son los principales aportes y los principales resultados. Diría (sic) también que es una economía en la que la gente dedica la mayor parte de su tiempo a generar ideas”[1].

En Colombia esta temática tampoco es novedosa, ya en el año 2005 el Ministerio de Cultura había presentado, en este aspecto, un documento (“Guía para la elaboración de mapeos regionales de industrias creativas”) donde se planteaba la realización de un profundo análisis por regiones de este tipo de motor de la economía en el país.

Pero es con la llegada del gobierno del presidente Iván Duque Márquez (Periodo 2018-2022) que este tema adquiere una mayor fuerza pues es el autor, junto al actual viceministro para la Creatividad y la Economía Naranja, Felipe Buitrago Restrepo, del libro Economía naranja: una oportunidad infinita, que establece los parámetros y beneficios de esta alternativa de desarrollo.

Pero, ¿será otra moda o aventura pasajera? Lejos de todo argumento de parcialidad política o de argumentos basados en ideología o de sofismas electorales es importante observar objetivamente a los éxitos que este modelo de generación de ingresos ha proporcionado a naciones como la Gran Bretaña o incluso a la India o a Japón. Para eso se pueden tomar los ejemplos de la promoción artística que ha generado la creación de zonas de desarrollo creativo en Londres o de los festivales de cine y teatro que promueven en diversas zonas de la Gran Bretaña o el exitoso caso de Bollywood que es la meca del cine hindú y, por último, el desarrollo de una cultura del turismo basado en su gastronomía y tradiciones ancestrales de Japón.

La integración de aspectos e ideas económicas de “diferentes colores” puede ser un elemento impulsor de la resentida economía de Colombia tan duramente golpeada por la caída del precio del petróleo y pasto de desigualdades ocasionadas por un conflicto armado estúpido e inmisericorde, de las bandas criminales que impulsan las economías gris y negra o de las desastrosas consecuencias de la corrupción moral, social, cultural y política que promueven oscuros intereses.

La economía naranja es factible siempre y cuando se impulse una iniciativa que vaya desde la clara y constante promoción de los beneficios que este modelo traerá a todos los sectores involucrados directa o indirectamente. Si tomamos un ejemplo tan sencillo como el de la redacción y publicación de un libro podemos establecer los diferentes beneficiados en esa labor creativa:

1. El autor que, gracias a su talento y habilidad, obtiene el beneficio económico directo y derivado de su trabajo.

2. El editor que asume la responsabilidad de sacar al mercado el título literario.

3. Los trabajadores involucrados en la edición, diseño y acciones de artes gráficas detrás de la publicación.

4. Las librerías (físicas y virtuales) que comercializan la obra.

5. El derivado de una adaptación teatral o cinematográfica del libro con sus ramificaciones económicas como el beneficio para productores, director, actores, personal involucrado en el desarrollo del proyecto, cines o teatros; además de los negocios internos o cercanos a esos lugares donde se exhibirá el producto final como restaurantes o cafeterías.

6. Las personas que directa o indirectamente generarán productos adicionales a lo ya logrado con lo anteriormente descrito como pueden ser programas de televisión, reseñas críticas, productos culturales o creativos asociados, etc.

Es, por decirlo de alguna manera, un círculo virtuoso de la economía a través del cual se genera empleo y, lo más importante, entretenimiento y desarrollo cultural.

La economía naranja es una oportunidad que puede impulsar a Colombia en vías de desarrollo que, bien administradas y dirigidas, puede generar riqueza y esa tan ansiada búsqueda de disminuir las brechas sociales y culturales que nos limitan y separan. El país cuenta con una diversidad cultural inmejorable, con grandes talentos latentes y con una distintiva creatividad que debe ser orientada positivamente. Las posibilidades son infinitas, en todos los ámbitos que impulsa este modelo de desarrollo como son, entre otros, la gastronomía, el cine, la publicidad, el arte, las artesanías o la música.

Para lograrlo es necesario un compromiso desde todos los sectores y librarse de una traba mental que, dentro de esta corriente de la economía, tienen muchos intelectuales y artistas que consideran que la creatividad, en ciertos ámbitos se riñe con el beneficio económico. Debemos impulsar el talento creativo con la idea de generar riqueza y beneficios. La época del artista muriendo de hambre en una buhardilla o la del escritor sufriendo tras escribir cada cuartilla para demostrar que su arte no puede ser mercantilizado es de etapas ya superadas. El artista o el autor talentoso debe ver valorado su trabajo y debe entender que su faena beneficia a más personas de las que él se imagina.

Es también necesario que los productos creativos sean de la mayor calidad posible y que propendan por el crecimiento intelectual, social, cultural y moral de la sociedad. Y, por último, esta economía debe estar signada por la libertad creativa; por la libre expresión del talento y por el derecho a obtener el beneficio económico que corresponde al trabajo realizado. La creatividad muere cuando se limita la libertad o el desarrollo de las ideas.

Que la economía naranja (o economía creativa) sea una moda pasajera o parte de un periodo presidencial no sería justo para un país que necesita de una esperanza que, por supuesto, puede estar fundamentada en la economía de colores dando a cada una un espacio de desarrollo y, por supuesto, entendiendo la sinergia existente entre las economías azul, amarilla, verde y naranja para generar riqueza, desarrollo y prosperidad en nuestra nación.

[1] El motor de la creatividad en la economía creativa: entrevista a John Howkins (2005, Donna Ghelfi).

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