Duque, el verdadero culpable del caos del país
Opinión

Duque, el verdadero culpable del caos del país

Nunca antes un gobierno hizo tanto por deteriorar la situación de violencia e inseguridad. Sus torpes decisiones condujeron al horror y desesperación en los campos

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mayo 06, 2022
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La emisora radial Kapital Stereo, de la red de emisoras comunitarias, transmitió hace unos días desde Puerto Rondón, Arauca, una desgarradora entrevista a un campesino de la región. El hombre, entrado en años, relató entre lágrimas e intensos esfuerzos por controlar su voz, cómo se presentaron los hechos en los que perdió la vida su hijo, en el bombardeo que las fuerzas militares cumplieron el viernes 29 de abril en esa región.

Quien quiera puede ver la entrevista en el siguiente link: https://fb.watch/cM6Jrm0aNX/

El diálogo permite apreciar la cruel realidad que padecen miles y miles de campesinos en las zonas rurales del país. Sucedió que el día miércoles 27 se presentó un combate en la zona rural de ese municipio araucano. Don Francisco, como se identificó el campesino, estaba trabajando en la huerta de su pedazo de tierra, en compañía de su hijo, ya muchacho, y desde ahí los dos pudieron escuchar los ecos del enfrentamiento.

Sin más novedad, terminaron su jornada de trabajo. Al día siguiente, en horas de la tarde, se hallaban de nuevo en la huerta, casi listos a culminar la jornada, cuando vieron llegar una motocicleta con dos ocupantes, a todas luces guerreros armados. El que conducía la moto tenía una pierna herida y sangrando. El de la parrilla llevaba dobles fornituras en su torso y dos fusiles colgados en uno de sus hombros.

Les narraron que habían tomado parte en los combates de la tarde anterior, donde uno de ellos había resultado herido en una pierna. Se dirigían en busca de atención médica a su campamento, a unas horas de ahí. El herido no podía conducir más, y su acompañante no sabía conducir. Así que les pidieron que uno de ellos se encargara de llevar al herido. Don Francisco se negó de modo enfático, lo que disgustó visiblemente al hombre de las armas.

En tales circunstancias su hijo, temiendo por él, se ofreció a llevar al herido en su propia motocicleta, que estaba parqueada a un lado de la huerta. Así lo hicieron. El muchacho y el herido partieron en la moto, mientras el de las armas continuó a pie. Antes de irse le dijo a don Francisco que el campamento estaba algo lejos, así que lo más seguro era que por las prohibiciones de circular en horas de la noche, su hijo solamente podría regresar al día siguiente.

Le aseguró que le darían posada en el campamento, que estaría bien y le pidió no preocuparse. La intranquilidad de don Francisco se agigantó cuando a eso de las dos de la madrugada escuchó el vuelo de los aviones de guerra y un bombardeo a una distancia imprecisa. Su hijo no regresó en la mañana. Él fue a buscarlo con unos vecinos, a varias horas a pie, hasta que el sobrevuelo amenazador de los helicópteros en la zona los obligó a refugiarse en una vivienda.

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La intranquilidad de don Francisco se agigantó cuando a eso de las dos de la madrugada escuchó el vuelo de los aviones de guerra y un bombardeo a una distancia imprecisa. Su hijo no regresó en la mañana

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Al día siguiente, abatido, tras preguntar aquí y allá imaginando lo peor, recibió por parte del personero de Puerto Rondón la terrible noticia. Su hijo era uno de los seis reportados como integrantes de un grupo armado organizado dados de baja en la operación militar. El personero no solo le confirmó que su hijo había sido identificado como uno de los muertos, sino que además le describió el horrible aspecto que exhibía su cuerpo destrozado.

Mala suerte del muchacho, diría cualquier espectador despistado. Sin embargo, al examinar el contexto de los hechos resultan más obvias otras conclusiones. El periodista preguntó a don Francisco si el bombardeo había ocurrido cerca al lugar donde apenas unos días atrás fueron acribillados varios civiles, entre ellos algunos niños, por cuenta de un grupo armado que pensó emboscar a otro rival. Sí, ese otro hecho había ocurrido a unos veinte minutos en carro.

Don Francisco, lloroso, describió la situación de los habitantes de la región. Dos grupos armados enfrentados a muerte entre sí, que a la vez vivían el acoso del Ejército. Combates frecuentes. A veces tras el combate entre el Ejército y uno de los grupos, el otro permanecía atento para terminar de rematarlo apenas se marchara la tropa. Y eso incluía también a los que juzgaban como colaboradores de sus adversarios. El horror, la desesperación y la impotencia.

Llegamos a esto finalizando el gobierno uribista de Duque. El enemigo solapado de los Acuerdos de Paz, que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para no implementarlos. El gobierno que clausuró cualquier diálogo con el ELN, y generó las condiciones para que se fortalecieran los pequeños grupos residuales que siguieron a la reincorporación de las FARC. El que miró hacia otro lado mientras crecían las bandas criminales y paramilitares.

El que deja los campos del país convertidos en territorio de nadie. El verdadero culpable del caos que vivimos. Por Dios, que lleguen Petro y Francia.

 

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