De qué familia estamos hablando
Opinión

De qué familia estamos hablando

El horrible y doloroso asesinato de Yuliana nos deja muchísimas preguntas, y dos temas sobre los valores familiares:
hasta dónde debe llegar la lealtad familiar y la violación de niñas

Por:
diciembre 13, 2016
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La familia colombiana sale a relucir con mucha frecuencia en Colombia. En el fondo hay un debate más implícito que explícito sobre cuál es el tipo de familia que debe reconocerse en el país. Los cristianos y hasta la Iglesia católica abogan por ese hombre proveedor, esa mujer cuidadora y unos hijos educados bajo la ética religiosa. El tema de los derechos, que además es central en nuestra Constitución de 1991, ha abierto el debate sobre la legitimidad de otras formas de organización de la familia y desde entonces se armó Troya, y salieron a flote muchos problemas de nuestra sociedad colombiana. A esta necesidad de igualdad de derechos sin ninguna exclusión, se le suma la incapacidad de reconocer, por parte de muchos, que el modelo supuestamente ideal de organización de la familia pertenece a siglos y décadas pasadas. Hoy hombre y mujeres son y pueden ser proveedores, pero eso sí, no ha habido poder humano para que los hombres acepten claramente su papel de cuidadores.

Si hay un tema que produce reacciones virulentas es el reconocimiento del matrimonio de parejas homosexuales y peor aún, su derecho a adoptar niños y criarlos como hijos. En este momento se debate este último tema por parte de una senadora que pertenece nada menos que al Partido Liberal, y que se supone debería tener como fundamento el respeto a los derechos económicos, sociales, políticos y ambientales. Pero ese partido político, como muchos otros de este país, viven en el medioevo y no logran conectarse con el mundo actual, ni siquiera con el siglo XX. Se puede afirmar entonces, que el debate sobre la familia en Colombia es arcaico, irrealista y les hace daño a millones de hombres y mujeres que no se acomodan ni al esquema de la familia tradicional ni a la ética religiosa, sino que prefieren la ética laica, tan válida en todo el mundo como la anterior.

 

El debate sobre la familia en Colombia es arcaico, irrealista
y les hace daño a millones que no se acomodan
al esquema de la familia tradicional ni a la ética religiosa

 

Uno de los ejemplos perversos de este debate se sigue dando alrededor del tema de la paz. Algunos sectores conservadores movieron cielo y tierra para que el Acuerdo Final entre el Gobierno y las Farc incluyera una mención explícita a la familia como núcleo fundamental de la sociedad. Detrás está la idea de que la familia es el escenario donde los niños aprenden la convivencia, el respeto y los valores religiosos que sostienen a una sociedad. Es decir, una defensa acérrima del esquema tradicional, cada vez menos representativo de la sociedad actual. Las ciudades se llenan de hogares unipersonales; de muchos que solo tienen a la madre al frente de todas las responsabilidades porque este es un país de padres ausentes. De parejas homosexuales, muchas de las cuales son más estables que las heterosexuales y por ello pueden ofrecer más estabilidad económica y emocional a los hijos que adoptan. Pero nada de esto se quiere reconocer por parte de una abrumadora mayoría de personas apegadas a tradiciones que no prevalecen ni se ajustan a la realidad actual.

Hoy frente al reconocimiento de una sociedad en donde ser mujer o niño y especialmente niña, es realmente un peligro, vuelve la familia colombiana a estar en primer plano. Pero siempre como un debate escondido en este mundo pacato en que vivimos. En el caso del horrible y doloroso asesinato de Yuliana que nos deja muchísimas preguntas, surgen dos temas sobre los valores familiares. El primero es hasta dónde debe llegar la lealtad familiar. Aunque la justicia tiene la última palabra, si se comprueba que dos de los hermanos de quien hasta ahora es el principal sospechoso, son sindicados de mentir, adjudicando la muerte de la niña a un accidente, y de alterar la escena del crimen para que no hubiera evidencia de lo ocurrido, estaríamos frente a un ejemplo de una aberración de la lealtad familiar. Claro que es muy fácil juzgar desde fuera y la verdad es que todos sentimos por la familia Uribe Noguera una mezcla terrible de sentimientos. Pero la verdad es que, aunque es aceptable defender a la familia como parte fundamental de la sociedad, queda en el aire la ética y la moral que producto de nuestra educación, está predominando en el núcleo familiar.

El segundo tema es la violación especialmente de niñas y la agresión permanente a mujeres en Colombia. Como bien han señalado algunas voces en redes sociales y en medios de comunicación, miles de personas son víctimas de distintas formas de violencia cada día y, peor aún, está comprobado que en el caso de las violaciones, en la mayoría de ellas el agresor es alguien cercano a la víctima, y frecuentemente ocurren en el seno de la familia. Solo por las dos razones expuestas, ¿de qué familia estamos hablando en Colombia? Evidentemente, nadie quiere que esta familia sea el núcleo fundamental de ninguna sociedad. La solución es hablar claramente acerca de este problema, dejar de verlo como “normal” y denunciarlo, tanto dentro como fuera del contexto familiar. La indignación debe extenderse también a estos casos, por más tristemente comunes que puedan llegar a ser.

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