Bullerengue, bulle la sangre, la vida
Opinión

Bullerengue, bulle la sangre, la vida

Se propaga, repite, comparte, y laikean letras como la de “Las cuatro beibis”, y no se reconocen las inéditas que se cantan en un festival, como el del bullerengue de Maríalabaja,

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diciembre 14, 2016
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Foto: David Lara Ramos

Foto: David Lara Ramos

Días antes de que comenzara el Festival Nacional del Bullerengue en Maríalabaja, Bolívar, en redes sociales, medios masivos y en cuanto dispositivo con pantalla o pantallita aparecieron una diversidad de improperios, insultos, catilinarias y desmadres contra unos cantantes (con voces de caldereta) que anunciaban que estaban enamorados de cuatro beibis.

Los insultos provenían —incluso— de gente muy equilibrada, nada primaria, que en súbita pérdida de la moderación, mostraron su lado más procaz y abrieron la cerca a su habilidad insultiva (inmejorable).

Mónica Gontovnik, serena dama barranquillera (de amorosa bacanidad), llegó a decir, en su última columna, que Shakira “tenía huevo”, por haber grabado un video al lado de uno de aquellos que cantó que estaba enamorado de cuatro beibis.

 

Foto: David Lara  Ramos

Foto: David Lara Ramos

Por qué se propaga, difunde, repite, comparte, laikea y expande, la aparición de letras como la de Las cuatro beibis y no se reconocen con el mismo ímpetu las inéditas que se cantan en un festival, que como el del bullerengue de Maríalabaja, reúne a una gran porción de representantes de la cultura de un extenso territorio. Cantos que van desde el sur del departamento del Atlántico, hasta la frontera con la vecina Panamá, extendiéndose hasta Córdoba y las riberas del Magdalena.

Es el territorio del bullerengue. Allí bulle el tambor alegre más alegre.

Bulle el brillo de las maracas, bulle el canto sentido, bulle el baile, bulle el cuerpo.

Bulle el verso inteligente, templado, vibrante.

Bulle la historia de la gente que los canta.

Bulle el dolor que se renueva y se alegra a golpe de llamador.

Bulle el abrazo de la abuela danzante.

Bulle el dicho arraigado y la tonada que maravilla.

Bulle la resistencia de pueblos como San Juan de Urabá, Apartadó, Arboletes, Necoclí, Acandí o Chigorodó.

Bulle el sudor que huele a anís y a madera de roble.

Bulle el lereo ancestral que hipnotiza, y el lerei profundo que serena.

Bulle el recuerdo de mujeres musicales. Etelvina Maldonado, Graciela Salgado, Eulalia González, Eloisa Garcés, Martina Balseiro, Juana Silgado, Reyita Herrera, Pura Ramos.

Bulle la voz de una joven generación de cantadores y cantadoras. Febe Merab, Carolina Oliveros, Will Pantoja, Jherson Serna, Mathieu Ruz, Fabián Ospino, Jhonny Rentería, Luz Gabriela Jiménez, Luis Alfonso Valencia...

Foto: David Lara Ramos

Foto: David Lara Ramos

Jóvenes que han transformado el discurso repetido del “rescate de la tradición”. Crean, componen nuevos temas o renuevan los tradicionales. Sus melodías y letras originales circulan de manera cadenciosa como el canteo de un bullerengue sentao. Los comentarios en redes, alaban su determinación de cantar desde lo ancestral, siempre pensando que la tradición es el origen de toda historia musical y las exploraciones que persiguen. Saben que esa experiencia única en las ruedas de bullerengue son las raíces que se siembran y retoñan en el cuerpo.

Lo otro, lo de las cuatro beibis, refleja la ceguera y la estupidez de los reyes de la pantalla. Nefastez rampante.

 

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