El 10 de enero del presente año el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro reafirmaba su mandato político a través del pacto cívico-militar, una vieja táctica utilizada en otros países para asegurarse un periodo más en el poder, investir a los civiles con armas para crear estructuras político-militares que respalden su proyecto político. Nada distinto a las fuerzas cívico-militares en defensa de la revolución en Cuba o a las bases del FSLN en Nicaragua. Algo bastante cuestionable y peligroso si se habla de protección a la libre expresión y el disentimiento político frente a estos modelos de gobierno por parte de la oposición.
Ahora bien, por otra parte, el hecho de crear un pequeño eje de la resistencia en el cono sur ante una posible invasión de Venezuela, que es jalonada desde los sectores más ultraderechistas y retardatarios del continente, expresidentes latinoamericanos y los EUA, evoca a la pregunta: ¿está Maduro acorralado?, ¿estrechar lazos no solo ideológicos, si no militares es un respiro ante la presión internacional? Hay que recordar que la geopolítica es dinámica, y que hoy por hoy, el continente suramericano ya no tiene en el poder ni a Uribe ni Bolsonaro, algo que favorece a los chavistas ante una posible acción militar desde el norte, pues es evidente que nadie abre la puerta de su propia casa para que entren a masacrar a un familiar, y que ante la investidura del nuevo presidente de los Estados Unidos, el empresario playboy, América Latina de forma directa o indirecta cierra filas ante dos amenazas claves, la supuesta recuperación del canal de Panamá por parte de los EUA y la amenaza a México de deportación masiva de sus compatriotas sumado a sanciones económicas que afectan el intercambio fronterizo.
Si bien la Guerra Fría culminó y atravesó por un fuerte hecho como lo fue la crisis de los misiles cubanos, no se debe olvidar, que tanto Rusia como China son aliados comerciales de muchos países de América Latina, incluso los asiáticos tienen su ojo puesto en proyectos macroeconómicos de tipo estructural como el ya tan anunciado canal de Nicaragua que ha ofrecido Ortega, algo que sumado a la reactivación de la ruta de la seda no vendría nada mal a este gigante asiático. Por otra parte, Rusia con su apoyo a Venezuela con fines de estabilización económica, también tiene presencia en la región en otras latitudes, su liderazgo en los BRICS donde existen estrechos lazos comerciales con Brasil no es un hueso fácil de roer, puesto que, nadie arriesgaría sus inversiones solo por el capricho de grupos que reclaman un intervencionismo en Venezuela, sin antes dar la pelea diplomática o militar, aun si así estuviera el tablero listo para que las fichas dieran el primer paso.
Así que, al chavismo en el poder le esperan algunos caminos que dependerán más de la política internacional que de su propia voluntad. Por un lado, que su economía no termine de implosionar por la hiperinflación llevando a un colapso social más profundo, que haga que el cerco civil lo obligue a decretar un gobierno de transición o reconciliación nacional, o que partes del ala militar, apoyados por fuerzas extranjeras inicien una campaña interna de desestabilización del poder que termine en una guerra civil al estilo Siria, bastante dolorosa y prolongada, que culminó con un país en ruinas y sin una unidad nacional para la reconstrucción del país, más mediado por intereses externos que internos.
También que, simplemente el chavismo salga de este nuevo periodo de resistencia con una cara renovada, con un diálogo social más vinculante y el fortalecimiento de sus bases por medio de la ampliación de sus relaciones multilaterales, algo difícil en estos tiempos, porque muchos países buscan hacerse a un lado de Venezuela mientras Maduro esté en el poder.
Es por ello que el chavismo se ve abocado a fortalecer sus alianzas con otros países que en la región al igual que Venezuela sufren las sanciones de la comunidad internacional, abriendo así un nuevo paradigma en la forma en que los países con similares condiciones de gobernabilidad crean alianzas y muestran los dientes de cara a un posible intervencionismo.
En Cuba el legado de los Castro, en Nicaragua los Ortega y en Venezuela los chavistas son expresiones políticas que han podido de forma inteligente o no sortear los constantes ataque a sus regímenes, y ahora más que nunca habría que responderse no de forma tan acelerada ¿a quién conviene realmente una intervención militar en Venezuela? Al final de esta amenaza, ¿cuáles serían los grupos económicos y políticos que quedarán abanderados con la reconstrucción de un país después de una hipotética intervención? Interrogantes justos si se tratase de hacer la guerra por la guerra, antes de apelar a la diplomacia occidental que tantos vacíos tiene cuando se trata de impugnar un genocidio como el de Palestina, Siria, Yemen o Sudán.
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