Cuando la crítica se vuelve una excusa para el odio

Cuando la crítica se vuelve una excusa para el odio

"Es tan ciega la mente de algunos que no comprenderá la manipulación discursiva que desde ahora empieza a hacer de las suyas"

Por: Jamal Said
marzo 23, 2021
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Cuando la crítica se vuelve una excusa para el odio
Foto: Las2orillas

Alguna vez dijo Sir Thomas Browne, uno de los escritores más eclécticos que ha dado la tradición literaria inglesa, que “el que censura a los demás, indirectamente se alaba a sí mismo”. Y no se equivocaba: de verdad que hay personas que, cuestionando el pensamiento de otros, creen que sus ideas están por encima de todo y son las únicas que existen en la gran selva del debate social. Está caterva de inconformes no tolera que se cuestione a sus ídolos, cree que solamente ella tiene la razón y sabe muy bien lo que necesita la sociedad colombiana, así lo que piense o diga no tenga fundamento y raye en el anacronismo político que se desea imponer. No soporta que decentemente se critique lo que impone como falsa verdad, porque inmediatamente sale a defender su sectaria postura ideológica con el odio que el populismo suele fomentar.

Ojo, señores, el que escribe también critica, cuestiona, debate, en fin, contradice lo que no va con él, pero sabe respetar al que no comulga con su manera de pensar. Sin embargo, cuando ha tenido que rechazar respetuosamente las ideas de Gustavo Petro, ha visto cómo sus fanáticos, tal como bacantes adorando a Dionisio –los romanos lo llamaban Baco–, se ponen mal cuando se rechazan sus propuestas políticas, como si fuera una obligación quedarse callado y aceptar lo que tan demagógicamente plantea su “semidiós” del actual escenario político. Lo que no sabe esta tribu –aunque nueva, pero sabe trabajar en manada– es que en un mundo civilizado el ser humano está sujeto a la crítica, sin que eso tanga que ser un impedimento para la convivencia y el debate. Lamentablemente, el populismo nefasto, sea este de derecha o de izquierda, está destruyendo ese bello principio.

Esta aterradora manera de obrar da para inferir lo siguiente: si no se apoya a Petro, pues se está totalmente equivocado. Quién lo hubiese imaginado: ni siquiera se lo ha elegido presidente, pero ya se censura a sus contradictores. Imagínese usted, amigo lector, el día que alcance el solio de Bolívar y ponga en contra a todo aquel que no sienta admiración por él. No cabe duda que cada calle de nuestro territorio nacional, si es que llega a darse ese terrible momento, será testigo de una enfurecida turba que no respetará bien público o privado, defiendo a su líder a capa y espada con tal de dejarlo gobernar a su manera. Ante ese hipotético escenario, por no decir indeseable o nefasto, no habrá poder humano que detenga la violencia que se avizora, porque es tan ciega la mente de algunos que no comprenderá la manipulación discursiva que desde ahora empieza a hacer de las suyas.

Quiero que quede claro que no me molesta el gobernante de izquierda: Lula da Silva hizo maravillas en Brasil, eso hasta lo reconocen sus opositores, claro está, en secreto. Pero en nuestro país tenemos a un tipo que reina en el mar de la improvisación, al menos sus entrevistas dan cuenta de ello; convencido del asistencialismo social, pero fomentando la lucha de clases para hacerse fuerte; dispuesto a deformar lo que ya está deforme, sin tener en mente un plan concreto para llevarnos al paraíso del progreso. De esos tipos el mundo está más que lleno, y cuando fracasan acusan al contradictor de su debacle. No, lo digo honestamente, no es animadversión hacia la persona de Gustavo Petro, simplemente es que quiere gobernar como si fuera el dictador de un reino socialista, cuando el presente siglo, si se lo interpreta bien, ofrece otras posibilidades, en las que él no es la mejor opción por su terco arraigo comunista.

La ñapa. Hace poco la revista Semana, un bodrio periodístico con ínfulas de medio escrito serio, entrevistó al líder de la Colombia Humana, colocándolo contra las cuerdas en muchos temas que como si fuera hábil futbolista quiso gambetear. Muy bien decía Alexander Pope, el excelso poeta inglés, que “el que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Así se pongan mal los borregos de Petro, que crecen como si fueran flores silvestres, en esa entrevista una mentira llevó a la otra, hasta verse envuelto en su propia espiral de mentiras, quedando como conclusión que sus propuestas no son el mar sino el océano de la improvisación. ¿Será que solamente la mediocre de Vicky Dávila reconoció semejante discurso embaucador? No, mucha gente quedó preocupada.

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