Hoy, 20 de enero, día de la posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, pareciera como si el mundo estuviera esperando un cataclismo que va a poner las cosas patas arriba. En el mundo entero nadie está impasible con la llegada, por segunda vez a la Casa Blanca, del magnate de Manhattan.
Los países desarrollados tiemblan. Los países en vía de desarrollo están aún más preocupados. Unos temen la amenaza de los aranceles, que bien podrían iniciar una desaconsejable guerra comercial. Otros sienten pánico ante las políticas hacia los inmigrantes que serán expulsados sin misericordia. Y hay otros que incluso temen perder sus territorios como Panamá y Groenlandia, porque a Donald Trump se le ocurrió la descabellada idea de querer a estos territorios para los Estados Unidos.
Es como volver al siglo XIX donde el país del Norte iba anexando territorios basándose en su poderío. Panamá, recordemos, era territorio de Colombia, y una mala decisión del golpista, senil e incapaz presidente colombiano José Manuel Marroquín, regaló esa zona, sin ningún miramiento. Tal vez, los únicos que están tranquilos son los amigos de Trump: los grandes magnates tecnológicos. Todos ellos, Bezos, Zuckerberg, Gates, Peter Thiel… han pasado por Mar-A-Lago para rendir pleitesía al ‘Emperador’ del mundo.
Ahora, el pasaporte para entrar en el palacio del magnate, es depositar un millón de dólares. Cosa que está al alcance de unos escogidos. Ser amigo de Trump significa aceptar rendidamente y sin discusión sus postulados, y multiplicar los halagos y elogios hasta llegar al ditirambo. Sylvester Stallone y Mel Gibson, por ejemplo, han sido nombrados por Trump, ‘embajadores de Hollywood’; puestos obtenidos a punta de alabanzas. En
cambio a Robert de Niro lo desestima debido a sus insultos constantes. De Niro ve a Trump como una amenaza para la democracia y el mundo. Pero hay que decir de Donald Trump que tiene un enorme defecto: habla claro, alto y no se muerde la lengua. No es populista, ni está interesado en quedar
bien. En la Unión Europea están muy preocupados. Trump ha dicho que podría abandonar la OTAN si los países miembros no aumentan sus aportes al presupuesto de la Alianza Atlántica.
De igual manera anuncia aranceles a las importaciones provenientes de Europa. La palabra mágica de Trump es ARANCELES. Toda su realpolitik se basa en ella y es el punto de partida para establecer contactos e imponer normas, especialmente, con los países asiáticos, y en particular con China que ha
emergido como su gran rival a nivel geopolítico, comercial, económico y de influencia política. China amenaza con desplazar a los Estados Unidos como primera potencia mundial, incluido el poderío militar. ¿El mundo hablará mandarín en 2050?
Para Latinoamérica, ¿qué pinta en el mundo de Trump? Para nuestra desgracia, nada. Si por alguien, de esta zona, siente alguna simpatía, es por el presidente de Argentina Javier Milei, cuyas políticas de motosierra están diezmando al pueblo argentino. Trump siente inclinación por aquellos gobernantes calificados de extrema derecha, Viktor Orbán de Hungría, Georgia Meloni, que se plantó en
Mar-A-Lago, etc.
Para los próximos años quien no ha pasado por Mar-A-Lago no tiene nada que decir. Así de simple es la premisa. De ahí es de donde nace todo el temor y los interrogantes que acogotan a todos los gobernantes mundiales. Por ejemplo, en Canadá, cayó el primer ministro Justin Trudeau porque la relación con Trump se oscureció y le dio por decir que Canadá podría convertirse en el estado 51 de la
Unión.
¿Qué va a pasar con el comercio mundial?, ¿el dólar se va a disparar? Un dólar caro encarece las importaciones porque, como se sabe, el dólar es la moneda de las transacciones internacionales. ¿Qué será de la industria de los alimentos? Si los fertilizantes suben sus precios, el campo va a salir escaldado.
Digámoslo de esta manera: ¿los países pobres verán enflaquecer sus arcas? Porque Donald Trump se va a dedicar en complacer a sus amigos del negocio financiero. Hablamos de Jamie Dimon del Chase o David Solomon de Goldman Sachs. Sus estados financieros van a ser supermillonarios.
Otra característica de Trump es su olfato de garduña para recolectar dinero, y sabe a quién se acerca, por ejemplo a Elon Musk que le garantiza un flujo de caja creciente y sin límites. Y de seguro, tiene a sus pies a todo el lobby de la industria farmacéutica. Ni siquiera la industria del tornillo, obviamente, escapa al influjo magnético de la política trumpiana. ¿Qué será de la humilde guasa, del tornillo zincado, del
sencillo espárrago que se vende en Paloquemao de Bogotá?, ¿hasta dónde escalará el precio, por ejemplo, de un montacargas, tan indispensable en cualquier bodega para mover mercancías y la seguridad del trabajador?
Casi que parece macondiano —escapa a la lógica más puntual— que una decisión tomada allí entre ese entramado de burocracia que representa la Casa Blanca y donde se toman todas las decisiones de política mundial, pueda afectar a todos los sectores de ferretería de Bogotá, Cali, Manizales, o de toda Colombia, de Suramérica, para no hablar de África.
Si el tornillo sube, se resiente el sector construcción. Si la construcción no crece, aparece el fantasma de la recesión. Si hay recesión, el desempleo destruye el tejido social. Y desempleo es inseguridad.
Hoy, lunes 20 enero 2025 Donald Trump sera el 47º presidente de Estados Unidos. ¿Llegará el apocalipsis? O ¿Será el comienzo de un nuevo amanecer?
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