En lo profundo del Chocó, en la serranía de La Macuira, en el corazón del Meta, en Buenaventura, en la costa nariñense, en Bogotá y en 43 municipios más hay 62 comunidades que están en proceso de aprender a mirar el sol y los fuertes vientos de otra manera; no solo como fuentes que dan luz y energía sino en oportunidades que les entrega mucho más control sobre su vida cotidiana.
Lea también: La fórmula con la que la OIM y Fenoge le llevarán electricidad a pueblos que han vivido a oscuras
Hace ya varios meses la Organización Internacional para las Migraciones OIM y el Fondo de Energías No Convencionales y Gestión Eficiente de la Energía, Fenoge, están recorriendo el país de norte a sur con un programa que viene del Ministerio de Minas y Energía, en cabeza del ingeniero Andrés Camacho llamado En Comunidad, que es algo más que un proyecto de energía limpia y una bandera del Gobierno de Gustavo Petro.

EnComunidad ha logrado ser una forma de resistencia, de autonomía, de construcción de futuro en aquellas comunidades donde prender un bombillo, enfriar con una nevera o cargar un celular es algo más que un privilegio. En los lugares más apartados de las ciudades capitales, donde la electricidad aún es un lujo para muchos, el proyecto ejecutado por la OIM y Fenoge ha conseguido que cientos de personas empiecen a plantear proyectos empresariales con los que puedan administrar y comercializar su propia energía.
Lea también: El Plan para que Bahía Málaga, en el corazón del Pacífico, tenga energía 24 horas al día
Hasta hace poco, en Tadó, Chocó, la luz y la energía era una constante incertidumbre. Había días en que el motor de la planta generadora de electricidad se silenciaba y el pueblo entero quedaba sumido en la negrura de la selva. En Dibulla, Fonseca, Uribia y otros tantos municipios de La Guajira, la historia no es distinta: allí donde el viento sopla con furia sobre las casas wayuu, la electricidad está dejando de pensarse como una sombra intermitente y un privilegio de alto costo. Ahora, con las jornadas de EnComunidad, los pueblos están entendiendo que tener energía 24 horas al día y sacarle provecho son realidades.
El proyecto no se trata solo de instalar energías limpias como paneles solares o turbinas eólicas. El verdadero poder de EnComunidad está en la formación y en la construcción de conocimientos que permiten que los habitantes de cada una de las 62 comunidades, que ya han sido visitadas una, dos y hasta tres en tres jornadas, sean quienes administren tanto económica como operativamente sus sistemas energéticos.

En las jornadas de formación en las que los capacitadores de la OIM recorren mares y ríos y atraviesan montañas a pie y a caballo para llegar dictar las charlas se habla de transiciones, de capacidades fortalecidas y de nuevas oportunidades. Pero en los testimonios de la gente, de lo que ellos hablan al finalizar las jornadas es de tranquilidad, futuro y dignidad.
Las historias de promesas incumplidas en materia energética también están llegando a su final. En las comunidades estaban acostumbrados a que recibir políticos y funcionarios con buenas ideas que sacaban una foto y luego se iban para nunca más volver. Pero ahora todo parece ser distinto. Les están enseñando a administrar la energía y a que no dependan de una red ataviada de cables para poder iluminarse. Las comunidades han empezado a constituir empresas energéticas, están aprendiendo. Ahora, la luz ya no será un favor o un servicio costoso llevado por las grandes compañías: es un derecho conquistado.
En Timbiquí, Cauca, un grupo de mujeres ha puesto en marcha una planta de procesamiento de cacao. Antes, gran parte de su producción se perdía por la falta de refrigeración adecuada. Ahora, con la energía que ellas mismas generan, el negocio crece y las familias prosperan.

Los números también cuentan una gran historia. De 491 postulaciones iniciales, solo 21 de ellas fueron seleccionadas en 2023. El impacto fue más grande de lo esperado y la convocatoria se amplió: hoy son 62 comunidades en 12 departamentos las que se han sumado a esta transición energética justa. EnComunidad ilumina hogares y empuja la democratización de la energía, una idea que suena a utopía en un país donde históricamente la electricidad ha sido un negocio de pocos.
Lea también: Así le llevaron energía a un colegio en Bojayá donde nunca habían estudiado con luz
El proceso no ha estado exento de dificultades. La puesta en marcha de EnComunidad ha dejado jornadas y desplazamientos extensos, capacitaciones intensivas en administración, operación y mantenimiento. Ha sido necesario derribar barreras y convencer a quienes durante muchos años han vivido alumbrados con la luz de las velas y en el olvido energético, una tarea también titánica porque mucho no creen que otra forma de vida es posible.
El resultado en cada comunidad que ahora enciende bombillo y televisores sin miedo a que la luz desaparezca. En cada familia que ha aprendido a gestionar su propia energía. En cada niño que puede estudiar de noche sin depender de una vela y de lámparas impulsadas con combustibles.
El camino aún es largo. La segunda etapa del programa prevé la puesta de nuevos proyectos energéticos a mayor escala, con el respaldo del Ministerio de Minas y Energía. El objetivo es claro: seguir expandiendo la red de comunidades conectadas y promover la transición energética en el país para que la sostenibilidad energética de la que tanto habla el ministro y el presidente no sea un concepto abstracto, sino una realidad.
EnComunidad no es solo un programa. Es un testimonio tangible de que las soluciones energéticas son más que un negocio. Son un acto de justicia y otra forma de llevar paz a los rincones más alejados, una forma de devolverle poder a quienes durante demasiado tiempo han vivido a oscuras.