Cerebritos que predicen y preguntan
Opinión

Cerebritos que predicen y preguntan

Un lactante a esa temprana edad se da cuenta de muchas cosas como “un pequeño Sherlock Holmes en formación”

Por:
agosto 28, 2015
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No nos referimos al del pulpo Paul que supuestamente predecía los resultados de fútbol, sobretodo si jugaba la selección de Alemania, desde 2008 a 2010 cuando murió rodeado de honores pero con dudas de muchos en el acuario de Oberhausen. Aunque se dice que los pulpos son los animales invertebrados más inteligentes y estudios recientes de su genoma demuestran que tienen casi la misma cantidad de genes que un ser humano Si hay dos animales que parecen extraterrestres serían el pulpo y el hombre afirman algunos.  Y ambos mueren, escribe un gracioso, tras una gran paliza que les da la vida.

Pero el cerebrito predictor del que vamos a hablar no es el del pulpo sino el del bebé humano. Y meditar un poco en las preguntas que puede hacerse un cerebro de seis meses de edad.  Investigaciones recientes parecen probar que un lactante a esa temprana edad realiza operaciones neurológicas llamadas codificación predictiva (predictive coding)

En ese caso los conceptos y mapas abstractos de la mente no solo se alimentarían de la información que viene de los sentidos como propuso el famoso filósofo y médico John Locke en el siglo XVII. Lo que pensamos, esperamos y nos preguntamos no se formaría solamente desde abajo, desde nuestras sensaciones y percepciones, sino también desde áreas altas más desarrolladas del cerebro. Allí haríamos conjeturas y predicciones que participarían en la formación de ideas y conceptos complejos desde edades muy tempranas. Entonces aquello de la Tabula rasa del colega Locke que todos nacemos como tableros limpios y todo lo que sabemos es aprendido a través de nuestros sentidos no explica completamente el desarrollo de la mente humana.  Quizás una parte importante de lo que pensamos y sabemos del mundo es adivinado y comprobado desde arriba por nuestro activo cerebro infantil: “¿Regresará mi mamá? Quizás sí. ¿Y me dará el seno? Ojalá…”  No simplemente: “¡He aquí la teta de mi mamá!”.

Los experimentos que mostraron la codificación predictiva en bebés de seis meses fueron resumidos recientemente en una columna de Alison Gopnik en el Wall Street Journal. Se conectan los nenitos a instrumentos que nos permiten detectar las áreas del cerebro activadas.  Se les muestra una imagen llamativa. Las áreas occipitales de la visión se iluminan. Luego se hace un ruido fuerte. Las áreas temporales auditivas se encienden. Se repite la secuencia varias veces. Entonces se les presenta la imagen pero no se hace el ruido, se disparan las áreas de la visión ¡y también las áreas auditivas! La mente del niño espera, predice que el estímulo auditivo va a ocurrir aunque ello no sucede. El cerebrito percibe, conjetura algo que no ocurre y codifica en su memoria esta predicción.

Si una persona, dice la columnista, está acostumbrada a que a cierta hora pasa el tren por su barrio y una noche no oye el traqueteo y el pito, súbitamente se despierta preguntándose ¿qué pasó? aunque no haya pasado nada.  Igual el niñito a los seis meses se da cuenta de los huecos en la realidad. Su mente no solo se desarrolla por los elementales datos de los sentidos como decía Locke sino también por lo que falta en esa lluvia de información, codificando predicciones desde muy temprana edad.

Subrayo que esto es diferente a las respuestas pavlovianas a estímulos agradables o desagradables (el perro que saliva tras la campanita antes del bistec)  porque no hay una conducta observable: todo ocurre dentro de la mente del niño como en íntimo diálogo con la realidad.  Además no hay un largo entrenamiento, es una respuesta espontánea del cerebro en formación.  Los niños se dan cuenta de muchas cosas que a veces olvidamos, lo que está ante ellos y lo que falta o no está.  No sólo es importante poner el pezón en la boca del lactante para que succione, él conoce y espera la sonrisa de su madre antes de dormirse en su pecho (“Aquieto mi deseo —mis predicciones— Como un niño en brazos de su madre” Salmo 131)  Ojalá no falte la sonrisa.

El niño se da cuenta de muchas cosas como “un pequeño Sherlock Holmes en formación” dice Gopnik en su columna. En un relato dice el mítico detective, personaje literario basado en un médico real de sorprendentes diagnósticos, que se debe notar el curioso incidente del perro en la noche. Se le recuerda entonces que el perro no hizo nada por la noche. “Ese es el curioso incidente-replica Holmes- el perro no ladró la noche del crimen”.

Para nuestra mente la realidad es una mezcla, ordenada y codificada, de cosas que ocurren y cosas que no ocurren.  Podríamos meditar entonces un poco en las preguntas que se hace un cerebrito de seis meses tras sus predicciones fallidas de amor y ternura.

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