Beirut, la ciudad de las cuentas pendientes
Opinión

Beirut, la ciudad de las cuentas pendientes

La primera impresión es la mezcla de lo árabe con lo europeo. A algunos libaneses les gusta conducir para lucirse, las mujeres mezclan velos con las cirugías plásticas

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mayo 31, 2017
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Aquí, en Beirut, las mezquitas conviven con las iglesias, los suníes con los chiíes, y los inexplicables drusos con los volátiles extranjeros, pero esto no quiere decir que no haya tensiones. De hecho, la guerra civil (de 1974 a 1989), enfrentó a palestinos, comunistas, maronitas y a las otras 17 comunidades religiosas que recogen al pueblo libanés. Todavía el visitante puede encontrarse algún edificio golpeado por la guerra y abandonado, como un monumento al pasado.

 

Aquí en Beirut las mezquitas conviven con las iglesias.

 

Ese crisol de pueblos es un buen reflejo de su propia historia porque aquí estuvieron los fenicios (de los que varios se sienten herederos directos) los griegos, los romanos y los otomanos. Beirut fue sede de la escuela de derecho bajo el imperio romano y centro comercial bajo el control de los árabes.

En años recientes, también estuvieron los sirios y los israelíes batallando en sus calles. Beirut vio en 1982 a los palestinos civiles masacrados en Sabra y Chatila (con la complicidad de Israel), la permanencia de las tropas sirias en su territorio por treinta años (hasta 205) y sufrió el despiadado bombardeo israelí de 2006, durante la guerra con Hizbollah.

 

Edificio golpeado por la guerra y ahora abandonado

El centro de la ciudad lo marcan la plaza de los mártires y la mezquita de Mohamed Al-Amin, réplica de la Mezquita Azul, de Estambul. Como toda mezquita, tiene la magia de los que creen y la admiración de quienes simplemente la visitamos. Beirut y sus sitios más emblemáticos han visto los combatientes de muchos lados y las banderas de tantos otros, como cuando el país se volcó a las calles, en marzo de 2005.

El barrio de al-Hamra es una de las zonas más vivas de la ciudad. Se mezcla el olor del narguile y las tiendas modernas, la bulla de los carros y la quietud de los velos. La fiesta nocturna está allí. La fiesta tiene su sitio preciso, pero la inmigración y el refugio, no. Beirut es una ciudad llena de refugiados que no se notan: de palestinos desde los años cuarenta; de sirios desde hace seis años.

 

Beirut mira al Mediterráneo, aunque a veces parece que le da la espalda

 

Y cerca está la costa mediterránea, con sus playas poco visitadas, menos aún por las mujeres; las pocas que van, visten en su mayoría de manera discreta y no se aventuran al agua como los hombres. En otro sector, en su paseo costero, la gente camina, pesca o juega a hacerlo. Beirut mira al Mediterráneo, aunque a veces más parece que le da la espalda.

 

En su paseo costero la gente pesca, o juega a hacerlo

 

A Líbano lo llaman: la Suiza de Oriente Medio, como a Colombia: la Suiza de América Latina. La verdad es que llegué esta vez a Beirut después de dos semanas en Suiza y no veo el parecido. Bueno, Colombia y Líbano sí se parecen por su gusto por las cirugías plásticas, su falta de puntualidad, la forma en que conducen, los trancones eternos y la sensación de que todo puede ser posible. Beirut es una ciudad alegre y bulliciosa, con un dolor dormido que a ratos se despierta, en los últimos años, cada vez de manera más frecuente.

@DeCurreaLugo

Fotos: Víctor de Currea-Lugo

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