En Washington, entre votaciones discretas y negociaciones diplomáticas, Laura Gil fue elegida este viernes como la nueva Secretaria General Adjunta de la Organización de Estados Americanos (OEA). Diecinueve de los 34 países miembros le dieron su voto. Con ese respaldo, una mujer —y colombiana—ocupa por primera vez en su historia una de las sillas más altas en la organización que articula políticamente al continente. Pero detrás del anuncio hay algo más: el logro tiene nombre propio: Gustavo Petro.
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La llegada de Gil a la OEA no fue casual. Fue un movimiento planeado y ejecutado por la Cancillería, con el impulso directo del Presidente. Desde el primer día de su Gobierno, Petro ha insistido en que Colombia debe dejar de ser un actor de reparto en el escenario internacional. Y su estrategia ha sido ocupar espacios, ganar vocerías, poner en puestos clave a personas de su entera confianza. Laura Gil es una de ellas.
Nacida en Uruguay y nacionalizada colombiana, Gil ha sido por décadas una de las voces más autorizadas del país en política exterior. Académica, analista, consultora de organismos multilaterales. Su nombre siempre ha orbitado los temas internacionales, pero fue con Petro que dio el salto al poder institucional. En 2022, fue designada viceministra de Asuntos Multilaterales, y luego enviada como embajadora a Austria, con una tarea simbólica y política: liderar la defensa de la hoja de coca en foros internacionales.
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— Laura Sarabia (@laurisarabia) May 5, 2025
Desde Viena, Gil consolidó una narrativa clave para el Gobierno: la lucha contra las drogas necesita replantearse desde la ciencia, los derechos humanos y la soberanía. No fue solo una postura diplomática, sino parte de una agenda ideológica que Petro ha defendido desde su llegada al poder.
Ahora, esa apuesta llega a uno de sus puntos más altos. Con la elección de Albert Ramdin, de Surinam, como nuevo Secretario General de la OEA, se abrió un reacomodo en la cúpula. Petro lo entendió como una oportunidad y, junto a su canciller Laura Sarabia, se lanzó a la campaña por la Secretaría Adjunta. El nombre propuesto fue Gil. Y el esfuerzo dio frutos: Colombia ganó una votación histórica que la instala en el corazón de la diplomacia continental hasta el año 2030.
¿A quién le ganó la colombouruguaya?
En la contienda estaban también la guatemalteca Claudia Escobar —una abogada con carrera judicial y actual embajadora ante la OEA— y la peruana Ana María Sánchez, quien fue canciller durante el gobierno de Ollanta Humala. Pero fue la colombouruguaya quien logró sumar el respaldo suficiente, gracias a su trayectoria, sí, pero también gracias al impulso directo del Gobierno Petro, que tejió la candidatura como una jugada de ajedrez diplomático.
Este es el segundo gran hito internacional del Gobierno en menos de un mes. El pasado 9 de abril, Petro asumió la presidencia pro tempore de la CELAC, el organismo latinoamericano donde no tiene asiento Estados Unidos. Pero mientras esa presidencia le correspondía a Colombia por rotación, el caso de la OEA fue distinto: aquí hubo que ganar. Cabildear. Convencer. Fue una verdadera campaña internacional. Y la ganó.
Laura Gil, que ha pasado la vida reflexionando sobre la política exterior de Colombia, ahora la encarna. En sus manos estarán los temas más sensibles del continente: democracia, derechos humanos, migración, drogas, clima. Su elección no solo eleva su perfil, sino que ratifica que la política internacional de Gustavo Petro dejó de ser una aspiración y empezó a materializarse en cargos, decisiones y poder real.
Desde Washington, la nueva Secretaria General Adjunta de la OEA será una pieza más —pero no menor— en el tablero continental que Petro quiere mover. Una diplomática que ahora hablará, también, en nombre de su presidente.