La frontera colombo-ecuatoriana: más allá de alias Guacho

La frontera colombo-ecuatoriana: más allá de alias Guacho

No se puede negar la compleja situación que se vive, pero más allá de la etiqueta negativa se requieren acciones contundentes por parte del Estado

Por: Mario Cepeda Bravo
mayo 02, 2018
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La frontera colombo-ecuatoriana: más allá de alias Guacho
Foto: MacAllenBrothers - CC BY-SA 2.0

En este texto pretendo hacer una radiografía sucinta sobre la frontera colombo-ecuatoriana con el fin presentar al final unas recomendaciones de política.

Cuando me preguntaron en una emisora de Bogotá si podíamos llamar a nuestra frontera colombo-ecuatoriana una narcofrontera mi respuesta fue no, nunca. Esta es una frontera que rechaza todo tipo de estigmatización y etiquetamiento negativo. Es una frontera que le ha apostado a la integración, la paz y la unión de los pueblos. Con esto no quiero negar la situación compleja que se vive, pero más allá de la etiqueta negativa se requieren acciones contundentes por parte del Estado y espacios de concertación con la zona fronteriza.

Colombia y Ecuador comparten una frontera común y viva de 600 kilómetros, de los cuales 125 km corresponden al área del Pacífico; enmarcada en una interrelación permanente de lo familiar, cultural, económico y social. En este espacio, las relaciones políticas han sido dinámicas y para el vecino país, un punto neurálgico de las relaciones exteriores hasta finales de los años 90, fue su conflicto limítrofe con Perú, el cual fue resuelto en 1998. Posteriormente, la frontera colombo-ecuatoriana se convirtió en el centro de atención para Ecuador, debido a múltiples razones que fueron marcando el contexto político de Colombia, tal es el caso del fracaso del proceso de negociación entre la guerrilla de las Farc- Ep (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo) y el gobierno de Pastrana; el traslado de los cultivos ilícitos del departamento del Putumayo a otros departamentos, principalmente a Nariño y específicamente a la Costa Pacífica; la dispersión de algunas cuadrillas de las Farc hacia las zonas de frontera, el problema del desplazamiento masivo en este departamento e incrementos de refugiados en el Ecuador, particularmente en las provincias de Esmeraldas, Imbabura y Carchi; la profundización del tráfico de armas y drogas en la frontera, la erradicación de cultivos ilícitos a través de las aspersiones aéreas, el incremento de la inseguridad y violencia en la zona.

La porosidad y la complejidad de la frontera ha sido utilizada por los actores ilegales para el ejercicio de actividades como el narcotráfico, tránsito, abastecimiento, contrabando y comercio de armas. También fue utilizado como refugio de grupos al margen de la ley, tal como se evidenció con la presencia del exguerrillero bajo el alias Raúl Reyes, excomandante de las Farc, cuyo campamento fue bombardeado en marzo de 2008 por el gobierno colombiano. Recientemente, con el asesinato del equipo periodístico del medio de comunicación El Comercio, la zona fronteriza vuelve a ser el centro de atención de los dos gobiernos, en donde la única respuesta que han dado ha sido la movilización de tropas a esta zona.

Por otra parte, el aprovechamiento ilegal de la frontera ha generado un conflicto cultural para los colonos que llegaron a sembrar coca, quienes evidencian la existencia de una propiedad relacionada con la producción: quien cultiva es el propietario; eliminando así el elemento ancestral que las comunidades negras han tenido con el territorio. En este punto es importante resaltar el papel del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera del Municipio de Tumaco, uno de los más afectados por el conflicto fronterizo, y que en su ejercicio de resistencia, han venido exigiendo respeto a la vida, el territorio y su cultura. No obstante, esta labor ha traído consecuencias negativas que van desde el encarcelamiento de líderes hasta el asesinato de algunos de ellos por parte los actores del conflicto.

Según la Ley 70 de 1993, los consejos comunitarios gobiernan el territorio colectivo, sin embargo, la realidad es otra. Hoy los consejos comunitarios experimentan un deterioro en el sistema productivo con la disminución de los recursos naturales, cultivos tradicionales y la expansión de cultivos de uso ilícito; situación que ha causado innumerables problemas internos y externos y con ello la pérdida de poder y autonomía en sus territorios.

Las últimas actuaciones de los gobiernos de Colombia y Ecuador frente a las relaciones fronterizas solo se han limitado a un manejo diplomático desde las capitales y gobiernos centrales, dejando por fuera todas las iniciativas locales y comunitarias de integración y con ello, los intereses de las comunidades limítrofes. Por esto es tan importante resaltar las acciones de grupos o comunidades en la frontera como Recompas y Cane o el gran pueblo binacional Awá que buscan profundizar las relaciones binacionales desde su propia perspectiva y necesidades.

Cabe señalar que la política fronteriza colombiana ha sido un fracaso y no ha podido acercar sino distanciar a dos países vecinos. Para algunos autores, la política exterior colombiana se ha caracterizado mucho más por hacer grandes esfuerzos para hacer respetar tratados internacionales que por ejercer físicamente la soberanía en las fronteras. Lo que indica la necesidad imperante de propender por una integración que rebase lo netamente económico y comercial. Es necesario implementar una política de inclusión económica y social de las comunidades ubicadas en las zonas de frontera; y antes de librar una lucha contra la criminalidad o narcotráfico, se debe ganar la lucha contra la pobreza. Asimismo, es fundamental iniciar una batalla en contra de las discriminaciones nacionales y plantear una política que busque la inclusión de los territorios al control estatal.

A lo anterior se suma el hecho de que los gobiernos centrales deben ser conscientes de las realidades fronterizas, porque la implementación de las políticas de frontera debe tener en cuenta los lazos de amistad y familiaridad existentes en la zona. Por lo tanto, la actuación de los dos gobiernos no puede seguir siendo un juego de ping pong. Se debería establecer un acuerdo fronterizo de responsabilidades no solo para combatir la criminalidad sino para generar desarrollo binacional. Es urgente convocar a un consejo de ministros binacional para que establezcan líneas de actuación, con la participación activa de las autoridades locales, regionales, comunidades indígenas y afrodescendientes y ciudadanía en general de ambos lados de la frontera, con el fin de avanzar en una estrategia de plan binacional fronterizo.

Finalmente, la atención sobre la frontera debería ir más allá de la captura de alias Guacho, quién no es únicamente ecuatoriano, sino un actor binacional que requiere la actuación de los dos países. La cual debería priorizar la política social en estos territorios olvidados para que no se siga generando un caldo de cultivo para el nacimiento de más alias o peones de la guerra.

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