4 libros, 4 ideas (continuación)
Opinión

4 libros, 4 ideas (continuación)

Por:
abril 03, 2015
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pedro 1

La semana pasada publiqué la primera parte de esta columna como reseña y recuerdo personal de cuatro libros que fundamentan una parte importante de mi pensamiento médico.  Me parece interesante retornar a aquellas lecturas hoy cuando los profesionales de la salud hemos perdido cierta capacidad para leer “textos y personas” pues no cultivamos el hábito de la lectura reflexiva y empática.  Esta es importante para todos ante la inundación de datos e información que reemplazan análisis y formación personal en nuestra sociedad y educación contemporánea. La cultura del Big Data (Cukier, K. Data, data everywhere. The Economist, 25 de febrero, 2010) nos amenaza a todos, médicos o no.

Estábamos en el segundo libro de mi historia personal de estudiante lector: The lives of a cell (Las vidas de una célula, 1974) por Lewis Thomas. Y ya en el primer ensayo de la obra aparece la que para mí es la principal enseñanza de Thomas: las células realmente no son unidades como ladrillos individuales de nuestro cuerpo.  Por el contrario la célula evolutivamente es un agregado de muchos fragmentos biológicos. Algunos en el pasado tuvieron vida individual como mitocondrias y algunos flagelos que eran bacterias primitivas con información genética independiente que se “metieron” en nuestro citoplasma, como lo demuestra el conocido ADN mitocondrial.

La antigua simbiosis de organismos en nuestras células puede discutirse porque no sabemos con certeza como ocurrió pero la enseñanza esencial es que en el nivel más íntimo y fundamental de la vida biológica somos comunidad. Ahora que se habla de información genética bacteriana insertada en nuestros ácidos nucleicos (Bacterial DNA in human genomes, The Scientist, junio 20, 2013) queda subrayado ese modelo biológico profundamente comunitario. A veces hablamos de nuestra vida como si fuera una cualidad claramente definible que poseemos y en realidad es el frágil y provisional encuentro de muchas formas de vida, moléculas, “entidades”. Yo me decía no somos nada, somos alguien (¿paradójico, no?). Eso me llevó a admirar el pensamiento budista sin dejar de ser cristiano, como Thomas Merton, pero esa es otra historia.

pedro 2

Luego llegué a los cursos de medicina social y salud pública. Se publicó en esos días Némesis Médica de Iván Illich (1975). Una anécdota divertida es que años después recomendé el libro a un estudiante de posgrado que ni corto ni perezoso fue, compró y devoró La Muerte de Iván Illich (1886) de Tolstói. La lectura de esa obra maestra le debe haber sido de gran provecho pero no es el mismo libro. Como diría un sarcástico amigo, el recordado periodista Loco Bejarano, “deficiencias del bachillerato”.

La gran idea de Illich en ese libro era la medicalización de la vida, cómo en nuestra sociedad y nuestros tiempos convertimos procesos y malestares frecuentes de toda vida humana en patologías que requieren atención médica.  Me sensibilicé al “teatro del consultorio” como lo llamaba yo, donde los pacientes esperan que se clasifique como enfermedad cualquier sufrimiento suyo y los médicos por vanidad y el “complejo médico-industrial” por ganancia económica lo permiten y hasta estimulan. Yo entonces era joven, duro y hasta un poco cínico. Además no conocía verdaderamente el sufrimiento. Hoy pienso distinto aceptando que la humilde labor del médico es acompañar y “empatizar” siempre con los pacientes aún en enfermedades mal definidas. Pero yo me dediqué a pensar obstinadamente en las enfermedades para intentar caracterizarlas mejor. O sea me especialicé en patología, el estudio de las enfermedades y su diagnóstico.

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Durante el postgrado encontré el libro Beyond Normality (Más allá de la normalidad, 1976) de Galen y Gambino. Esta obra cambió la manera de pensar de muchas personas dedicadas a las especialidades diagnósticas en medicina. Su propuesta básica era evitar el uso del término normal en el lenguaje clínico pues esa palabra tiene tantas acepciones (normal estadístico, normal por lo acostumbrado, normal como óptimo, normal como ausencia de enfermedad, normal como situación ideal, etc.) que produce confusión en el discurso médico.  Y debemos aceptar que nadie es completamente normal siendo todos discreta o llamativamente anormales. El objetivo del diagnóstico médico es delimitar aquellas anormalidades que nos producen sufrimiento sobre las que podemos actuar terapéuticamente. El propósito de la medicina no es “normalizar” la humanidad sino aliviar hasta donde podemos el sufrimiento que llamamos enfermedad.  Todo esto expresado en el libro en un riguroso lenguaje matemático que exploraba el valor predictivo y la discutible utilidad de muchos diagnósticos médicos.

Quizás estos 4 libros están pasados de moda pero para mí son clásicos que me ayudaron a pensar y madurar con 4 ideas importantes:
—la vida es combate bioquímico,
—la vida misma es comunidad,
—la medicina es una práctica social que debe ser criticada y valorada dentro de sus límites,
—el diagnóstico es una decisión pragmática que debe ser útil al paciente y la sociedad.

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